Los acontecimientos, podemos decirlo después de ver al grupo de barzonistas, productores agrícolas y maestros pertenecientes al CNTE entrar en tropel al edificio que ocupan legisladores en San Lázaro, han ido rebasando el principio de autoridad que debe prevalecer en este país. Algunos integrantes de la enardecida turba que irrumpió en el recinto, se paseaban a caballo por los corredores. Nadie se atreve a ponerle un alto a estos desmanes. Hay dos razones que podrían explicar la apatía que muestran los encargados de conservar el orden: En primer lugar, el temor que tiene el funcionario para actuar derivado de la manera de pensar de una opinión pública que le exige mano dura para acabar con el desorden, para después pedir su cabeza en cuanto aquél se ve obligado a obrar con rudeza.
En segundo lugar, pesa en el ánimo de los gobernantes la poca capacidad que han demostrado para resolver los problemas que afectan a los ciudadanos, estando conscientes que los manifestantes tienen razón en sus demandas. Según van las cosas, estas protestas tienden a arreciar. Aunque no es la única explicación que se me ocurre. Del otro lado existen fuerzas obscuras que con el único fin de llevar agua a su molino –a río revuelto ganancia de pescadores, dice el aforismo- están pretendiendo crear la anarquía. Los hay con camiseta azul que traen puestos los ojos en unas elecciones adelantadas en las que esperan recoger los frutos de su perfidia dándose la oportunidad de ocupar la silla presidencial. Otros actores de estos desatinos mitigan su impaciencia alimentando fogatas con sus billetes.
Según van las cosas hay quienes, en voz baja, pronostican que no estamos lejos de que sea necesario que los de uniforme verde salgan de sus cuarteles para imponer el orden. Esas mismas voces reconocen que no es lo deseable, y sin embargo no ven otra solución que evite que el país entre de lleno en una vorágine en que cada cual haga de su capa un sayo. La falta de autoridad es patente, aunque se ha pretendido ocultar detrás de una tela de organdí que no alcanza a cubrir del todo los excesos en que están incurriendo ciertos sectores sociales cuyos actos suelen quedar en la impunidad. En el pasado, el emperador Calígula hizo legislador a su caballo “Incitatus.” Los manifestantes, al introducir sus nobles bestias a la Cámara, estarían pensando que si sus corceles legislaran harían un mejor papel que los actuales diputados.
“Será melón, será sandía o será la vieja del otro día,” pero lo que se advierte es que se está perdiendo el decoro de nuestras autoridades que son zarandeadas por estos acontecimientos. Están llegando las cosas a tal grado de conmoción que cada día que pasa se ensombrece más el panorama nacional. Lo peor es que no se tiene idea de qué camino tomar. Las medidas que se adoptan no convencen a nadie como el “blindaje de saliva” al campo mexicano frente a la apertura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte por el que, a partir de enero próximo quedarán libres de cuotas y aranceles varios productos agropecuarios estratégicos, a saber: avícolas, lácteos, porcinos, embutidos, trigo, arroz, papa, cebada y manzana. Para eso allá se prorrogó y consolidó un programa de subsidio a los granjeros de Estados Unidos por ¡ciento ochenta mil millones de dólares!. ¿Y en este lado?