Me habría gustado conocer a don José María Gil Robles, español. Nació en 1898, cuando quedó apagado el sol de España en tierras americanas, y murió hace apenas veinte años.
En cierta ocasión el señor Gil Robles, perteneciente a la antigua nobleza de su tierra, estaba pronunciando un discurso en el Congreso. Fue interrumpido por la violenta increpación de un diputado.
-¡Usted -gritó el vociferante-, es de los que todavía traen calzoncillos de seda!
Con voz serena replicó don José María:
-Señor diputado: no sabía yo que su esposa fuera tan indiscreta.
Me habría gustado conocer a este Gil Robles. Su respuesta nos enseña que quien ofende da al ofendido el derecho a convertirse en su ofensor.
¡Hasta mañana!...