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Los días, los hombres, las ideas/Los horarios de la guerra

Francisco José Amparán

Fue un espectáculo hasta cierto punto divertido: los franceses echaron mano de sus más clásicas marrullerías destinadas a enervar a los americanos, tomadas del libro de Charles De Gaulle: una linda tradición gala; los rusos, sin saber bien a bien por qué, también le pusieron piedras en el camino a los gabachos; uno sospecha que fue más por inercia histórica que por tener algo que decir; y los chinos se mostraron asimismo desdeñosos, nada más para que los tomen en serio. Después de todo, la última vez que se presentó un argüende de este tipo, China se abstuvo; y por tanto y de rebote se colocó a la sombra de la inconsecuencia. Vaya, hasta México se hizo el agraviado porque los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU no le habían echado un lazo (aquí entre nos, igual le pasó a Colombia, Irlanda, Mauricio (o Mauritius), Siria, Etiopía y demás miembros no permanentes), y Aguilar Zínzer se puso sus moños, muy digno él.

De cualquier manera, luego de varias semanas de estira y afloja, de gritos y sombrerazos, los Estados Unidos se salieron con la suya. No sólo introdujeron al CS una resolución que fue aprobada por unanimidad; sino que, aunque no de manera automática, le permite ir a la guerra contra Iraq con la teórica venia de las Naciones Unidas. De manera tal que, en cuanto los inspectores de la ONU se quejen de que no los dejaron entrar a un baño de gasolinera (lugares que, al menos en México, incuban innumerables armas biológicas), Estados Unidos desatará toda su furia sobre un país que ya no siente lo duro sino lo tupido (Recuerden: ¡los pobres iraquíes llevan 23 años aguantando a Saddam!). Situación que, resulta obvio, está sirviendo de distracción para que la administración Bush no tenga que enfrentar públicamente el verdadero problema principal del Imperio: el pésimo manejo que los republicanos han hecho de la economía. Y sirve que pueden desquitar el coraje de que el verdadero responsable de los agravios mayores, Osama bin Laden, sigue vivo, según se colige de una fantasmal grabación de audio que salió a flote la semana pasada.

Nadie se hace ilusiones que los Estados Unidos se van a dar por satisfechos con las inspecciones de la ONU. Para Bush y sus halcones, ese preludio constituye una molestia a la que tuvieron que condescender para darle por su lado a las buenas conciencias locales, y a uno que otro aliado latoso. Ahora sí pueden decir que obedecieron a la ONU, y que Saddam se buscó lo que le va a ocurrir, por no entregar las armas que los inspectores es fecha que no hallan (ni, creo, hallarán). Aquí la cuestión no es si EUA va a atacar Iraq, sino cuándo.

Así pues, no está de más echarle un vistazo al calendario, a los tiempos y movimientos, a los horarios de la guerra.

Por lo pronto, y si sabe manejar sus cartas, Saddam Hussein ya ganó de cuatro a seis meses de gracia. Estamos suponiendo que Saddam no va a hacer algo espectacularmente tonto, como impedir a balazos que los inspectores entren a alguno de sus muchos palacios presidenciales. Claro que, conociendo al mostachón tirano, es MUY posible que haga algo espectacularmente tonto: después de todo, su carrera ha estado salpicada no sólo de actos sanguinarios sin cuento, sino de pésimas decisiones tomadas en los momentos más inoportunos. Después de todo, su país está pasando las de Caín precisamente por las patas que ha metido el dictador desde hace dos décadas.

Así pues, hemos de suponer que por ahí de febrero o marzo, dependiendo de cuándo estén los inspectores en el terreno, los Estados Unidos (bueno: el Consejo de Seguridad) van recibir sus informes, y los van a leer como les dé la gana: digan lo que digan los asoleados técnicos de Naciones Unidas, Bush va a gritar que ahí viene el lobo, y EUA va a desatar una guerra que tendrá consecuencias sumamente inciertas. Y que puede resultarle contraproducente.

Recordemos que en la precuela a esta pésima serie, Estados Unidos y sus cachanchanes se tomaron su tiempo antes de dar el golpe: de agosto de 1990 a enero de 1991: medio año. Ahora lo más probable es que los Estados Unidos tengan muchos menos aliados (quizá únicamente sus perrillos falderos británicos) y una barbaridad más de problemas logísticos (por ejemplo: el uso de la crucial base aérea de Incirlik, en Turquía, no puede darse por descontada). Aún así, los seis meses de plazo los tiene ahí... y ya empezó a movilizar recursos hacia esa zona del mundo. De nuevo, el calendario señala hacia el fin del invierno o la primavera temprana.

Dado que los objetivos en este caso resultan mucho más claros que hace 12 años, podría pensarse que es fácil prever la duración del conflicto. Ahí es donde Estados Unidos no parece haber puesto los pies en la tierra. Y es que, aún logrando la meta fijada (derrocar al régimen de Saddam para que no siga generando armas de destrucción masiva), los plazos y las repercusiones pueden variar notablemente, dependiendo de muchos factores que están fuera del control de Estados Unidos.

A nadie le cabe duda que los iraquíes van a ser despedazados militarmente una vez más. También queda claro que esta vez los americanos pagarán un precio mucho más alto que en la ocasión anterior: Ahora Saddam va a luchar por su mismísima vida, y va a echar toda la carne al asador. En 1991, el ejército profesional americano enfrentó mayoritariamente a reclutas bisoños, soldados de ínfima calidad y simple carne de cañón, a quienes hasta Meg Ryan podía bombardear con bidones de gasolina. La columna vertebral militar de Iraq, la Guardia Republicana, tuvo muy pocas bajas, dado que Saddam la retiró de los cocolazos cuando vio que todo estaba perdido. Ahora esos cuerpos de élite en teoría se la rifarían hasta el final. Aunque, la verdad, quién sabe cuánto aguanten o qué tan leales sean ante un enemigo bien armado. Lo que sí, a un Irán desesperado y mal abastecido le dieron buena pelea hace más de una década.

¿Qué tanto pueden contar los EUA con una rebelión popular que derroque al tirano? La verdad, harían bien en esperar sentados. La última vez los Estados Unidos dejaron colgados de la brocha a quienes intentaron aprovechar la derrota de Saddam para derrocarlo. Los shiítas en el sur y los kurdos en el norte no quieren saber nada de los gringos, a quienes acusan de haberlos traicionado en 1991 y 1996, respectivamente. La verdad, Estados Unidos se hace de enemigos hasta entre los enemigos de sus enemigos. Lea el trabalenguas de nuevo, y verá que tengo razón.

Otros factores a considerar serían: si Iraq usa armas biológicas o químicas (las que ha jurado no tener durante diez años); si Irán (el cuál, siempre hay que recordarlo, NO es árabe) hace algún movimiento que ponga de pestañas al mundo árabe; si el gobierno israelí (en caso de continuar encabezado por los gorilas actuales) actúa impulsivamente, provocando una guerra generalizada en la región; si la ofensiva americana promueve, de rebote, el derrocamiento de la Casa de Saud o algún otro régimen corrupto de la zona. En fin, que las opciones son bastantes... y nada halagüeñas.

Y, nos tememos, Bush no las ha considerado ni por encimita. Ya sabemos que su intelecto no da para mucho. Pero como que tiene mucha gente a su alrededor que podría abrirle los ojos a una realidad que es mucho más compleja de cómo él nos la presenta. Y que puede tener amargas consecuencias para todos, de Bagdad a Berlín a Batopilas.

Correo: famparan@campus.lag.itesm.mx

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