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Las tensiones de la vida/Diálogo

Yamil Darwich

¡Qué mundo paradójico vivimos!

Nunca como ahora existieron más y mejores ofertas de comodidad y facilidades para la vida generadas por los adelantos tecnológicos y científicos; en contraposición, a cada día, la mayor parte de la gente está más lejos de alcanzarlas.

Hoy es fácil prolongar la vida de los seres humanos y ofrecer alternativas para vivirla con mayor calidad, entereza física y comodidad; sin embargo, qué triste es la verdad absoluta de que en el mundo actual están limitadas las oportunidades de salud y vida para los habitantes del tercer mundo.

En este siglo que inicia, la educación ofrece más opciones y modos de estudiar; sin embargo, pareciera que los profesores se olvidan de la razón y el para qué dedicarse a trabajar en el noble oficio de enseñar, transformando a esas actividades, en muchos casos, en tan sólo una forma más de ganarse la vida, y a veces ni eso.

Nunca en la historia de la humanidad, la ciencia y la técnica de la administración pública ofreció mayores posibilidades para ser eficientes y eficaces; paradójicamente, es en estos tiempos cuando se han manifestado las más grandes fallas e iniquidades por parte de quienes gobiernan al planeta.

Estas son sólo algunas de las razones por las que vivimos más tensos en este mundo postmoderno.

Tensiones entre gobiernos y gobernados; maestros y alumnos; hombres y mujeres; productores y consumidores; científicos y tecnócratas ante humanistas y religiosos; globalifóbicos contra globalifílicos, etc.

Estamos desorientados. Ahora buscamos correr para no llegar a ningún lado persiguiendo cosas que no deseamos. Trabajar intensamente para tener dinero y consumir productos que no nos son útiles; exigirnos tener respuestas a preguntas que muchas veces no nos hicimos nosotros mismos por ser intrascendentes para nuestras vidas; perseguir formas de vidas sociales que cuando las alcanzamos no llenan nuestras necesidades de satisfacción como seres humanos.

Competimos unos contra otros buscando tomar la delantera en ganancias materiales para luego invertirlas en tratar de apaciguar al espíritu, actuando en contraposición a la razón. Y todo eso no es bueno para el alma, para la paz y la tranquilidad; entorpece los propósitos de vivir en calma, con mayor calidad de vida en familia y sociedad.

El colmo para nosotros, los habitantes del tercer mundo, que con grandes limitaciones y renuncias estamos luchando por alcanzar la clasificación de desarrollados; que hemos invertido calidad de vida social en pos de alcanzar los estándares impuestos para la economía nacional; cuando estamos a punto de lograrla, ahora nos hablan de “lo conveniente”: ¡la post modernidad!, cambiándonos la jugada y proponiéndonos nuevos esfuerzos, nuevos sacrificios.

¿Quién o qué nos impulsa a todo ello? ¿Dónde y de qué forma se alcanza la mejor calidad de vida?

La respuesta a este diálogo se la dejo a Usted, compartiendo con amigos y familiares, que espero se comprometan para sí y para todos; que traten de cambiar las cosas, al menos en lo individual, y de ser posible influir al interior de la familia, con los vecinos, amigos y compañeros de trabajo.

Desde luego que le escribo sobre el tema en este período de festejos de Navidad y año nuevo, tiempos en que nos mostramos más abiertos a escuchar cosas de espíritu, de la ética y la moral; cuando nos detenemos en la carrera del consumismo y del individualismo para repensar quiénes somos y para qué vivimos.

Lo invito a reflexionar, dialogar con sus familiares y amigos; aceptar el reto de cambiar las cosas, al menos en su medio íntimo y con su círculo cercano de amistades y compañeros de trabajo. ¿Acepta hacer algo, por poco que le parezca? Le deseo todo género de éxitos y felicidad en estos días de fiestas navideñas. ydarwich@ual.mx

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