Nació este inquietísimo lagunero en Matamoros, Coah., el 16 de abril de 1938, son sus padres Julio Mejía Juárez y Cipriana Domínguez de la Rosa. Y como de raza le viene al galgo, don Julio era inquietísimo y lleno de historia: fue egresado de la Universidad Obrera, Agente del Ministerio Público, editó periódicos como “La Antorcha”, por muchos años editó un “Epistolario” y, en fin, de los ocho hijos que tuvo con su esposa, que fue profesora rural, a seis les puso los nombres siguientes: Julio César, Artemisa, Ulises, Xóchitl, Prometeo Ciro, y es posible que el de Albertina haya salido de las páginas de Proust, siendo los otros Julio (a secas), Elbia, Juana de la Ascensión y María del Socorro.
Ulises, el cuarto hijo, no podía negar la cruz de su parroquia, y menos cuando su antecesor mitológico, Odiseo en griego, ya presentaba desde aquél su entonces los principales rasgos, inseparables de los Ulises, que ya distinguían al vencedor de Polifemo, y siguen distinguiendo al Ulises lagunero, Aries por añadidura: entusiasmo, osadía, buena memoria, inteligencia, lealtad, estrategia, independencia y lealtad.
Durante sus seis primeros años se ocupó, igual que su Gabriel García Márquez, autor al que tanto admira, a curiosear a su alrededor: a ver su casa, a sus hermanos mayores, y a los que después que él iban llegando, y a su ciudad, a la que tanto ha llegado a amar. Cuando llegó la época de estudiar fue inscrito, por cercanía, en la escuela “El Centenario”, de la que guarda el mejor de los recuerdos, lo mismo que de dos de sus profesoras: Amanda Contreras y Rosa Armijo, así como del profesor Macías, aunque de éste no está muy seguro si lo que recuerda son sus virtudes o su regla, pues eran aquéllos los fines de la época en la que la letra con sangre tenía que entrar. La profesora Saucedo, que también ha quedado entre sus recuerdos de escolar de primaria, la guarda en su memoria, porque al reglazo prefería el manotazo.
Entre sus compañeros de primaria le es inolvidable Pepín Mesta. También recuerda a Manuel Martínez y a Ulises Cuevas Tonero. Por cierto, no se le ha olvidado la siguiente anécdota: Acababan de repintar los sanitarios, y una buena mañana encontraron pintada en la pared de los de los hombres una leyenda que decía: “ULISES ESTUVO AQUÍ”, sugerida por una columna de monitos que aparecía a diario en este periódico y en la que siempre aparecía en uno de sus cuadros algo que contenía una leyenda diciendo: “Pancho estuvo aquí.” Como el otro Ulises estaba crecido para su edad, y era fuerte y bronco, al director se le borró por completo de la mente, y recordando en cambio al estudiante normal que era Ulises Mejía, lo puso cara a cara contra el resto de los demás y le echó una filípica de padre y muy señor mío, por dizque haber pintado aquello.
Terminó sus primeras experiencias escolares en 1950, y ese mismo año inició las segundas al inscribirse para hacer su secundaria y bachillerato en la “Venustiano Carranza”, de la que por entonces el profesor Cueto Nicanor era el Rector, y profesores, entre otros: Hernández, Subealdea, Federico, Rafael, Monfort, Carlos Mendoza. Entre sus condiscípulos de preparatoria estuvieron Francisco Aguilera y Claudio Martínez por quien conocería a Fernando Martínez con quien hizo una amistad fraternal que ya dura medio siglo. Por aquel tiempo también se aficionó al basquetbol jugando en el equipo de la escuela formado por Rubén Hernández, Claudio Martínez, Darío Castro, Jesús Ruiz y él, con buen éxito, pues tanto en juegos locales como de fuera ganaron varios premios.
En 1955 entró como conscripto al Servicio Militar y allí siguió jugando basket, pues tenían un equipo cuyo instructor era el profesor de Pablos, apasionado de este juego y amante de la disciplina, que les hizo conocer los secretos del juego enseñándoles a pivotear.
Por esta época, 1957, se fue un año a la UNAM donde inició la carrera de Leyes, que no terminaría. Volvió y en la ECA de 1962 a 1966, estudió la de Contador que terminó. Antes llegó a ser Presidente de la Sociedad de Alumnos, dirigiendo dos periódicos: “Mercurio” y “La Gaceta”. En el campo de la música le fue de gran ayuda Antonio Navarro, gran aficionado a la lectura y poseedor de una magnífica discoteca clásica. Se los llevaba con cierta frecuencia, a él y a Fernando para escucharla, pero no soportaba que se distrajeran mientras la oían, y cuando, en alguna ocasión esto llegaba a suceder, inmediatamente apagaba el reproductor y no los echaba fuera porque Dios es grande, y su amistad también.
También fue por entonces que se declaró su amor a la oratoria, a la declamación y al teatro. En la primera sus primeras orientaciones las recibió de su señor padre, y en el último Fernando Saavedra lo inició en la actuación y le enseñó dirección. Con Olivia Flores participó en “Mariana Pineda”, que dirigió, si mal no se recuerda, Luis Díaz Flores.
Pero, bueno, tarde o temprano debía llegar la hora de que comenzara a practicar aquello en lo que se había quemado las pestañas, y su inteligencia le aconsejó que no comenzara de abajo para arriba sino con las grandes empresas, así que comenzó en la Dupont, y aunque desde siempre se empeñó en aprender inglés a partir de entonces lo estudió con más empeño, inscribiéndose en el Instituto Mexicano Norteamericano que en aquellos años dirigía la señora Botello, y como segunda la señora Marroquín, a quien asistía como secretaria ejecutiva una jovencita con gran personalidad que era la encargada de recibir a los aspirantes a ser recibidos como estudiantes, platicar en inglés con los que decían saber algo y señalarles el grupo al que se integrarían.
Ulises, algo leía y entendía de inglés, y creía que, fácil, le pondrían en un grupo adelantado, pero, aquella recepcionista fue inflexible. “Usted va a comenzar desde el principio”, le dijo. Y no hubo argumento que valiera en contra. Ella, desde muy niña había estudiado el idioma inglés en Estados Unidos de Norteamérica en la ciudad de San Antonio, especializándose, al final, en él y en Arte e Historia en Monticello College, así que lo dominaba a la perfección. Lo que entonces no sabían ninguno de los dos es que, unos años más tarde, formarían pareja, y ambos se convertirían, en cuestión de inglés, en profesora y alumno a perpetuidad, pues ella era nada menos que María Cristina Berdeja Herrera, quien desde aquel día atrajo a Ulises con quien se casaría en 1965, formando una familia de cuatro hijos: Alejandro Ulises que hoy vive en Puebla; Ricardo Sóstenes, que reside en Saltillo; Julián que sigue viviendo en esta ciudad, y María Cristina, que vive en México.
Ulises dejó un buen día a la Dupont para pasar al Banco Agrario como sub Contador auditor, teniendo la suerte de tener como superior al Contador Miguel López de Heredia, a quien considera, en esa materia como un profesor de profesores. Era la época del esplendor del algodón, y el presupuesto que manejaba el Banco equivalía al de cuatro Estados: Coahuila, Durango, Chihuahua y Zacatecas. Para facilitar el manejo de todo aquello instalaron el Sistema de Cómputo de IBM.
Por el 68, cuando la inundación, decidió abandonar el Banco para colaborar con el señor Berdeja, su suegro, en un despepite que tenía en Ojinaga, y para allá se fueron a residir Ulises y María Cristina. Dos años estuvo por allá para volver por los 70. Los siguientes cinco años se movió mucho en el terreno universitario, como Consejero, Oficial Mayor, Secretario General y Maestro. En la UAC conoció e hizo gran amistad con el licenciado García Peña, Fraustro Madariaga. Salvador Jalife fue el primer coordinador de la Universidad para la elección de Rector, etcétera, etcétera, es decir, no hacía huesos viejos por ninguna parte.
En 1975, cuando el licenciado Homero H. del Bosque asumió la Dirección de Desarrollo de la Comarca Lagunera de Coahuila invitó a Ulises como sub director de la misma, dándole toda su confianza con lo cual obtuvo de él un trabajo eficaz, oportuno y lleno de realizaciones. Fue entonces que se lograron cosas como la modernización del rastro, se agilizó el trámite de la independización de Teatro Isauro Martínez, etcétera.
Al ser electo el licenciado del Bosque como Presidente Municipal, por supuesto que se llevó a Ulises con él, esta vez como Tesorero Municipal. Ulises que jamás ha desaprovechado una oportunidad de apoyar lo que en nuestra ciudad tiene que ver con la cultura, creado el Departamento de Arte y Cultura, a cuyo frente estuvo Fernando Martínez Sánchez, siempre estuvo con él, atento a las realizaciones de ese Departamento, como lo estuvo de Fancisco (Paco) Fernández Torres que se desempeñaba en Relaciones Públicas del Municipio.
Lo que fue el trabajo de Ulises en la Tesorería Municipal lo ha hecho constar el propio Presidente Municipal de aquel trienio licenciado Homero H. del Bosque Villarreal, autor del libro “ESTE TORREON”, en la página 298, donde dice el actual Cronista de nuestra ciudad: “En cuanto a las finanzas el tesorero C. P. Ulises Mejía Domínguez desempeñó un trabajo extraordinario, y así nuestro Municipio terminó con un pasivo de $ 20.000.000.00 y en cambio lo dejamos respaldado, con un inventario de bienes muebles adquiridos en esta administración por un total de $ 49.000.000.00 y una cartera de contribuyentes, cobrables a partir de enero de 1982 por 30.000.000.00 amén de un sistema mecanizado, electrónico, instalado en la tesorería para facilitar el registro de causantes, sus estados de cuenta y procedimientos de ejecución, con el que el ayuntamiento sucesor habría de recaudar más y mejor, como lo hizo...”.
Como una curiosidad hay que anotar que en un momento dado Ulises fue, por una situación especial de cambios de responsable en la Recaudación de Rentas ésta se quedó acéfala por un par de meses, durante los cuales Ulises fue tesorero de Torreón y Recaudador de Rentas del Estado.
Como decíamos al principio Ulises es inquietísimo, con otros viene promoviendo desde hace años la carretera Torreón-San Luis, que ahorraría tiempo en ese viaje, y desahogaría el tránsito de quienes para ir a aquella ciudad tienen que dar la vuelta hasta Saltillo. Dentro del proyecto se propone hacerla por suscripción. Le han invitado y ha aceptado integrarse a un grupo llamado “Ver Contigo” de Caritas en favor de los invidentes.
Es socio de la Cámara de la Propiedad Urbana. Promueve con Fernando Martínez Sánchez la creación de una Escuela de Música, de la que sería Director, según entiendo, Ramón Shade. Desde los tiempos en que en ella participaban Carlitos Monfort y Alfonso Ramos Clamont, ya desaparecidos, Ulises participaba en las comidas culturales que se sucedían un día a la semana en “Los Sauces”, y todavía, de vez en cuando, aparece por ahí sorpresivamente. Entiendo que al grupo le llaman el de los “Manteles Amarillos”. Fue activo 20/30.
En el Club Rotario militó durante 26 años y, en fin, su inquietud data de los tiempos en que fue “Boy Scout”. Lee “El Siglo de Torreón” desde chico, y fue en él que recuerda haber aprendido a leer. Es un gran lector de periódicos, muy madrugador y como María Cristina su esposa lo dejó como navaja de rasurar para leer en inglés, una o dos veces a la semana aparte de su “Siglo” y un diario de Saltillo, para estar bien enterado de lo que ocurre en la capital del Estado, también lee el “Times”. En las noches es cuando le sobra tiempo, y para que esto no ocurra más desde hace tiempo tiene un grupo de dominó al que también pertenecen Octavio Olvera Martínez y Octavio González Reyes. En fin, que ahora caigo en la cuenta que su tocayo, el Odiseo mitológico si volviera a nacer no aguantaría la rutina de Ulises Mejía Domínguez, uno de “LOS NUESTROS” por sus propios derechos.