Es altamente positivo para el país que los medios de comunicación promuevan la discusión sobre los hechos y personajes sobresalientes de la historia de México. Es necesario esclarecer el significado de la evolución política del pueblo mexicano dentro de sus grandes tendencias y conflictos. A partir del conocimiento objetivo de nuestro desarrollo histórico, es necesario hacer posible que se produzca la síntesis que forje una historia común de todos los mexicanos.
Hasta hoy y siempre la historia tiene un alto contenido político. Se ha dicho que la historia es un campo de batalla y arma de lucha. Cada corriente política busca en la historia el aliento a las luchas por los intereses que representa en la vida social. A propósito de la consumación de la independencia en 1821 la mayoría de los mexicanos se identifica más con lo que representó Vicente Guerrero. Algunas minorías con Agustín de Iturbide.
Es que los intereses sociales buscan su apoyo en la historia. Lo que antes ocurrió está en estrecha relación con el presente. En el pasado se buscan los incentivos para darle sentido a las luchas de hoy. José Vasconcelos con su peculiar sentido filosófico decía: “Sí, también con la historia se hace política y a veces de la más peligrosa. La política que tiende a conquistar el dominio del futuro”.
Con su peculiar visión histórica Vasconcelos agregaba que “hasta ahora ha sido imposible separar al hombre de su patria, de su nación, de su prejuicio; peor aún, de los intereses creados que lo convierten en vocero”. Consecuentemente en la vida de México existen personas y grupos en conflicto con las tendencias que le han dado forma y contenido al conflictivo desarrollo nacional, que ha de revisarse en el presente.
La historia no la hacen los caprichos personales con esquemas maniqueístas. Es el resultado de la relación de las fuerzas sociales en cambio permanente. El autor de la historia es el ser social y su cauce torrencial lo abre la vida misma de la sociedad. La verdad histórica se impone por sí misma y se le debe ver con ojos limpios de rencores antinacionales o conflictivos con el sentido de desarrollo social.
La historia no es simples anales o memoria fría. Es sobre todo conciencia del pueblo. Es juez que ve, que escucha y falla. En la historia los acontecimientos tienen forma, color y tendencia y en ella, como en la vida real, no todo es negativo ni positivo, ni todos los hombres son buenos ni todos malos. Cada época enjuicia la conducta humana, valora sus defectos y virtudes y califica sus errores y aciertos.
No es sólo un haz lo que corre a lo largo de nuestra historia, sino una lucha permanente entre el atraso y el progreso, la opresión y la libertad, la miseria y la opulencia. En nuestra historia hay dos grandes corrientes con sus ramificaciones internas cada una. La historia mexicana tiene dos caras. Es lucha entre contrarios que coloca a los hombres en el lugar que les corresponde por los intereses que defienden.
En el horizonte histórico de México hay dos visiones políticas para ubicar a los prohombres de la patria. Hay un México de Cuauhtémoc, Hidalgo, Morelos, Guerrero, Juárez, Zapata, Obregón, Calles, Cárdenas y López Mateos. En contraposición hay un México histórico de Cortés, Iturbide, Santa Anna, Maximiliano, Miramón y Mejía, Porfirio Díaz como dictador, Victoriano Huerta, el Padre Pro y León Toral.
Los presidentes de la República, por ese solo hecho, son personajes históricos. A los últimos presidentes, sobre todo a Carlos Salinas de Gortari, habría que ubicarlo en alguna de las caras de la historia. Posiblemente todavía la historia no lo ha juzgado ni fallado sobre su ubicación. No es fácil ni sencillo en nuestro país conocer de antemano o predecir el juicio de la historia sobre ese discutible personaje. Pero ¿en qué cara de la historia habría que colocarlo?