El invierno parecía cesar de pronto. Se acababan los días fríos y nebulosos, salía el sol radiante y un vientecillo tibio acariciaba las mejillas. Los pioneros del Oeste americano, que consideraban pérfidos y aleves a los indios aborígenes, llamaban a esa efímera estación "verano indio", pues aquel clima bueno era engañoso: cuando la gente había guardado ya sus cobertores y su ropa de abrigo volvía otra vez el frío con su cauda de nieve y de cellisca.
Cuatro estaciones tiene el año. A las cuatro hay que darles su oportunidad. No hay "días feos" si se les sabe mirar bien. La primavera tiene sus bellezas y el invierno las suyas. El otoño se puede disfrutar como se disfrutó el estío.
Esto que digo de las estaciones del año se puede decir también de las estaciones de la vida. Tampoco en ella hay días feos si se les sabe vivir bien.
¡Hasta mañana!...