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La gran noticia médica del 2002 fue la de un fracaso

BOSTON (AP).- Generalmente, la gran noticia médica de un año es un nuevo medicamento o tratamiento, un descubrimiento que prolonga y mejora la calidad de vida. No fue así en el 2002.

Todo lo contrario. Muchos consideran que el hito del año en materia de salud fue el descubrimiento de que una terapia aplicada durante más de 20 años resulta más perjudicial que beneficiosa.

A millones de mujeres mayores se les decía _y ellas lo creían_ que la terapia de reemplazo hormonal prolongaría y mejoraría su vida al proteger el corazón y los huesos. La ciencia y el sentido común parecían confirmarlo.

Hasta mediados del 2002.

La Iniciativa de Salud de la Mujer, un estudio emprendido por diversos organismos de los Institutos Nacionales de Salud, demostró que la combinación de estrógeno y progestina en realidad aumenta un poco el riesgo. Y, como se sospechaba, también acrecienta el riesgo de cáncer de mama.

Aunque estudios anteriores generaban sospechas parecidas, ésta era la prueba incontrovertible de que los médicos se habían equivocado durante muchos años. Los beneficios de la terapia de reemplazo hormonal distan de compensar sus riesgos.

En los meses subsiguientes, estos descubrimientos resonaron en toda la comunidad médica. Muchas mujeres dejaron de tomar hormonas o se negaron a iniciar esos tratamientos. Los especialistas tratan de descubrir el origen de tamaño error. Y en muchas áreas de la medicina, los profesionales revisan sus criterios acerca las pruebas necesarias para recomendar un tratamiento o hábito nuevo destinado a conservar la salud.

"Ha sido el cambio más amplio y drástico en medicina clínica quie haya visto en mi vida", dijo la doctora Joann Manson. "La terapia hormonal ha pasado de ser la norma a objeto de rechazo".

Manson, jefa de medicina preventiva en el hospital de mujeres de Harvard, dirigió el estudio, en el cual 16.000 mujeres entre de 60 y 70 años tomaron la combinación de hormonas o un placebo. Halló que además de un leve aumento de males cardíacos y cáncer, las mujeres que tomaban las hormonas exhibían una incidencia mayor de derrames y coágulos, y algo menor de cáncer de colon y fracturas.

Las sujetos del estudio habían sobrepasado la edad de la menopausia, y los médicos dicen que el mensaje es claro: No tome hormonas para prevenir las enfermedades del envejecimiento.

¿Pero qué hay de las mujeres un poco más jóvenes? Muchas empiezan a tomar hormonas al pasar los 50 años para aliviar los calores y la sudoración nocturna. Aunque el estudio no examinó este uso, los médicos dicen que muchas mujeres en la menopausia han resuelto dejar las hormonas.

"Muchas mujeres son renuentes a tomar las hormonas incluso para el tratamiento a corto plazo de síntomas graves de la menopausia, lo cual es un error", dijo Manson. Las píldoras son eficaces, y si se las toma durante menos de cuatro o cinco años, el riesgo probablemente es muy bajo, sobre todo para mujeres que no exhiben signos de enfermedades cardíacas.

Con todo, el efecto de este estudio sobre las decisiones de las mujeres acerca de la terapia de reemplazo hormonal apenas empieza a sentirse en la comunidad médica.

"Creo que es la noticia médica de la década", dice la doctora Lori Mosca, directora de cardiología preventiva en el Presbyterian Hospital de Nueva York. "Su impacto ha sido tremendo".

Muchos dicen que a la luz de estos hallazgos los médicos empiezan a revisar sus criterios acerca de las pruebas que deben exigir antes de recomendar una serie de tratamientos preventivos del cáncer, la insuficiencia cardía y el Alzheimer, entre otros males.

Por ejemplo, desde que apareció el estudio algunos médicos dicen que están reevaluando sus ideas acerca de la terapia vitamínica para prevenir enfermedades en personas sanas.

"Antes de aplicar algo ampliamente y decir que debería ser una norma de la atención médica", dice Mosca, "debemos comprender los límites de nuestra ciencia".

La creencia de que las hormonas previenen las enfermedades cardíacas se basaba en argumentos científicos sólidos, apoyados por experimentos con animales. Pero el sustento más persuasivo eran los estudios de observación, realizados durante décadas, en busca de vínculos entre los hábitos a largo plazo de la gente y las enfermedades que padecen.

Esos estudios hallaron una y otra vez que la incidencia de ataques cardíacos era menor en mujeres que tomaban hormonas. Y desde luego, el sentido común indicaba que el estrógeno era bueno para el corazón.

"La ciencia funciona en contexto. En este caso, el contexto era que muchas personas estaban absolutamente convencidas de que las hormonas femeninas debían reducir el riesgo de ataque cardíaco porque las mujeres los padecen a una edad mucho más avanzada que los hombres", dijo la epidemióloga Lynn Rosenberg.

Lo único que faltaba para convencer a los escépticos era una prueba clínica con un grupo de control con placebo, lo que para los médicos constituye el criterio máximo de prueba.

Esta fue la Iniciativa de Salud de la Mujer, un experimento diseñado para brindar la prueba absoluta de que el estrógeno, entre otros beneficios, previene los ataques cardíacos. Pero lo que demostró fue que los estudios de observación, que parecían tan sólidos, los habían engañado.

¿Dónde estuvo el error? Tal vez las mujeres a las que se recetaba hormonas eran más sanas. Tal vez las que siguen el tratamiento tienen hábitos de vida más saludables. Tal vez los estudios de observación no advirtieron el aumento de los ataques cardíacos en mujeres que empezaban a tomar hormonas.

Sea cual fuere la razón, la lección es evidente, dice la epidemióloga Elizabeth Barrett-Connor. "Tratándose de un medicamento que toman personas sanas para prevenir un mal que tal vez nunca van a contraer, las pruebas clínicas son muy necesarias".

Las mismas clases de pruebas indiciarias que dieron a la terapia hormonal un aspecto tan prometedor para la prevención de males cardíacos suelen presentarse para justificar estrategias similares contra otros males. Por ejemplo, los estudios de observación indican que el estrógeno podría prevenir el mal de Alzheimer y que la vitamina E podría ser eficaz contra el cáncer, la insuficiencia cardíaca y el Alzheimer.

Pero como resultado de la Iniciativa de Salud de la Mujer, muchos médicos dicen que no están dispuestos a correr riesgos si no se demuestra la eficacia de esas estrategias con estudios experimentales.

"Nos sentimos traicionados", dijo el doctor Samuel Gandy, que estudia el efecto del estrógeno sobre el Alzheimer. La Iniciativa de Salud de la Mujer lo está estudiando y "yo estoy esperando los datos. No diré una palabra más".

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