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Las hermanas Sodi

Guadalupe Loaeza

En el caso de las hermanas de Thalía, todo resulta indignante. En primer lugar, el secuestro que padecieron, Ernestina Sodi y Laura Zapata a lo largo de 34 días. En segundo, la prensa amarillista que se creó acerca del monto del rescate. Y en tercero, lo riesgoso que resulta vivir en un país, donde se está expuesta a ser secuestrada cualquier día, a cualquier hora y en cualquier colonia de cualquier ciudad. Es bien sabido que la indignación se puede relacionar con el mal realizado a otros. No hay duda que el mal que le provocaron a la familia Sodi, es un daño casi irreparable. Después de lo que les sucedió a las hermanas, ya no serán las mismas. Pero lo más triste de todo, es que esta familia mexicana, ya no creerá en su país, ni en sus autoridades, ni mucho menos, en sus gobernantes. Para ella, nada ha cambiado. Para ella, no existirá más el 2 de julio del 2000, ni la transición, ni eso que llaman democracia. A partir de este suceso tan triste, seguramente México será para la familia Sodi, el país de la inseguridad, de la violencia, de la impunidad y de la corrupción. Por todo ello, fue muy clara Laura Zapata al declarar a la prensa: “Sólo les podemos decir que vamos a salir de México”.

Sí, dejan su Patria porque en ella no se puede vivir con seguridad. Abandonan México porque tienen miedo y porque ya no pueden creer en él. Se van a vivir al extranjero, porque allá por lo menos se puede caminar, sin temor, por la calle; porque allá, sí son civilizados y porque allá no puedes comprar a la policía ni a los jueces. Que quede claro, no es que no quieran a México, es que después de este secuestro, las dos se sienten vulnerables. Las dos sienten rabia, mucho coraje. Mucha tristeza, pero sobre todo, impotencia. ¿Qué se puede hacer con todos estos sentimientos tan negativos? ¿Cómo se curan? ¿De qué manera se podrían diluir? ¿Cómo hacer para no sentir tanto miedo después de que una fue secuestrada por tantos días? ¿Qué hacer para borrar esta experiencia tan violenta de la memoria? ¿Dónde está el siquiatra que logra borrar del alma todas las impresiones que se fueron acumulando durante los días de secuestro? ¿Qué marca de antidepresivos o ansiolíticos deben tomar los secuestrados para superar el trauma?

Tal vez las hermanas Sodi tienen la impresión de que puedan volver a ser secuestradas. Si así fuera, de dónde sacarían más dinero para otro rescate. No se entregó dinero de mi hermana (Thalía), no se entregó dinero de ellos (Mottola). Lo que se entregó fue el resultado del esfuerzo de mi hermana Ernestina que es escritora y yo. Somos dos mujeres trabajadoras porque no tenemos un hombre a nuestro lado... el rescate se pagó del esfuerzo de la familia Zapata-Sodi. Resulta interesante que Laura Zapata haga hincapié en el hecho de que no tienen un hombre a su lado. De haberlo tenido, ¿hubiera sido él quien hubiera pagado el rescate? No necesariamente. Por otro lado, ¿estará Laura diciéndoles a las mujeres que trabajan y que no tienen pareja que vayan haciendo sus ahorros para un posible rescate? He allí un motivo de más por el cuál hay que trabajar mucho, mucho. Ahora no nada más hay que ahorrar para una posible enfermedad, sino para un posible secuestro. Aunque tengamos pareja, no hay que confiar. ¿Qué tal si le resulta una oportunidad espléndida para deshacerse de nosotras? ¿Qué tal si los familiares que consideramos millonarios, a la mera hora, se niegan a prestar el dinero? Los que están de acuerdo con colaborar ¿qué tal si nada más ofrecen un 10 por ciento del rescate? Ante tales disyuntivas no nos queda, a las mexicanas y a los mexicanos, más que abrir una nueva cuenta bancaria destinada exclusivamente para un probable rescate. Después de haber pagado el suyo, ¿se les fueron a Laura y a Ernestina íntegramente sus ahorros ganados con muchos esfuerzos? ¿Cuántos años tendrán que trabajar de más para reunir de nuevo lo que habían ahorrado?

Dice Laura Zapata que afortunadamente, se toparon con personas profesionales que no nos mutilaron y que no nos faltaron el respeto. ¿Qué hubiera sucedido de haber sido secuestradas por amateurs los cuáles siempre acaban mutilando a sus víctimas? Antes de ser secuestradas, ¿debemos de asegurarnos de que se trata de secuestradores profesionales? ¿Por qué si son profesionales, la policía no ha dado con ellos? ¿Por qué, precisamente, son profesionales? No, ya no más secuestros, ni de improvisados , ni mucho menos de profesionales. Por eso los que han sido secuestrados, mejor huyen a otro país. Al que fuera, pero que no sea México, ni Colombia, ni a otro tan pobre como los dos anteriores. En el caso de Laura y Ernestina, no nada más quieren huir de este país, también quieren huir de la prensa. Están hartas de las “especulaciones” que han formulado los medios de comunicación a raíz de su secuestro. Sí, están hartas. Hartas de haber perdido por completo, la poca intimidad que tenían. Hartas de que las llamen las hermanas de Thalía, como si ellas no tuvieran su propia personalidad. Entonces porque eran las hermanas de Thalía, ¿las secuestraron? Y hartas, de las mismas preguntas y de las mismas súplicas: Les pido respeto por el momento que estamos viviendo. Están poniendo en riesgo la integridad de la familia por todo lo que se ha dicho en la prensa.

Ya basta de especulaciones y de decir que los artistas somos ricos. Quiero pedirles que por favor dejen de decir que el rescate fue de “tanto”, pidió Laura Zapata a la prensa. Su voz se escuchaba extremadamente alterada. Era una voz de angustia, de dolor y de mucho enojo. Por el amor de Dios. Por caridad. Por favor. Por respeto. Ya basta. Vamos a salir de viaje porque Ernestina está mal de salud. Ayuden a cuidar la integridad de esta familia, le rogaba la actriz, a todos los reporteros que la rodeaban con su micrófono en la mano. Se los suplicaba con esa voz tan destemplada. Con voz de secuestrada. Con voz de mujer fuera de sus casillas. Finalmente, lo único que les suplicaba era respeto. Respeto por ella; respeto por su hermana cuyos ojos se mantuvieron vendados por más de treinta días; respeto por su familia y respeto como el que debe de tener cualquier ser humano. A pesar de que finalmente ya recuperaron su libertad, de alguna manera, Laura y Ernestina siguen “secuestradas” pero por los medios de comunicación y por todas esas preguntas tan imprudentes que hacen los periodistas los que lo único que quieren lograr es la nota.

Así de imprudente se vio, el martes por la noche, Joaquín López Dóriga. Entre más formulaba sus preguntas, más angustiada se escuchaba Laura Zapata. Claro, que la actriz no se podía enojar con él. Se hubiera arriesgado demasiado. Hubiera sido como molestarse con los de casa. Independientemente de que Laura sea hermana de Thalía y que sea actriz de telenovelas producidas por Televisa, antes que nada es una ciudadana mexicana con derechos, los mismos que le robaron cuando la secuestraron junto a su hermana. Lo más terrible que sucedió esa noche en el noticiero, es que no contento López Dóriga de su insistencia por hacer hablar a Laura, inmediatamente después de la entrevista telefónica, pasó un reportaje en donde se veían cómo dos individuos le robaban la bolsa del coche a una conductora que hacía todo por defenderse. ¿Qué tan útil y dignificante resultará para los millones de televidentes ver todas, todas, todas las noches las mismas escenas de violencia? Con este tipo de contenidos, ¿acaso no somos también rehenes de los noticiarios televisivos?

¿Qué nos resta hacer a los mexicanos? ¿Irnos todos de México? ¿O seguir viviendo con el alma en un hilo?

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