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La guerra imperialista

ALFONSO LUQUÍN CALVO

Los sucesos de los últimos días, incluso la información que se ha hecho pública en las últimas horas, nos permite delinear con mayor claridad el futuro inmediato de las relaciones internacionales. Queda claro ya, que la tan esperada recuperación económica norteamericana quedará en un período de lento crecimiento, en el mejor de los casos, y que su papel como locomotora del crecimiento económico mundial se debilitará.

Las consecuencias geopolíticas de este hecho irrefutable son de gran magnitud y muy variadas. Esta debilidad económica estadounidense, que se refleja en el intento de sostener su hegemonía por la vía militar y en el endurecimiento de los discursos de su dirigente de papel, será sin duda aprovechada por potencias rivales para ampliar o recuperar su influencia en algunas regiones del mundo.

Tómese el caso de la China comunista, por ejemplo. Heredera del liderazgo socialista tras la caída del régimen soviético, ha estrechado sus lazos económicos, políticos y aún militares con naciones tanto del sudeste asiático, del oriente medio y de Latinoamérica. En la coyuntura actual están apoyadas en un extraordinario crecimiento y desarrollo económicos, lo que les permite sin lugar a dudas, estar detrás de la venta de armas y apoyos logísticos a muchas naciones enfrentadas a los intereses norteamericanos. Factor clave ya en la solución del conflicto entre la India y Pakistán por la región de Cachemira, estrechan sus lazos de cooperación con Iraq e Irán, pertenecen al club nuclear y son miembros del Consejo de Seguridad de la ONU.

Sin duda, cuando el señor Bush advirtió que no permitirá que nadie vuelva jamás a desafiar la hegemonía militar norteamericana en el mundo, como lo hiciera antes la Unión Soviética, se refiere en particular a China, que se ha convertido en una amenaza a las pretensiones estadounidenses en el continente asiático. Pero también está Rusia. Para ella, los Estados Unidos tienen preparado el papel de abastecedor de materias primas baratas a la economía occidental, entre ellas, principalmente petróleo y gas natural. La penetración de las compañías estadounidenses en las naciones antes pertenecientes a la URSS, se ha dado en forma gradual pero permanente. El conflicto con Afganistán les ha permitido incluso, implantar destacamentos militares en repúblicas como las de Kasakastán y Uzbekistán, la primera de ellas con las mayores reservas de petróleo en el mundo después de las árabes. De la misma forma las empresas petroleras norteamericanas poseen las concesiones de producción y distribución de estas materias primas en la república de Georgia, gobernada desde hace más de 10 años (¿democracia?) por el tristemente traidor a las ideas socialistas Chevarnadze, ex ministro de relaciones exteriores del igualmente célebre Gorvachov.

Lo que aquí falta saber, es si la Rusia capitalista ha abandonado sus tradicionales aspiraciones imperiales y se conformará con el humilde papel de economía de enclave dominada por los occidentales, o si es cuestión de tiempo solamente para que empiece a recuperar sus áreas de influencia naturales. Bajo la presidencia de Putin, se ha consolidado el proceso de reconversión industrial rusa y, de forma silenciosa pero firme, intenta reconstruir su poderío militar, no obstante los múltiples intentos de boicot de que ha sido víctima y los ataques de terroristas chechenios, apoyados por los Estados Unidos y el gobierno de Georgia. ¿Por qué el mundo no dice nada acerca de este apoyo norteamericano a grupos terroristas en el mundo?. ¿Será porque lo disfraza muy bien a través de un gobierno títere como lo es el de Chevarnadze?. Sin embargo, las contradicciones con China y Rusia no son las únicas. Estas son más obvias ya que todo mundo sabe que son naciones que no están ni estarán dispuestas a quedar bajo la hegemonía norteamericana. Lo mismo podemos decir de Iraq e Irán, o de Venezuela ?al menos mientras se sostenga la revolución bolivariana de Hugo Chávez- o de Cuba en el continente americano.

En efecto, la presente crisis económica mundial empieza a dejar en claro que los límites de este planeta han quedado cortos a las necesidades de expansión del capital internacional.

Hacen falta nuevas oportunidades de negocios y los capitales buscan afanosamente oportunidades de inversión que los valoricen adecuadamente. Pero en el mismo intento se encuentran las multinacionales americanas, francesas, alemanas, japonesas, etcétera y esta lucha por los espacios económicos del mundo entero se traduce en un cambio de las posturas de los gobiernos que las representan.

Por primera vez en muchas décadas, gobiernos antes aliados incondicionales empiezan a enfrentarse entre sí. Ahí tenemos la oposición de Chirac, presidente de Francia, a los intentos militaristas de los Estados Unidos. La rotunda negativa de Schroeder, gobernante alemán con lugar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a la guerra. Este último ha sido acusado ya por el torpe e ignorante presidente norteamericano de ?envenenar? -así, como lo lee- las relaciones entre los dos gobiernos.

Así las cosas, nos preguntamos si la vieja teoría de la inevitabilidad de las guerras imperialistas habrá perdido verdaderamente validez, o si nos encontramos en el umbral de lo que pueda ser un nuevo enfrentamiento global de este tipo. Por lo pronto, en los próximos meses habrán de vivirse acontecimientos que conmoverán al mundo, los actores están en la escena y el escenario es el mundo entero.

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