El presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún, apenas entraron al restaurante, fueron recibidos con un espontáneo y sonoro aplauso.
Ningún comensal se quedó sin aplaudirles.
Los dos, el Presidente y su esposa, ayer, pudieron medir directamente su popularidad por calles y lugares públicos de la ciudad.
Escucharon misa en la iglesia de San Judas Tadeo, caminaron por la Alameda, visitaron el edificio de Correos y comieron, sólo los dos en la mesa, en el Danubio.
"¡Excelente la ciudad!, exclamó el presidente Fox una vez que había terminado su inesperada actividad dominical.
Salía sonriente del restaurante. Se tomaba fotos con el personal y con quienes habían comido en el mismo lugar y le solicitaban la del recuerdo.
Había saboreado con su esposa ostiones, camarones y patas de cangrejo, de entrada. Langostinos a la plancha de plato principal. Un vino tinto español "Pathernina".
Postre de pastelería la Vasca. Capuchino para ella y express para él. Para la sobremesa el Presidente fumaría un puro.
Vicente y Marta dejaban un mensaje escrito en una de las servilletas.
El Presidente: "De regreso a este maravilloso lugar. Comprendo que el tiempo hace su mejor trabajo. Por eso trabajamos por un México al día y a la vanguardia".
Marta: "La sociedad somos todos y de todos depende el éxito de nuestro país. ¡Vamos México! Un Abrazo." A la salida, antes de subir a la camioneta, el Presidente rubricaba su día con la siguiente declaración, satisfecho de su contacto con la gente: "El país está en marcha, trabajando y creciendo con el ánimo de la gente".
Al cumplirse dos años de haber tomado posesión, el Presidente, acompañado de su esposa, fue al encuentro de los capitalinos.
Primero a la iglesia de San Judas Tadeo, cerca del metro Hidalgo. Los fieles parecían no dar crédito, su rostro era de sorpresa.
La pareja presidencial, vestidos de manera informal, en gris y azul, con pantalones de mezclilla, escucharon misa.
El templo estaba lleno.
Al salir, los saludos, las felicitaciones, las peticiones, los mensajes que la gente escribía sobre sus rodillas para entregárselos al jefe de la nación.
Vicente y Marta Fox atravesaron Reforma e Hidalgo y caminaron sobre la Alameda, en dirección hacia el palacio postal.
Había personas que los seguían desde la iglesia, otras les salían al paso.
"¡Aquí tenemos al presidente Fox!", soltó por el micrófono uno de los músicos tropicales que amenizaba la Alameda. Lo vio y lo puso al descubierto de inmediato.
Más gente se sumó a saludar al mandatario, a tratar de plantearle sus inquietudes, la falta de recursos y los problemas de inseguridad.
Así fue todo el camino, gritos de "¡Fox... Fox!" y brazos y manos que se agitaban a la distancia para llamar su atención.
"¡Fox, acá estamos!", la voz de un padre de familia.
Después un recorrido por el edificio de Correos y de ahí al restaurante.