EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

La incultura de la denuncia

Yamil Darwich

La falta de cultura de denuncia es un problema grave que padecemos todos los mexicanos.

Para nosotros es hasta natural padecer robos en nuestros domicilios, sufrir asaltos en las calles y durante el uso del transporte público, ser sorprendidos por los rateros en nuestros centros de trabajo y hasta afectados en nuestros vehículos particulares, que bien pueden ser robados o al menos sufrir la pérdida de algunos accesorios.

No nos es extraño padecer o saber de agresiones de diferentes tipos y casos de extorsión por pseudopolicías o servidores públicos mal entrenados y corruptos; raramente consideremos la posibilidad de denunciarlos ... ¿Para qué?, es la respuesta que generalmente sale de nuestra boca cuando nos hacen la pregunta, mostrando con ello nuestro conformismo y entrega.

Los laguneros hacemos lo mismo. Todos, o casi todos consideramos inútil denunciar las violaciones a nuestros derechos ciudadanos y muchas de las ocasiones acudimos ante las autoridades “competentes” con el único propósito de obtener una acta que nos sirva de respaldo y constancia del robo cometido para tratar de que el seguro contratado surta sus efectos; de hecho casi nadie piensa que por ese camino va a rescatar su propiedad porque “ya sabemos que no va a suceder nada”.

Aún más, podemos ver pozos abiertos sin señalamientos, fugas de agua potable o de drenajes, bloqueos de calles por múltiples causas, tales como zanjas o los provocados por pseudo promotores del deporte que obstruyen el tráfico porque nadie se los impide, o peor aún, con el consentimiento de las autoridades que no sólo se lo permiten, sino que les ofrecen protección; y otros muchos tipos de abusos y violaciones a leyes y derechos individuales o sociales.

Somos de los pocos países del mundo donde las minorías pueden alterar de la manera más fácil y sencilla el derecho de las mayorías.

Padecemos de abusos como los cobros desmedidos de los servicios de agua, luz y teléfono, recibos de pago que cubrimos luego de protestar tímidamente, pensando para nuestros adentros: “¿Para qué protestamos?, “al fin y al cabo no pasa nada”, y muchas veces hasta tememos recibir represalias, dando con nuestra actitud una pésima educación a nuestros hijos, que desde niños aprenden a “dejarse”, a no defenderse, porque finalmente “sólo hacemos corajes y sufrimos puras pérdidas de tiempo”.

Somos exactamente lo contrario en cultura de denuncia a los anglosajones; ellos por cualquier atentado contra su integridad protestan y demandan legalmente por las cosas más banales, como haber resbalado con una cáscara de plátano fuera de un domicilio sin haberse hecho daño, o porque los productos que les vendieron no tienen la calidad anunciada en la etiqueta, y hasta por considerar que han sufrido daños en su integridad personal por agresiones verbales.

Si nosotros aprendiéramos de ellos lo bueno de su cultura y no sólo lo malo, como las modas que nunca pasamos desapercibidas gracias a las excelentes campañas publicitarias, o el consumismo y la pérdida de valores trascendentes, tendríamos otro México y viviríamos de otra manera.

Lo invito a que reflexione sobre el tema acompañado de sus familiares y amigos cercanos, y que se anime a perder tiempo, sufrir tratos despóticos y que haga las denuncias pertinentes para que logremos, poco a poco, vivir en un país más habitable. ¿Acepta el reto de hacer su denuncia?

ydarwich@ual.mx

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 12030

elsiglo.mx