Recientemente la Cámara de Diputados aprobó por mayoría abrumadora, una reforma a la Ley General de Educación, mediante la cual se eleva el gasto público en educación pública al equivalente al 8% del PIB, para el año 2006.
La iniciativa fue del PRD, quien consiguió el apoyo del PRI y, tras varias horas de debate con el PAN, se logró el voto a favor de varios legisladores panistas.
Sin duda el fin suena bastante noble: mejorar el nivel de educación de la población mexicana, cuyo grado promedio de escolaridad es apenas de 7 años.
Sin embargo, la reciente aprobación despierta varias preocupaciones:
n Actualmente, el gasto en educación ya absorbe alrededor del 42 por ciento del presupuesto del Gobierno Federal, cifra en porcentaje que ya de entrada es bastante elevada.
n Si los ingresos públicos se mantienen sin cambio, que a juzgar por los acontecimientos y a falta de una verdadera reforma fiscal, se necesitará reducir el gasto del Gobierno en otros rubros, como salud, seguridad pública, apoyo al campo, combate a la pobreza, creación de infraestructura física, etcétera, para poder incrementar el gasto en educación gradualmente hasta alcanzar el 8 por ciento.
n Es muy probable, dados los tiempos políticos, que los mismos diputados que votaron a favor de elevar el gasto público en educación, sean los que voten a favor de incrementar las participaciones a estados y municipios, y los que impidan el aumento de impuestos (salvo el suntuario, que en términos de recaudación no sirve para nada) o la eliminación de trato preferencial, en materia de impuestos, a transportistas, agricultores, etcétera. Entonces ¿de dónde van a salir los recursos adicionales para la educación?
n El incremento al gasto corriente propuesto por el Gobierno Federal y tan criticado por los legisladores de oposición, en su mayor parte está destinado al pago de la nómina de la burocracia, la cual por cierto en buena medida está afiliada a los sindicatos ¡priístas!
n Los diputados que abanderaron la propuesta, Félix Salgado Macedonio del PRD y Miguel Bortolini del PRI, con toda intención ,no desaprovecharon la oportunidad para recordarnos a todos, que la propuesta de elevar el gasto en educación a 8 por ciento del PIB era del propio Presidente de la República, cuando era candidato. Sin embargo, no aclararon que el Presidente Fox había dicho que el aumento se cubriría con los ingresos de una supuesta reforma fiscal.
Los diputados de oposición, por cierto, tampoco propusieron a quién habría de quitársele lo que aumentarían al presupuesto de educación.
n La propuesta por tanto suena bastante irresponsable.
n Sin duda los rezagos en materia de educación no deben enfocarse sólo a los aspectos cuantitativos, sino cualitativos de la educación, pues como lo han demostrado varias encuestas, la calidad de la educación mexicana deja mucho que desear.
n Lo que nuestros H. diputados no han dicho, es que la tasa del 8 por ciento sugerida por la UNESCO (antes que por el Presidente Fox), no se refiere exclusivamente al gasto público federal, sino al gasto total de la nación en su educación, por lo que habría que esperar que el Gobierno eleve su presupuesto en este rubro, pero también la sociedad entera entre los que habría que incluir al sector privado y al social.
n Asimismo, habría que tomar en consideración no sólo el nivel del gasto, sino la eficiencia en su uso, pues sería absurdo no reconocer que existen serias fallas de fondo en articulación del sistema educativo; altos índices de repetición y analfabetismo funcional, y desigualdad regional en la calidad de la educación, que propician los bajos estándares educativos.
n La postura del Congreso sin duda es positiva en abstracto; sin embargo es obvio que adolece de una falta de realismo presupuestal tremenda y preocupante.
He oído últimamente a varias personas quejarse de su trabajo, y el siguiente es una especie de terapia que, si es su caso, podría aplicarla para compensar ese mal sentimiento que no deja nada bueno.
Cuándo tenga un día de esos en que piensa ?¡Odio mi trabajo!?, haga lo siguiente:
En el camino de vuelta a casa desde el trabajo, pare en una farmacia y diríjase hacia donde están los termómetros.
Compre un de esos termómetros rectales de Johnson & Johnson. Solo asegúrese de agarrar ese modelo y esa marca.
Cuando llegue a casa, cierre la puerta con llave, baje las persianas y descuelgue el teléfono para que nadie lo moleste durante su sesión de terapia. Póngase en ropa muy cómoda, como un pijama ligero, o si es usted mujer, un camisón de esos muy ?vaporosos? y échese en la cama. Abra entonces el paquete y saque el termómetro. Póngalo con mucho cuidado sobre su mesilla de noche para no romperlo.
Agarre entonces el prospecto de instrucciones y garantía y léalo. Encontrará en letra pequeña la frase siguiente: ?La calidad de cada termómetro rectal fabricado en Johnson & Johnson ha sido verificada personalmente?.
Ahora cierre los ojos y repite en voz alta, al menos cinco veces: ¡Que bueno que tengo mi trabajo! ¡Estoy tan contento de no tener que trabajar en el departamento de Control de Calidad en Johnson & Johnson!.
Hasta la próxima...
lfflores@scotiainverlatcb.com