Hijo de Apóstolo Strimpópulos y de Ekatherine Sideri, Demetrio Strimpópulos nació en Scopi Tripoli, Arcadia, Grecia, el 17 de abril de 1901. Los antiguos poetas cantaron a la Arcadia como residencia de la inocencia y la felicidad. Nacer en ella, pues, ya señalaba a Demetrio como algo diferente, como si hubiera nacido en el Paraíso, pongamos por caso, o algo así.
No obstante lo anterior, a los 10 años ya estaba preparándose para venir acá un día y hacer lo que aquí hizo; es decir que comenzó a trabajar en un café, llevando a media mañana y a media tarde pastelillos y café a sus propios negocios a los comerciantes del rumbo, igual que lo hacían otros varios muchachos de su edad.
Con aquella preparación, a los 15 años se sintió listo para conquistar la capital y un buen día, despidiéndose de los suyos, se marchó a Atenas. En ella buscó y obtuvo trabajo de mesero en un restaurante en el que estuvo dos años, porque a los 17 el ejército lo buscó, lo encontró y lo reclutó enviándolo a luchar contra Turquía, guerra en la que Grecia perdió algunas de sus posesiones de Asia Menor y Demetrio fue herido en una pierna. Lo peor del caso fue que los médicos brillaban por su ausencia, como si los soldados griegos del siglo XX fueran invulnerables como lo fueron sus antiguos héroes, según la leyenda.
Total que Demetrio, para detener el sagrado, presionó su herida él mismo y, cuando por fin lo pudo ver un médico sólo fue para decirle, que allí no le podían hacer nada, pero que, independientemente de ello, su herida ya había cerrado. De todas maneras, lo llevaron a Atenas, y ya estando en el hospital, después de revisarlo, los doctores le dijeron que si operaban para sacarle la bala de máuser que lo había herido podía quedar cojo, noticia y posibilidad que de ninguna manera le gustó a Demetrio, decidiendo dejar donde estaba aquella bala, que fue, para sí mismo, por el resto de su vida constancia de su participación en aquella lucha y condecoración por el valor con que actuó en ella. Al terminar la guerra él siguió viviendo en Atenas trabajando de mesero, que era lo que sabía hacer bien. Y así hasta 1928.
En realidad cuando a los 15 años se fue a Atenas, pensaba que esta ciudad le serviría para ahorrar y reunir más rápidamente el dinero que necesitaba para viajar a Norteamérica, que era su sueño. Pero el hombre propone y Dios dispone. Entre sus primeros dos años en ella y luego la guerra, pasó que sus hermanas Georgina y Vasiliki tenían planes matrimoniales , pero para llevarlos a cabo tenían que aportar su dote, según era la costumbre en Grecia, así que él tuvo que trabajar hasta 1928 para dar a sus hermanas sus dotes para casarse.
Su otra hermana, Elizabeth, había fallecido, adolescente todavía, de difteria; su hermano Panayotis, conocido por Pit, que había participado en la Primera Guerra Mundial, peleando en Europa, se había ido a San Francisco, California, donde residía; y su otro hermano Christo, optó por quedarse en Grecia.
Así las cosas, y ya cumplidos todos los compromisos familiares, por fin, en 1928, Demetrio pudo viajar a México, llegando a Veracruz, donde abordó el tren que lo llevaría a la Ciudad de México. Antes, en el trayecto del viaje por barco se dedicó a aprender 800 palabras en español mediante un diccionario. Habiendo dejado la escuela en cuarto año, a los 10 de edad, todo lo que Demetrio aprendió durante toda su vida fue a través de lecturas de libros.
Ya en la Ciudad de México, trabajó de mesero en un restaurante ubicado por la calle 16 de Septiembre, frente al cine Olimpia. Allí conoció al que por décadas dirigió a la C.T.M.: Fidel Velázquez, que entregaba la leche a aquel restaurante.
Ahorrando todo lo que podía, sin permitirse ningún gasto que no fuera necesario, juntó dinero y se fue a Guadalajara, ciudad en la que sabía había una colonia de varias familias griegas. Llegó, pues, a la capital de Jalisco, buscó a sus paisanos, se identificó con ellos, y al poco tiempo asociado con Luis Limberópulos, abriendo allá “La copa de leche”, que tuvo éxito. Sin embargo, él sentía no estar del todo satisfecho, que algo le faltaba, que tiene que seguir buscando. Vende, pues, su parte a su socio y sigue rumbo al norte, llegando a Monterrey en abril de 1933. Allí, lo primero que ve fueron muchos locales desocupados. Alguien le habló de la ciudad de Torreón y de su oro blanco, el algodón. Sin pensarlo más se viene ese mismo día dispuesto a jugársela en La Laguna. Toma el ferrocarril, de la estación se va al Hotel Salvador, se registró en él, deja sus cosas y se dirige al banco más cercano donde Ismael Cepeda le renta una Caja de Seguridad, y le abre una cuenta de cheques. El dinero lo traía en dos “víboras” llenas de aztecas de oro, atadas alrededor de la cintura.
Al salir del banco, a pocos pasos se encuentra un local desocupado que renta de inmediato y en él abre su primer restaurante en esta ciudad: el “Apolo” que inaugura el 13 de mayo de 1933. En su menú el “chateaubriant” (filete de vaca con patatas), para dos personas, tenía un precio de $ 2.50 (dos pesos con cincuenta centavos) ¡Qué tiempos, señor don Simón! Las nieves de crema él mismo las elaboraba, particularmente la de naranja que era la especialidad de la casa.
En 1934 contrata como cajera a la señorita Elvira Ochoa Domínguez, con quien luego contraería matrimonio. Procrearon a María Teresa, que aquí reside; a Elvira Elisa, que reside en Inglaterra; a Victoria Eugenia y Demetrio Gerardo, que radican en Monterrey. De las que se le casan recibirá la inmensa alegría de que le den nietos que en cuanto comienzan a hablar le llamarán “Papuli”, que en griego quiere decir abuelito, y a los que, según van creciendo, los mal acostumbra haciendo realidad todos sus caprichos, pero a quienes tratándose de dinero sólo se los da si se lo piden en griego. En fin, que se gozaban mutuamente en una relación “sui géneris”. En “La Copa de Leche” Demetrio no sólo se iba dando a conocer sino haciendo popular. Para pocos fue el señor Strimpópulos, para todos llegó a ser Demetrio, por su facilidad para comunicarse de inmediato con los demás, respetuosa, pero también franca y alegre. Con el tiempo iba de mesa en mesa, saludando a sus clientes dándoles conversación además de lo que habían pedido de su carta, particularmente en las horas de los cafés, es decir, entre almuerzo y comida, y entre ésta y las cenas. Y como aquí se enteraba de que alguien necesitaba algo, y tres o cuatro mesas más allá sabía que estaba alguien que lo tenía, muchas veces servía de intermediario para que sus clientes vendieran unos lo que otros necesitaban, sin quererlo un día comenzó a recibir cinco o diez por ciento que no buscó, pero que tampoco rechazó porque se los había ganado.
“La Copa de Leche” a las horas del café se llenaba de comisionistas, de abogados, de comerciantes, de amigos dados a componer el mundo, de políticos, en fin, ¿quién que viviera de verdad no pasó por sus mesas? La fama de Demetrio fue tanta que no había fiesta social cuya mesa no fuera servida por él. Las del Casino ni se diga: el servicio ni se notaba porque estando este centro social en la Juárez, y “La copa” a la vuelta, por la Valdés Carrillo, Demetrio se ingenió para comunicarse por la azotea directamente a la cocina del Casino.
Allá por el 36 la situación le trajo días malos, la clientela le bajó, su esposa esperaba a su segunda hija, de seguir así sabía que le esperaba la quiebra; pero él tenía unos ahorros en El Paso, y esperaba sólo que su segunda hija naciera para ir por aquel dinero para aguantar a que aquello pasara. Y precisamente el día que su hija nació, 13 de octubre del 36, llegan a La Laguna los 300 ingenieros que se iban a encargar de medir la tierra que se iba a repartir y la que se iba a dejar a sus dueños, la mayoría de los cuales le formaron otra clientela segura mientras aquí radicaron, con lo cual Demetrio se recupera para siempre.
En el 63 regresó a Grecia, a visitar a los suyos. A su pueblo le regaló una escuela, y frente a la casa de sus padres plantó un almendro, a ambos los vería nuevamente en el año 72 cuando volvió a ir. Con los suyos siempre que tenía tiempo viajó a diversos puntos de México, cada vez uno diferente. En 1950 se asocia con Jorge Lambros y abren el restaurante “Apolo Palacio”, donde hasta 1976 Demetrio atendió a lo más selecto de nuestra sociedad, a los más destacados de nuestros visitantes, a los presidentes de la república en turno, cuando visitaban nuestra ciudad y etcétera. Cuando a las compañías de cine norteamericano les dio por filmar en los paisajes de La Laguna de Durango y trajo con ella a todos sus artistas necesarios para la película en turno, éstos aprovechaban para venir a comer al “Apolo”, cuya fama se había extendido, entre ellos John Wayne, a quien por una parte le gustaba la carne tampiqueña que preparaba el “Apolo” y también el tequila que tomaba para acompañar aquel platillo. Telly Savalas cuando filmó aquí lo visitaba diariamente echando buenas y nostálgicas pláticas con Demetrio.
Por aquellos años comer bien y “Apolo Palacio” llegaron a significar en nuestra ciudad lo mismo. Demetrio estaba siempre atento a que sus comensales fueran bien atendidos y, precisamente por ese servicio casi personalizado, y por la buena comida, su clientela crecía diariamente; los banquetes los servía en el gran Salón de los Candiles que ocupaba todo el segundo piso del edificio del restaurante que estaba decorado por el pintor lagunero Ruiz Vela que entre otras pinturas allí dejó la titulada “Almuerzo lagunero”.
Unos años antes de morir, sintiéndose mal hizo cesión de algunas de sus acciones, o algo así. A su ahijado Panayotis Lambros que, en cierta forma le representó supliéndolo; éste después negociaría con el Lic. Raymundo Chávez el manejo del “Apolo” que acabó cerrando en el 96 ó 97. Demetrio Strimpópulos Sideri murió, de cáncer, el 23 de diciembre de 1979, a los 78 años de edad. Sus mejores amigos fueron el general Procopio Ortiz y Pedro Gómez Reyes.
Por la época que le tocó participar en la vida lagunera; por los 46 años, más de la mitad de su vida, que aquí viviera; por la honorable familia que aquí formara; por la categoría de su servicio y por su cocina de la que siempre salían platillos a los que nadie podía resistirse porque según se acercaban abrían el apetito, Demetrio ocupa su lugar entre LOS NUESTROS.