"La belleza es verdad, la verdad es belleza", escribió John Keats hace casi dos siglos. En la actualidad, es probable que dijera que belleza es juventud.
Y en Estados Unidos (país obsesionado con la edad) esto incluso contendría cierta verdad. Los científicos pueden fruncir el ceño, los inmortales de las leyendas menear la cabeza, pero los miles de millones de dólares que se gastan cada año para tratar de desafiar al tiempo mismo, atestiguan que en Estados Unidos del Siglo XXI, envejecer es una grosería.
"Habla del orgullo excesivo de la juventud", dice el Dr. Michael Lichtenstein, investigador de San Antonio. "Uno puede luchar todo lo que quiera, pero aún así va a envejecer".
En lugar de tratar de dirigir al destino, piden muchos observadores sociales, las personas deberían concentrarse en algo más sencillo de cambiar: sus ideas. Las actitudes actuales, de que envejecer es, por definición, una caída al abismo, no reflejan las realidades del grupo de personas mayores de hoy, exponen esos expertos. Al aumentar el número de personas que viven cada vez más, adoptan la meta de envejecer "exitosamente" (con buena salud) y "positivamente (con un estado de ánimo elevado).
Lo que es más, algunas investigaciones sugieren que las actitudes negativas respecto al envejecimiento pueden aumentar las enfermedades que acompañan a este hecho.
"Es evidente que los puntos de vista que tenemos de nosotros y lo que significa ser mayores afectan la forma en que envejecemos", afirma Thomas R. Cole, profesor de Humanidades Médicas en la División Médica de la Universidad de Texas en Galveston.
Pero ese punto de vista no siempre ha sido desagradable.
Había una vez, cuando la gente mentía sobre su edad, en que se añadían años, no los restaban.
En los primeros días de la colonia estadounidense, los puritanos (indomables como eran) sencillamente aceptaban los achaques y la dependencia que acompañan a la vejez, afirma el Dr. Cole. "Enfatizaban el crecimiento espiritual como compensación del deterioro físico."
Antes de la Independencia de Estados Unidos, las personas usaban pelucas blancas para verse de más edad. (En una sociedad tradicional y aristocrática de ese tipo, la edad avanzada comunicaba autoridad, poder y continuidad social, dice el Dr. Cole.) Y la gente a menudo falseaba su edad en el lado positivo.
En el siglo XVIII, la Revolución Industrial transformó la economía. La gente se mudó de las granjas a las ciudades para trabajar. Cuando se realizó este tipo de cambio, "tuvo lugar una reducción de las destrezas, de manera que el valor de un artesano no tenía un verdadero interés, pues cuando se necesita recurrir a la misma herramienta para hacer el mismo producto" añade el Dr. Cole, "necesitas velocidad, no refinamiento." Necesitas juventud, no sabiduría ni experiencia.
En el siglo XX, con el surgimiento de una sociedad dirigida por la información, la tendencia se aceleró. Las noticias surgieron primero en la radio, después en la televisión y ahora en Internet y teléfonos celulares.
"Entre más se concentra la gente en el aquí y ahora, menos valioso es el pasado", informa el Dr. Cole, "y menos valiosa es la experiencia."
Dicen que es terrible hacerse viejo.
Pero también dicen que es maravilloso hacerse viejo.
Una línea de investigación da validez a la noción de que eres tan joven como te sientas, de la forma como veas el envejecimiento. La investigación se concentra en los estereotipos de la edad.
"¿Es posible que los estereotipos de la edad que existen en nuestra sociedad tengan impacto en los adultos de más edad?" pregunta la investigadora Becca Levy, de la Universidad de Yale. Ella y sus colegas han explorado esa pregunta en otras culturas, en el laboratorio y con el transcurso del tiempo.
Por ejemplo, compararon culturas con puntos de vista diferentes respecto al envejecimiento. Examinaron chinos continentales, estadounidenses sordos y que pueden oír. Los adultos jóvenes de los tres grupos respondieron de manera similar en tareas de memoria. Pero el desempeño de la memoria de los miembros de mayor edad correspondió con su punto de vista de la edad. Los chinos de más edad se desempeñaron mejor, pero el grupo de estadounidenses de mayor edad que sí oía fue el peor.
Una ironía de la investigación de este tipo es que al aferrarnos a imagenes de juventud y aborrecer las de edad avanzada, es posible que nos forcemos a tener un final debilitado o incluso prematuro.
Así que la gente aprende a temer y tal vez a despreciar lo que (con suerte) llegarán a ser.
© 2002 The Dallas Morning News