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Las Dos Torres, una guerra de emociones

Agencias

PARíS, Francia.- Una batalla tiene lugar en la Tierra Media, donde hobbits, elfos, hombres y un enano se juegan los últimos segundos de vida contra las fuerzas oscuras del mago Saruman, quien desea borrar del mapa la presencia de quienes no deseen ser sus servidores.

En El Señor de los Anillos: Las Dos Torres (2002), el duelo se da de manera espectacular, mientras que su director Peter Jackson pide no sólo prestar atención a las hazañas de los héroes, sino que nos enlodemos con ellos en la guerra más importante de todas: la de las emociones.

Ahora el noble Frodo (Elijah Wood), quien lo conociéramos en El Señor de los Anillos (2001) como un hobbit decidido y optimista de destruir un anillo de poder infinito, vive en carne propia lo que significa cargar con la responsabilidad en su cuello y saber que muchos han caído en la tentación de ponerse la argolla, para después fracasar y ser sombras caminantes.

Para ejemplo, está el caso del hobbit Smeagol, quien de joven mató a su primo por poseer la dorada joya, condenándose a desearla por siempre y pronunciar su lamento: “mi preciosidad... ¿dónde estás?”.

Si el primer filme basado en la trilogía de libros de J.R.R. Tolkien se centró en una serie de personajes que conformaron la Comunidad del Anillo jurando defender a Frodo hasta la muerte, ahora en Las Dos Torres la espada y la magia lanzan su poderío para definir quiénes son los dignos de ver el amanecer de un nuevo día, dentro de una trama cuyo principal tesoro es cuidar la idea de la esperanza en tiempos de zozobra.

A diferencia de la adaptación de los dos filmes de Harry Potter que siguen al pie de la letra escenas y trama de los libros de J.K. Rowling, en Las Dos Torres Jackson y sus coguionistas rearman la estructura del texto de Tolkien y le dan un sentido de narrativa que el cine exige.

Mientras que en el libro, hasta la mitad encontrábamos a Frodo y Sam en su intento por cruzar la fétida tierra de Mordor con la intención de arrojar el anillo en el fuego candente de sus montañas, en la película vemos desde el inicio cómo la trama de los hobbits se cuenta a la par de la del humano Aragorn (Viggo Mortensen), el elfo Legolas (Orlando Bloom) y el enano Gimli (John Rhys-Davies), quienes están buscando salvar a los hobbits Pippin (Billy Boyd) y Merry (Dominic Monaghan) de las manos de los orcos que sirven al mago Saruman (Christopher Lee).

Personaje a personaje, la historia nos va preparando para la guerra, que tendrá lugar en el fuerte de un castillo donde yace una colonia de hombres y mujeres que deben defender sus vidas de los orcos.

Conocemos nuevos personajes como el Rey Theoden de Rohan (Bernard Hill) y su bella hija Eowyn (Miranda Otto), a quien acecha el consejero real Grima (Brad Dourif). Los dos primeros deben liderar a los suyos, mientras Aragorn, Legolas y Gimli les ayudan.

Existe el regreso triunfal del mago Gandalf (Ian McKellen), quien ahora ha dejado su vestimenta gris por la blanca y tiene mayores poderes. Y los caballeros negros que cazaban el anillo, ahora están montados en dragones de la oscuridad que sobrevuelan la zona en busca de cualquier pista de los hobbits.

Pero sin duda, quienes transmiten la batalla interna que todo portador del anillo conlleva son Frodo y Seagol, ahora rebautizado por su apariencia grotesca en Gollum.

Frodo es el héroe a seguir por ser alguien cuya voluntad es el de salvar a su mundo y cuya inocencia de campirano se ha ido transformando en la madurez de un ser que sabe sus limitaciones, pero que está dispuesto a desafiar a un horror que no termina de entender su dimensión.

Pocas veces vemos en pantalla a protagonistas como el interpretado por Wood que transmitan su miedo de una manera tan constante. Jackson dirige a su héroe como alguien que su mérito mayor es ir aprendiendo la importancia de su misión en el camino, siendo su fortaleza el corazón, más que sus habilidades en espada, o cualquier tipo de arma.

Por ello, el personaje espejo de Frodo es Gollum, con quien tendrá que compartir el camino hacia Mordor y que vivirá su acoso por estar cerca del anillo, cual drogadicto que anhela su heroína.

Gollum, realizado enteramente por computadora sobre la actuación de Andy Serkis, personifica el deterioro de un hombre hacia el poder y la ambición. Volviéndose más interesante, por ser alguien que por un momento intenta dejar su adicción y volverse guía de los hobbits, incluso compañero de viaje.

Mientras las espectaculares batallas se dan en batalla, en escenas sin precedente en la historia del cine, Frodo y Sam y Gollum, deben sortear peligros del otro lado de las montañas. Aquí es la oportunidad de probar la determinación de los hobbits y su sentido de desinterés personal por la búsqueda del bien común.

Gollum es ciertamente el personaje digital mejor hecho de la historia y merecería una nominación al Oscar.

Y en el terreno de batalla, los temas de amistad y compromiso con la naturaleza que tanto le interesaban a Tolkien resuenan de maravilla, gracias también a que Jackson recoloca personajes en escenas clave que ni el novelista concibió de esa manera, pero que visto en pantalla adquiere mayor sentido y trascendencia para el mensaje global de la trilogía.

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