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MÉXICO, D.F.- La apodan La Japonesa. Es madre soltera, tiene dos hijas, dejó el oficio de secretaria ejecutiva y combina la venta de tacos de barbacoa en la calle con la práctica de un deporte que comienza a darle satisfacciones: el boxeo femenil profesional.
Su nombre es Delia López. Nació en Tlaxcala y el pasado 14 de diciembre se convirtió en campeona nacional minimosca al vencer en cinco rounds a otra grande: Elizabeth ?Chiquita? Sánchez.
Delia recuerda, con picardía, cómo se interesó en el boxeo. Fue a los seis años, su padre era púgil aficionado -ahora es su entrenador- y veía a sus primos y tíos en el gimnasio. De hecho, uno de ellos, Marco Antonio López, fue campeón juvenil en 2001.
Pero ella se ponía a boxear con otro primo al que siempre hacía sangrar.
Así se volvió aficionada al deporte y cada semana asistía a las peleas. Y le gustaban.
Delia vivió su adolescencia frente a la máquina de escribir, ejerciendo el oficio de secretaria por las mañanas, y, en los ratos libres, divirtiéndose en las canchas de basquetbol, con el equipo de Aquihuetzina, donde nació y de cuya escuadra era la capitana.
Pero no estaba preparada para lo que le esperaba en la vida. A los 21 años abandonó las teclas de la máquina, las luces estresantes que iluminan la oficina, para cambiarlas por los pañales y el biberón: su hija Kenya había nacido. Y ella acudía al llamado de su sangre.
Su vida tomaba otro sentido y el boxeo se convirtió en la mejor forma de luchar por ella y por su hija.
No fue fácil. La Japonesa sufrió de discriminación al ingresar al pugilismo: ?Esto es sólo para hombres?, le decían... De nuevo los hombres. Como aquel que la dejó con sus pequeñas Kenya y Ailet. El que nunca volvió.
Pero su deseo por ganarse un lugar en el boxeo fue mayor y le dio fuerzas. Con paciencia, coraje y determinación se ganó el respeto de todos en el gimnasio: ?Ahora hasta me echan flores?, dice orgullosa.
Su padre, Ángel López, la ayudó a seguir adelante. ?¡Orale!, si quieres entrenar échale más ganas: esto no es para estancarse?, le decía su también entrenador.
Comenzó a prepararse en 1999, cuando inició el auge del boxeo femenil. Su primera pelea fue contra Adriana Chamoza, en el Torneo Guantes de Oro, y quedó como subcampeona. Empezaba a cosechar.
Pero ella sabe que los golpes más fuertes no están en el ring sino en la vida: ?Sí, sufrí decepciones, el ser madre soltera, por ejemplo; los hombres que prometen, que se van y que nunca vuelven; como mujer eso es lo que más duele?.
Delia ama a su familia, a sus padres quienes la apoyan de manera incondicional y a sus hijas, que la miran pelear por la televisión, y golpe tras golpe le gritan: ?¡Duro mami, duro...!?. ?Esas vocecitas hacen que todo valga la pena?: golpes en el cuadrilátero, pero el cariño de ellas como recompensa.
Y en la medida de lo posible no le gusta desatenderlas. Así como a ella la cuidó su abuela, a quien debe su apodo: ?Me decía ?Japonesa? porque tenía los ojos como rasgados; yo era la ?Japo? para ella?. Y ya en el boxeo se le ocurrió que ese era un buen nombre de batalla.
Claro, enfrenta algunos temores, incluso más que en el ring, especialmente el de ver morir a sus seres queridos: ?Me da miedo perder a mi madre, sufre de depresión y a veces siento terror al pensar que ya no existiera?. Entre latidos de sus puños y de su corazón en busca del triunfo, espera, acaso, hallar al hombre que la apoye. Y ya por ahí ronda uno, al que conoció entre costales y sudor.
Y aunque le gustaría casarse algún día, por el momento prefiere concentrarse en su carrera deportiva. Tal vez la revancha que Elizabeth Sánchez le pide, acaso ir al extranjero. ?La boda tendría que esperar. Quizá queda descartada?, asegura la campeona, que ya aguarda al próximo año, con sus hijas y sus sueños, entre el oloroso aroma de esa barbacoa que vende para sobrevivir en las calles de Apizaco, otro motivo para no rendirse.