“No hay nada peor que trabajar, excepto no tener trabajo”.
Anónimo
Hasta hace un par de años la ciudad de Nogales, en la frontera norte de Sonora, contaba con más de 100 maquiladoras. Hoy quedan unas 80. Y el impacto de esta disminución ha sido enorme. El desempleo, que virtualmente no existía en la ciudad, se ha convertido nuevamente en un agudo problema.
Los nogalenses no expresan en general el prejuicio en contra de las maquiladoras que resulta tan común en los medios políticos e intelectuales de la capital del país. Para ellos la disminución en el número de plantas no es algo que celebrar: por el contrario, cada cierre se convierte en una tragedia que deja sin sustento a cientos de familias. Esto es algo que no entienden los intelectuales y políticos que viven de los presupuestos gubernamentales y que no necesitan buscar empleo en el mundo real.
Los nogalenses prefieren trabajar en las maquiladoras que en muchas otras empresas o actividades. Los sueldos, es cierto, son bajos, pero siguen siendo superiores a los que se pagan en otras ramas. Un trabajador promedio en una maquiladora recibe un salario de unos 3,200 pesos al mes. Pero, además, muchas maquiladoras tienen servicios de comedor, guarderías, salud y transporte. El salario rinde más para un obrero de maquiladora que en otras actividades de la frontera. Por eso más de un millón de trabajadores se emplean en ellas.
La disminución en el número de las maquiladoras ha tenido, paradójicamente, un beneficio para las plantas. Los empleos en la frontera no son ya algo que se pueda tirar alegremente a la basura. Hoy es mucho más difícil encontrar empleo en Nogales que hace apenas un par de años. El que tiene trabajo lo cuida más. Si antes las maquiladoras de Nogales tenían una rotación de 15 o 20 por ciento al año, lo cual las obligaba a realizar fuertes inversiones en contratación y capacitación, hoy la rotación ha bajado a niveles de apenas 4 o 5 por ciento. La estabilidad laboral reduce los costos y aumenta la eficiencia de las empresas.
Por otra parte, la visión de una industria maquiladora alejada de la vida y las inquietudes de la localidad está siendo superada en Nogales. Las empresas cada vez se integran más a las actividades del municipio en que operan. Si bien los insumos locales que utiliza la industria maquiladora siguen siendo reducidos, la tendencia es a elevarlos más, conforme los productores nacionales aumentan su calidad y aprovechan las mismas ventajas competitivas que las maquiladoras han venido a buscar en nuestro país. Pero quizá el ejemplo más importante de integración se vea en el creciente número de mexicanos que ocupan cargos ejecutivos, incluyendo el de gerentes de planta. El tiempo en que los ejecutivos de maquiladoras eran siempre extranjeros está quedando atrás. Los dueños de las plantas se han dado cuenta de que hay gerentes mexicanos muy calificados y que les conviene tenerlos en puestos de dirección en México.
Las maquiladoras no son ya entidades implantadas desde el extranjero sin arraigo entre los trabajadores locales. Jesús, un chofer de la empresa Master Lock, me dice: “Cuando tengo que cruzar la frontera con mi carga y me toca revisión total, me siento muy orgulloso de que los inspectores me digan: éstos son los mejores candados del mundo.”
Pero muchos empleos de la maquila se están perdiendo. En algunos casos, porque las empresas matrices se ven obligadas a cerrar plantas ante la fuerte competencia internacional. En otros, porque China u otros países pagan salarios menores. En otros más y aquí ya entramos al campo de lo evitable, porque en otros países se cobran menos impuestos que en México o porque la burocracia sigue cobrándole una factura muy fuerte a la operación de las empresas en nuestro país.
Cuando me alejo de Nogales, camino a Hermosillo, veo una larga fila de camiones de carga esperando a ser revisados por elementos del Ejército en un retén antidrogas. “A veces hay que esperar cinco o diez horas para que lo revisen a uno”, me dice Jesús, el chofer. Esto es en adición al tiempo que los camiones deberán tomar para cruzar la frontera y cubrir los trámites aduanales.
En esas circunstancias sirve de poco la vecindad con el principal mercado del mundo. Cuando el espíritu burocrático e inquisidor se impone sobre el productivo, no hay país que pueda escapar de la pobreza.
Dinero público
No puedo evitarlo. Cada vez que pago impuestos —que con el IVA es casi todos los días— me acuerdo de lo que el gobierno hace con nuestro dinero. Son cosas tan necesarias como la compra de un avión privado para el Banco de Comercio Exterior, que se le puede prestar ocasionalmente al secretario de Hacienda. Con razón dicen los políticos que habrá un estallido social si no aumenta el gasto público.