La falta de cultura de denuncia es un problema grave que padecemos todos los mexicanos.
Para nosotros es hasta natural padecer robos en nuestros domicilios, sufrir asaltos en las calles y durante el uso del transporte público, ser sorprendidos por los rateros en nuestros centros de trabajo y hasta afectados en nuestros vehículos particulares, que bien pueden ser robados o al menos sufrir la pérdida de algunos accesorios.
No nos es extraño padecer o saber de agresiones de diferentes tipos y casos de extorsión por pseudopolicías o servidores públicos mal entrenados y corruptos; raramente consideremos la posibilidad de denunciarlos ... ¿Para qué?, es la respuesta que generalmente sale de nuestra boca cuando nos hacen la pregunta, mostrando con ello nuestro conformismo y entrega.
Los laguneros hacemos lo mismo. Todos, o casi todos consideramos inútil denunciar las violaciones a nuestros derechos ciudadanos y muchas de las ocasiones acudimos ante las autoridades “competentes” con el único propósito de obtener una acta que nos sirva de respaldo y constancia del robo cometido para tratar de que el seguro contratado surta sus efectos; de hecho casi nadie piensa que por ese camino va a rescatar su propiedad porque “ya sabemos que no va a suceder nada”.
Aún más, podemos ver pozos abiertos sin señalamientos, fugas de agua potable o de drenajes, bloqueos de calles por múltiples causas, tales como zanjas o los provocados por pseudo promotores del deporte que obstruyen el tráfico porque nadie se los impide, o peor aún, con el consentimiento de las autoridades que no sólo se lo permiten, sino que les ofrecen protección; y otros muchos tipos de abusos y violaciones a leyes y derechos individuales o sociales.
Somos de los pocos países del mundo donde las minorías pueden alterar de la manera más fácil y sencilla el derecho de las mayorías.
Padecemos de abusos como los cobros desmedidos de los servicios de agua, luz y teléfono, recibos de pago que cubrimos luego de protestar tímidamente, pensando para nuestros adentros: “¿Para qué protestamos?, “al fin y al cabo no pasa nada”, y muchas veces hasta tememos recibir represalias, dando con nuestra actitud una pésima educación a nuestros hijos, que desde niños aprenden a “dejarse”, a no defenderse, porque finalmente “sólo hacemos corajes y sufrimos puras pérdidas de tiempo”.
Somos exactamente lo contrario en cultura de denuncia a los anglosajones; ellos por cualquier atentado contra su integridad protestan y demandan legalmente por las cosas más banales, como haber resbalado con una cáscara de plátano fuera de un domicilio sin haberse hecho daño, o porque los productos que les vendieron no tienen la calidad anunciada en la etiqueta, y hasta por considerar que han sufrido daños en su integridad personal por agresiones verbales.
Si nosotros aprendiéramos de ellos lo bueno de su cultura y no sólo lo malo, como las modas que nunca pasamos desapercibidas gracias a las excelentes campañas publicitarias, o el consumismo y la pérdida de valores trascendentes, tendríamos otro México y viviríamos de otra manera.
Lo invito a que reflexione sobre el tema acompañado de sus familiares y amigos cercanos, y que se anime a perder tiempo, sufrir tratos despóticos y que haga las denuncias pertinentes para que logremos, poco a poco, vivir en un país más habitable. ¿Acepta el reto de hacer su denuncia?
ydarwich@ual.mx