El don de profecía es una gracia especial que Dios concede a algunas almas privilegiadas para prever cosas o predecir acontecimientos futuros. El padre Pío tuvo este don y se sirvió de él para el bien de las almas. El señor Alberto Galleti, muy amigo del cardenal Montini, Arzobispo de Milán, en junio de 1956 fue a San Giovanni Rotondo y llevó los saludos del Cardenal Montini al padre Pío y le pidió una bendición especial para su Arzobispo.- "No una bendición, sino un río de bendiciones" -dijo el padre Pío. Y añadió: "Tú debes decirle al Cardenal Montini que después de éste, él será Papa. ¿Has entendido? Tienes que decírselo, para que se prepare".
Cuando el joven sacerdote polaco Karol Wojtyla acudió a San Giovanni Rotondo en el verano de 1947, platicó largamente y se confesó con el padre Pío. Se sabe que en aquella ocasión el monje capuchino le dijo al joven sacerdote: -"Serás Obispo y llegarás a ser Papa... y en tu vida correrá mucha sangre". La doctora Wanda Poltawska, polaca de origen, relata en sus memorias, que a causa de una grave enfermedad estaba en el hospital esperando ser operada. La intervención quirúrgica, según los médicos, aunque tuviera éxito, no le iba a dar más que un año de vida. La señora Wanda enseñaba psiquiatría en la Universidad de Cracovia, y en aquel tiempo era colaboradora del Arzobispo Karol Wojtyla y estaba ligada a él por una profunda estimación.
En aquellos meses el Arzobispo estaba en Roma en ocasión del sínodo de Obispos. Cuando supo de la gravísima enfermedad de la doctora, se acordó que en San Giovanni Rotondo tenían a un gran amigo, el padre Pío, que había conocido y visitado en el año de 1947, durante unas vacaciones de verano.
El 17 de noviembre de 1962 le escribió la siguiente carta: "Venerable padre, te ruego que eleves a Dios una oración por una madre de cuatro hijas, de Cracovia. Está en gravísimo peligro de perder la vida por un cáncer en la garganta. Ruega para que Dios, por la intercesión de la Santísima Virgen, le muestre su misericordia a ella y a su familia". La carta le fue entregada personalmente al padre Pío por medio del señor Ángel Battisti, administrador de las obras sociales de San Giovanni Rotondo.
El padre Pío, después de haber leído la carta, dijo a don Ángel: -"¡A éste no se le puede decir que no!". Luego, después de un silencio de varios minutos, añadió: "-Angelito, guarda esta carta, porque un día será importante". Once días más tarde, precisamente el 28 de noviembre, el Arzobispo de Cracovia volvía a enviar a San Giovanni Rotondo una segunda carta en la que daba gracias a Dios y al padre Pío porque en los últimos exámenes clínicos que le practicaron a la doctora Wanda, poco antes de la operación, los médicos descubrieron que el tumor maligno había desaparecido.
"En nombre de la señora Wanda, de su esposo, de sus hijas y mío -decía la carta-, te agradezco, venerable padre". Durante la tarde del 9 de enero de 1940, el padre Pío reunió a tres de sus grandes amigos espirituales: el farmacéutico Carlos Kisvarday, el médico Guillermo Sanguinetti y el agrónomo Mario Sanvico. Les propuso: -"Desde esta tarde inicia mi gran obra aquí en la Tierra". Se trataba del proyecto de fundar un hospital que habría de llamarse "Casa alivio del sufrimiento".
El padre Pío sacó del bolsillo una moneda de oro que había recibido como regalo de una anciana desconocida y dijo: "-Ésta es la primera piedra". La finalidad de este hospital ha sido curar al enfermo tanto espiritual como científicamente. La Casa alivio resultó uno de los mejores centros hospitalarios de Italia, dotado de las instalaciones más modernas. Tiene incluso terrazas para helicópteros para un más rápido transporte de los enfermos y accidentados, laboratorios, farmacia, central termoeléctrica, imprenta, cine y capilla. Cincuenta médicos y más de trescientos empleados que atienden a un millar de enfermos.
El primer responsable de la "Casa alivio del sufrimiento", fue el doctor Sanguinetti que antes de ser seleccionado por el padre Pío era masón y comecuras. Allá por el año de 1940, el doctor aceptó acompañar a su esposa Emilia a San Giovanni Rotondo, pero solamente como "chofer de su mujer". Cuando el padre Pío lo vio de lejos, lo llamó por su nombre, como si fuera un amigo de toda la vida, y le dijo: "-He aquí el hombre que buscaba para mi hospital". "-¿De qué me conoces?", -le contestó sorprendido el doctor. "-Eso no importa. Ve y vende lo que tienes en Florencia y ven a vivir aquí", -le contestó con decisión el padre.
"-Eso es imposible, soy pensionado y mis pocos ahorros no son suficientes ni siquiera para construir una casita en este pueblo". "-Tú tienes un papel guardado en casa, -replicó misteriosamente el padre Pío- que solucionará el problema". En efecto, poco después, el doctor Sanguinetti ganó un premio en un sorteo de bonos, se construyó una modesta casita y se dedicó de tiempo completo a la "Casa alivio del sufrimiento", como médico y director hasta 1954, año de su muerte. Cuando una mañana le comunicaron al padre Pío la muerte repentina del doctor Sanguinetti, lloró como un niño. Juan Gigliozzi estaba con el padre Pío aquella mañana y cuenta que escuchó de su boca unas palabras desconcertantes: "-Jesús, me lo has escondido. ¡De haberlo sabido, te lo hubiera arrancado!". Palabras tremendas que demuestran cuánta confianza y familiaridad tenía el padre Pío con Jesucristo, y cuánta estimación por su amigo Sanguinetti.
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...continuará el próximo domingo