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Santiago, Chile.- El gobierno de Estados Unidos promovió en 1982 la venta a Saddam Hussein de bombas de racimo fabricadas por el industrial chileno Carlos Cardoen, para impedirle una derrota a manos de Irán, reveló ayer un periódico local.
La afirmación, contenida en una declaración judicial del ex asesor del Consejo de Seguridad Nacional (NSC), de Estados Unidos, Howard Teicher, hasta ahora inédita, fue publicada ayer en el suplemento “Reportajes” del diario chileno La Tercera.
Teicher dijo en 1995, en un juicio de Estados Unidos contra Cardoen, que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) “autorizó, aprobó y asistió” al chileno “en la fabricación y venta de bombas de racimo y otras municiones a Iraq”.
Iraq era entonces “aliado encubierto” de la Casa Blanca en Asia Central, y se esperaba que derrotara al régimen islámico del integrista Ayatola Jomeini.
Teicher integró entre 1982 y 1987 la más alta instancia de asesoría del presidente norteamericano Ronald Reagan (1981-1989) y sostuvo estrechos contactos con el director de la CIA de entonces, William Casey, y el director asistente, Robert Gates.
La declaración la realizó en el contexto de los cargos que Washington sostiene contra el empresario chileno, por burlar el embargo de armas decretado por Estados Unidos en 1990 tras la invasión iraquí a Kuwait.
Ese testimonio sacó a la luz antecedentes sobre la estrecha relación entre Washington y Cardoen en los años en que Estados Unidos veía con buenos ojos a Saddam Hussein.
La CIA estaba tan interesada en que Carlos Cardoen produjera bombas para Iraq que incluso llegó a intervenir a favor de su socio chileno, afirmó.
Teicher dijo que altas esferas de la Casa Blanca monitorearon de cerca la situación judicial que afectaba al empresario de armas chileno, cuando éste fue arrestado en Miami (Estados Unidos) en 1983, por presunto contrabando de lentes de visión nocturna a Cuba y Libia.
Fue Casey, dijo, quien adoptó todas las medidas para que Cardoen continuara exportando armas a Iraq, e incluso instruyó que la Secretaría de Estado y la de Comercio para que no cancelaran las licencias necesarias de la producción chilena de bombas de racimo.
A principios de 1982, Casey se mostró inflexible en torno a que las bombas de racimo -armamento cuestionado por muchas gobiernos- eran una perfecta “fuerza multiplicadora” que le permitirían a los soldados de Saddam enfrentar las “olas humanas” enemigas.
Teicher insistió en sus declaraciones ante el tribunal que los documentos en su poder demuestran que la CIA “sabía, aprobó y asistió” la venta de material bélico de terceros a los iraquíes.
La Agencia Central de Inteligencia incluso dispuso un programa especial para asegurar el suministro de armas de origen soviético en el mercado internacional para que otras naciones las vendieran a Bagdad para no verse involucrado de forma directa en el conflicto.
Lo esencial de este programa, señaló Teicher en el documento publicado ayer aquí, era que el gobierno de Reagan no podría ser acusado de “acción encubierta” por lo que el presidente no necesitaba informar al Congreso de estas operaciones.
“El suministro de las bombas racimo de Cardoen, fue una mera extensión de la política de Estados Unidos de asistir a Iraq a través de medios legales para evitar la victoria iraní”, dijo el ex asesor.