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Los veneros del diablo

Gilberto Serna

Nunca la humanidad estuvo tan cerca de su extinción como ahora. Las armas han adquirido un rango mortífero como jamás lo tuvieron en el pasado. La ceguera de quienes tienen el botón rojo, para desatar un holocausto nuclear es de tal naturaleza, que piensan que podrán hacer lo que se les antoje saliendo indemnes. Están convencidos de que nadie se atreverá a intervenir mientras masacran a todo un pueblo, porque hay un convencimiento mundial de que están en su derecho de defenderse por los sucesos de hace un año cuando fueron derribadas las Torres Gemelas del “World Trade Center” en Nueva York. El sentimiento de tristeza y dolor del pueblo norteamericano, aunque parezca increíble, en el transcurso de un año se ha ampliado a las víctimas inocentes de los bombardeos en Afganistán.

Hasta ahora el gobierno de George W. Bush esperaba convencer a sus tradicionales aliados para legitimar su escalada bélica contra Bagdad. De no lograrlo ya anuncia que está dispuesto a actuar unilateralmente, es decir, a hacer la guerra pésele a quien le pese. Y a ver quién se atreve a desafiar al gigante mejor armado de todos los tiempos. No han pasado muchas semanas desde que lo vimos atacar a Afganistán con tal furia que arrasó con su “enemigo” en un abrir y cerrar de ojos. Ahora sigue Iraq, contra quien no hay pruebas de que esté desarrollando armas de destrucción masiva o de que esté involucrado con el grupo terrorista Al Qaeda y, sin embargo, está en la mira por que “yo lo digo” y “sanseacabó”.

El gobierno iraquí, según versión de Washington, no tiene armas de destrucción masiva, pero “hay visos de que quiere tenerlas”. No falta en este embrollo quien diga, con gran escepticismo, que detrás de todo esto no hay otra cosa que la ambición de controlar el petróleo del mundo; “cuál terrorismo ni qué las hilachas”. En efecto, no hay que olvidar la riqueza petrolera que guarda el subsuelo de la antigua Asiria. De las naciones que lo apoyaron en ocasión pasada, ahora se ha topado con la reticencia de árabes y europeos, excepto Inglaterra. Los Bush buscan el respaldo de sus vecinos cuyos gobiernos, sin incluir a Canadá, Cuba y Venezuela, están comprometidos con los güeros hasta el cogote. Aunque les da igual si no lo tienen, siendo suficiente con recordarles que bastante ayuda el que no estorba.

En México el presidente Vicente Fox recibió una llamada telefónica de Bush de la que se dan dos versiones: la Casa Blanca espera de México “un apoyo incondicional” a la decisión de derrocar a Hussein, recalcando: “no queremos obstrucciones”, en tanto que aquí se dijo que Fox le replicó a Bush que antes de dejar caer la primera bomba sería necesario conseguir el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU. El presidente Bush, en discurso pronunciado ayer jueves en la Asamblea General de Naciones Unidas, expuso contundente que no está dispuesto a esperar que la comunidad internacional decida actuar. El Secretario general de la ONU, Koffi Annan, le hizo un llamado para que no tome medidas que no le hayan sido aprobadas por la Organización de las Naciones Unidas.

El asunto está que arde. Nunca como ahora la humanidad se ha visto tan cerca de que se desate una conflagración mundial. Y todo por los “veneros del diablo”.

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