De madrugada sin que mediara una consulta o un debate serio donde participaran todos los sectores interesados en el tema, el presidente Vicente Fox y el secretario Santiago Creel renunciaron de un plumazo al 12.5 por ciento del tiempo oficial en los medios electrónicos de comunicación. Hicieron gala de un priísmo involuntario, dieron un madruguete al más puro estilo tricolor. El autoritarismo, la impunidad, la arbitrariedad y la opacidad que presumen combatir, los ponen en práctica con un decreto que, en el colmo del exceso, se publicó en una edición extraordinaria del Diario Oficial que da la talla de la despropósito cometido. De paso, Fox y Creel violentaron la disciplina e intolerancia fiscal que supuestamente son la divisa oficial del secretario Francisco Gil. Por si no lo sabían, el 12.5 por ciento del tiempo oficial era un impuesto. En otras palabras, redujeron los impuestos a un sector pese al argumento de la carencia de recursos. Los favores recibidos por el nuevo régimen se pagan como en el viejo régimen. No hay un ápice de diferencia entre hoy y ayer.
*** Suena absurdo que el mandatario señale un día que, a lo largo de los casi 22 meses de su administración, no haya logrado pactar la transición, si al día siguiente, en forma inopinada y burlándose brutalmente de quienes una y otra vez han ido a discutir la reforma del Estado, decreta un trato más que preferencial a los concesionarios de órganos del interés público, como lo son la radio y la televisión. Suena absurdo que el secretario de Gobernación señale un día que es necesario dialogar y construir consensos para replantearse la relación entre medios electrónicos y Estado, si por la madrugada se encierra en lo oscurito a pactar, bajo la mesa, la renuncia del Estado a un derecho. Suena absurdo que al contribuyente se le dé trato de presunto delincuente y se le obstaculice la posibilidad de cumplir con el deber, si a fin de cuentas prevalece un régimen de privilegios para un importante contribuyente como lo son los concesionarios de radio y televisión. El discurso oficial sobre la transparencia y el acceso a la información, se borró. El discurso del diálogo y la construcción de acuerdos, se olvidó. El discurso de la disciplina fiscal, se echó al cesto de la basura. Y, lo peor, pese a la evidencia, las cosas se pretenden presentar al revés de como son: la decisión tomada muy lejos está de constituir un avance democrático.
*** Lentamente va aflorando una evidencia. El gobierno no tiene la fuerza, la capacidad ni el talento para construir acuerdos y, por consecuencia, comienza a conducirse conforme se lo imponen los factores reales de poder. El mayor problema del gobierno, como dice un inteligente amigo, es que no entiende que no entiende. Si hace algunos Sobreavisos se decía que los actores políticos estaban siendo desplazados por los factores de poder real, y si la semana pasada se decía que había que dejar la noche para resolver asuntos del interés público, todo indica que el gobierno muy lejos está de darse cuenta del tipo de acciones que está tomando. La soledad en que se encuentra y el desconocimiento de la frontera entre el interés público y el interés privado que mueve a algunos de sus más connotados miembros, le está endosando ya facturas a la nación. La renuncia al 12.5 por ciento del tiempo oficial es una de ellas, que se quiere decorar con un pragmatismo de lo más ramplón.
*** La modificación del pago en especie de ese impuesto se veía venir de tiempo atrás. Las atenciones que los concesionarios tenían y tienen con la pareja presidencial, en proyectos oficiales y personales, advertían que en su momento se cobrarían esos “favores”. El apoyo mediático que, al arranque del sexenio, tuvo el presidente Vicente Fox, que cada viernes le daba por enviar un mensaje por cadena nacional en relación con la posibilidad, frustrada, de la paz en Chiapas, y, luego, la organización del concierto por la paz, y más tarde la inusitada e insólita cobertura que los medios electrónicos dieron a la caravana zapatista, dejaba ver a las claras que se iba comprometiendo más y más y de la peor manera la relación del Estado con los medios electrónicos. El apoyo mediático que tuvo y tiene la iniciativa personal de la señora Marta Sahagún para promover la (su) Fundación Vamos México, que ha borrado la frontera entre la actuación pública y privada de la primera dama, fue otro aviso. Televisa sufría una extraña reconversión filantrópica o tendía una red de compromisos de la que muy difícilmente podría escapar después el gobierno. El pago del concierto de Elton John, la organización y el armado de ese concierto, todo corría por cuenta de Televisa y, aunque el costo era obvio, ningún reparo hubo por parte del gobierno. El apoyo mediático que el secretario de Gobernación, Santiago Creel, de acuerdo con algunos de sus compañeros de partido, quiere alcanzar de cara a la posibilidad de competir como candidato presidencial en la próxima contienda, pareciera cobrar forma ahora con un pago anticipado de su aspiración. Creyentes de la política mediática y sabedores de su soledad política, el mandatario y sus colaboradores se hicieron de compromisos que hoy comienzan a pagar a costa del Estado.
*** De suyo grave que de espaldas a la nación se haya llegado a ese acuerdo, más grave resulta el mensaje que envía el gobierno: si la transición no es pactada, es transada. Nomás que hay un problema: si la transición es transada, no es transición. A lo mejor nadie le dijo eso a Santiago Creel, pero la transición democrática no tiene muchas vertientes, aunque así lo quieran suponer. Haber actuado de esa manera ante un factor real de poder, como son los medios electrónicos, vulnera el diálogo al que cada tercer día convoca la Secretaría de Gobernación. Después de lo ocurrido, el secretario Creel difícilmente podrá lamentar que los actores políticos se le levanten de la mesa. Qué sentido tiene esa mesa para la reforma del Estado si, a fin de cuentas, a los actores los hace discutir sobre cuestiones más bien relacionadas con la filosofía política, mientras a los factores de poder los atiende por la noche para tomar decisiones contundentes sobre asuntos del interés público. Con qué cara llamar al diálogo, la reflexión y los acuerdos, si las decisiones fuertes no se sujetan a debate y se toman en privado, bajo el cobijo de la noche. Ese es parte del mensaje que deja la renuncia al tiempo oficial en los medios electrónicos, otra parte es todavía más delicada. En la medida que el gobierno toma distancia de los actores pero, en particular, con su propio partido político, es claro que para sobrevivir tendrá que ir cediendo más y más espacio frente a los factores reales de poder. Hasta ahora, esas cesiones han sido manifiestas frente a la cúpula eclesial y los concesionarios de radio y televisión. La enorme pregunta que subyace ahora es cuál será el próximo factor real de poder que exigirá tal o cual conducta, tal o cual acción, tal o cual favor. En el horizonte se ve al gobierno de Estados Unidos exigiendo al gobierno mexicano alinear su voto en el Consejo de Seguridad frente al ataque unilateral en contra de Iraq... La fila de factores reales de poder que, sin duda, se formará frente a la ventanilla de Los Pinos o de Bucareli es más larga de lo que se piensa. Y si, en el fondo, el gobierno renuncia a hacer política abierta para entrar al terreno de los compromisos y los arreglos bajo mesa, cada vez será más evidente que el gobierno no navega, flota como corcho al vaivén de las presiones.
*** Otro aspecto que llama la atención, y que el mencionado decreto hace todavía más evidente, es si el gobierno actúa así por descuido e ignorancia, si lo hace a partir de una prepotencia que ni siquiera se sabe practicar o si se procede de ese modo por la angustia y la desesperación que lo asfixia más y más. La forma en que renunció al 12.5 por ciento del tiempo al que tenía derecho -a escondidas, de madrugada, sin ofrecer resistencia, vulnerando la disciplina fiscal, sin dejar saber qué recibió a cambio- causa la impresión de que es una renuncia mayor. Es una renuncia a gobernar. Una renuncia que ya había suscrito en otros campos. Si no hay la entereza, la fuerza y la decisión de reconsiderar la renuncia suscrita, tiempos en extremo difíciles se vendrán encima. El gobierno está mezclando indebidamente las agendas -cuestión de ver cómo se empalma la agenda político-judicial con la agenda legislativa-electoral-, se está abriendo demasiados frentes y vulnerando, por la vía del deterioro económico-social, los apoyos que tenía. Está serruchando el piso donde está parado y eso, por mucho espacio que pudiera tener en radio y televisión, no va a resolver el problema en que se inserta a ritmo de marcha.
Si el gobierno va a renunciar de poquito en poquito, debería al menos tomar nota de que lo que hoy denuncia, podría ser de lo que se le acuse mañana. El madruguete que dio obliga a considerar esto. No se puede hablar de cambio, cuando todo sigue igual o peor.