Demasiado corto es el tiempo que ha transcurrido, desde que Ernesto Zedillo Ponce de León dejó el cargo de Presidente de la República, para juzgar su actuación. Partiendo de esa premisa no es conveniente pretender enjuiciarlo ahora dado que las pasiones están exacerbadas, unos en contra y otros a favor. Habrá que esperar que con el transcurso de los años los ánimos se serenen para que otros mexicanos, viendo los hechos en su justa dimensión, encuentren la verdad de las cosas. Aunque no por ello debemos soslayar que algo se pueda decir de Zedillo cuando abre la boca, ya no siendo Presidente, para aludir a situaciones políticas que actualmente privan en nuestro país.
Viene a pelo lo anterior porque la Comisión de Justicia del PRI consideró improcedente la solicitud formulada por Humberto Hernández Haddad de que debe sancionarse al proscrito Ernesto Zedillo, atendiendo a sus declaraciones en que critica la postura asumida por los integrantes de la Conferencia Nacional de Gobernadores, CONAGO, de pedir al ejecutivo federal la entrega a las entidades federativas de prestaciones presupuestales. De las diversas razones a que se hace referencia en la resolución, que desecha la acusación, una es por que los denunciantes no acreditaron su militancia priista. Bastaba esa razón para rechazar el estudio de los demás planteamientos que se hicieron en el escrito que se pide la segregación del PRI del ex presidente, no obstante, para que no existiera duda de que no había lugar a separar a tan connotado priista, se entró al estudio de las diversas causas de expulsión contenidas en la denuncia para a continuación considerarlas infundadas.
Lo que salta a la vista es que Hernández Haddad le hizo un favor al ex mandatario, dado que gracias a la querella presentada, pidiendo su marginación como miembro activo del PRI, no sólo no es censurado por su regaño a autoridades legítimamente establecidas, sino que además recibe un reconocimiento de inocencia al ser absuelto de los demás cargos presentados en su contra. Si se leen las consideraciones que hace la Comisión de Justicia, para desdeñar la demanda de expulsión, hallaremos que sus argumentos son del todo frágiles y muy cuestionables; un estudiante de primer año de la carrera de Derecho no hubiera incurrido en tales vaciedades jurídicas. Bien podría pensarse que se montó una mise en scene para acabar con las conjeturas de si había razones para repudiar o no al substituto de Luis Donaldo Colosio. No se puede pensar de otra manera si vemos los absurdos a los que tuvieron que acudir los comisionados para desestimar el asunto.
Lo anterior deja en claro que nada cambia en el antaño invencible partido político. No hace mucho la misma comisión que entonces se llamaba de Honor y Justicia, exoneró nada menos que a Carlos Salinas de Gortari resolviendo que no había lugar a decretar su expulsión de las filas del “partidazo”. –Aquí cabría aquello de dime con quien andas y te diré quien eres, o bien, los pájaros del mismo plumaje suelen volar juntos, en la misma bandada-. Eso nos indica que hoy se conservan los mismo métodos gastados del pasado de echarle tierra a un asunto de tan vital importancia como es el de conservar la moralidad por encima de la gratitud.