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Lo nuestro es resistir

Adela Celorio

Cuando tengas ganas de morirte no alborotes tanto, muérete y ya.

Jaime Sabines

Antes de salir para su pueblo a celebrar con los suyos el Día de Muertos Ramira me avisó: -Mire señora, además de mi quincena quiero que me preste para comprar un Chivas- ¿Un quée? pregunté sorprendida y la muchacha se explicó: mi mamacita invitó a su papacito de usted para que vaya a comer el mole en su humilde casa, pero pues ya ve que a él le gusta su guisquito y ... ¿Qué estás loca? Tú sabes muy bien que mi papá murió hace tres años y ya no toma güisqui ni nada. No, si mi mamacita también es difunta pero ya me avisó que le lleve yo su botella al señor grande para allá porque ya ve usted que aquí ni siquiera un altarcito le ponen.

Está bien -pensé- después de todo es mejor que papá se vaya a cenar con la mamá de Ramira a que se quede solo una noche en que todos los muertos andan de ronda. Y por lo visto la locura andaba suelta porque de otra manera resulta inexplicable que me hayan llamado ese mismo día para ofrecerme un paquete funerario: “es muy accesible y se asegura usted el espacio en un moderno y elegante lugar de reposo, puede escoger desde ahora el modelo y el color de ataúd que vaya más con su personalidad y el paquete incluye transportación en carroza de lujo y un hermoso arreglo con sus flores preferidas. Si lo paga de contado le hacemos el quince y si lo carga a su tarjeta de crédito le ofrecemos seis meses sin intereses. En caso de que usted fallezca antes de los seis meses, su deuda queda cancelada automáticamente”.

La vehemencia del vendedor estuvo a punto de convencerme pero reaccioné a tiempo: -muchas gracias pero de momento lo que me preocupa no es la muerte sino la vida y lo que necesito es espacio para estacionarme. Lo que necesito es mantenerme a salvo del ánimo agresivo-defensivo que hemos desarrollado en esta ciudad y la seguridad de que volveré a casa sin que nadie me atropelle ni me desvalije por el camino. Me preocupa sobrevivir a los perros feroces que guardan las puertas de los comercios y a las armas de alto poder que me apuntan en la entrada de las oficinas, bancos supermercados y hasta en algunas iglesias de las colonias elegantes. Me obsesiona seguir resistiendo tercamente a los ataques de claustrofobia que me provocan los embotellamientos y toda mi energía está enfocada a generar el dineral que se requiere para comprar protección sin la cuál no se puede vivir en esta capital. Antes que pagar mi propio funeral necesito asegurarme de mantener contenta y bien pagada a la policía que siempre nos vigila, que conoce todos nuestros movimientos, que nos observa silenciosa desde los lugares más inesperados y sabe a dónde vamos y de dónde venimos; con objeto de que no se vaya a pasar a las filas de los delincuentes y ahí sí no hay ni Dios que nos proteja. Eso de morir prefiero dejarlo para lo último ¿no le parece joven?

-Señora, toda la gente piensa que morirse es cosa de otros, pero de que nos llega nos llega y más pronto de lo que pensamos... -Mire usted ¿por qué no me llama cuando su paquete funerario incluya ataúdes con televisión por cable? ¡Caray! que vendedor tan terco, menos mal que no me dejé enganchar con la oferta pero no sé por qué desde que colgué el teléfono me obsesiona la idea de que ese muchacho como que me sabe algo.

ace@mx.inter.net

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