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Jacobo Zarzar Gidi

Carta de una mujer palestina al presidente Bush

Hace varios meses, una mujer palestina escribió una carta al presidente George W. Bush, la cual transcribo literalmente, por tratarse de un tema cuyo contenido es de interés general:

Abril tres de 2002.

Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

La Casa Blanca, 1600 Pensilvania, Ave. Washington, D.C. U. S. A.

Señor Presidente:

Le escribo desde el Medio Oriente, de un pequeño pueblo llamado Ramallah

(tan grande como Georgetown, D.C. donde yo estudié y trabajé durante cinco

años), en un país que esperamos, se llamará algún día Palestina.

Desde el viernes 29 de marzo de 2002, ni mi esposo ni yo hemos podido ir a trabajar. A mi hija de tres años le ha sido imposible acudir a la escuela. No han recogido la basura y la ciudad está invadida por desperdicios. Los soldados israelíes irrumpieron en la casa de mi vecina, destruyeron el mobiliario y robaron el equivalente a $2,500 dólares. Mi cuñado pasó cinco días sin electricidad, sin calefacción, ni teléfono. El hermano de un colega de trabajo del pequeño Centro Cultural que yo dirijo, fue detenido injustamente por soldados judíos durante la noche. Tiene 20 años de edad, se lo llevaron sin que nosotros supiéramos a dónde, y robaron su casa.

De la misma forma, otros 700 jóvenes están arrestados por la noble causa del pueblo palestino. Otro colega del trabajo también fue detenido; cuando lo soltaron, nos relató que permaneció 13 horas con los ojos vendados y esposado, en el frío y bajo la lluvia, lo golpearon y orinaron sobre él. El motivo de la arbitraria detención, fue que no permitió a los soldados golpear a su hijo adolescente que trató de escapar. Por otra parte, fuera del círculo de amigos y familiares, mencionaré a 29 hombres asesinados a sangre fría, en el curso de cinco días.

Los amontonaron en la morgue del hospital de dos en dos en cada gaveta, pues seguían llegando más cuerpos y no había donde colocarlos. El personal del hospital se vio en la necesidad de enterrarlos en el patio del mismo nosocomio. Tuvimos que traer un tractor para remover el asfalto y recubrir el pozo. Se trataba de una fosa común para gente cuyos familiares jamás podrán volver a abrazar. Al mismo tiempo, nuestro presidente Yasser Arafat -que fue elegido democráticamente por mi pueblo- estuvo amenazado y apartado del mundo exterior.

En otro pequeño pueblo llamado Belén -donde Jesucristo, el Hijo de Dios- nació hace 2002 años- docenas de civiles, sacerdotes y obispos permanecieron encerrados y rodeados por soldados durante varias semanas en la Iglesia de la Natividad. Cerca de allí, los cadáveres de dos hombres palestinos asesinados por los judíos, fueron sacados y trasladados a sitios desconocidos, frente a los ojos de sus propios familiares que no pudieron salir para enterrarlos.

Estas no son escenas de una película post-apocalíptica, se trata de la vida verdadera y de la tragedia por la que está pasando mi pueblo, en el tercer mes del tercer año del Siglo XXI, y estas escenas se observan fríamente en todo el mundo -como si se tratara de una exhibición en el antiguo Circo Romano- gracias a las cámaras de la C.N.N., A.B.C., C.B. S. y N. B. C.

Yo le escribo señor Presidente, para preguntarle por qué centenares de países de la tierra, naciones africanas, árabes, asiáticas, europeas, latinoamericanas, etc. "están equivocados" cuando afirman que nosotros los palestinos deberíamos verdaderamente de obtener lo que deseamos: Deseamos en primer lugar el levantamiento del sitio impuesto por los judíos, los cuales reciben órdenes (por abajo del agua) de usted. Queremos también el reconocimiento mundial del Estado Palestino -que usted tantas veces ha impedido para favorecer a los judíos, que están llevando a cabo tácticas dilatorias para avanzar cada vez más en el saqueo descarado de nuestras tierras, y en el asesinato de nuestros jóvenes. Y por último, ansiamos llevar una vida normal y libre, que permita a nuestros hijos crecer, estudiar, trabajar y desarrollarse en un país libre y soberano.

Los habitantes de mi pueblo no bombardearían jamás las casas de civiles con aviones supersónicos, sin tomar en cuenta a las familias que se hallan dentro, ni tampoco allanarían los domicilios de gente inocente, como lo han hecho tantas veces los soldados depredadores de Israel, ni perseguirían atoda una población civil, como lo han estado haciendo los judíos desde hace más de medio siglo con la intención de aniquilarnos y quedarse con nuestros huertos, nuestras tiendas y nuestras tierras.

Con esas benditas tierras que recibimos de nuestros antepasados. Todo esto, aún cuando después de 54 años de represión, los más desesperados de entre nosotros cometen actos de suicidio. Queremos simplemente llevar una vida normal y apacible en una Palestina completamente libre. Queremos caminar unos pocos kilómetros en rutas sin obstáculos, asistir tranquilamente a un concierto y celebrar con felicidad una fiesta de independencia.

Ansiamos todo esto como lo desea cualquier otra persona normal que vive en cualquier parte del mundo. No queremos seguir viviendo con la angustia y la zozobra de que algún día nuestros hijos no regresarán del colegio porque una bala sionista les cegó

la vida. Yo le ruego encarecidamente Sr. Presidente, que tenga consideración con nuestra causa. Que reconsidere la malévola actitud parcial que ha tenido a favor de los judíos y en contra nuestra. Somos gente de paz, de costumbres y tradiciones milenarias. Nuestros ancestros fueron los Cananeos y nuestros abuelos, artesanos y labradores de la tierra. El odio que generan las arbitrarias actitudes de los judíos dirigidos por Ariel Sharón, y que usted avala, seguirán despertando resentimiento de generación en generación entre el pueblo Palestino que ha sido saqueado, humillado y ultrajado injustamente.

Tome usted en cuenta, que "el que ha robado, siempre tiene miedo", y eso es lo que le sucede a los soldados judíos que se enfrentan cobardemente con las armas más sofisticadas contra unos niños palestinos que les arrojan piedras. Los judíos, son ladrones que nos han robado parte de nuestro territorio, y todo aquél que los avala, se convierte en su cómplice. Son gente invasora que llegó de fuera: de Ucrania, de Rusia, de Checoslovaquia, de Polonia, de los Estados Unidos y de muchos otros países. Recuerde también Sr. Presidente, que cuando una nación "poderosa" lleva a cabo actos que a los Estados Unidos no le conviene, ustedes tratan el asunto por "la vía diplomática", en cambio cuando se trata de solucionar las diferencias que existen entre Palestina e Israel, los judíos envían de inmediato sus aviones y helicópteros a bombardear nuestras casas... y usted se queda callado.

Adila Laidí, Directora del Centro Cultural Khalil

Sakakini de Ramallah, Palestina.

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