Estoy en nuestra cabaña de la sierra. Arden los leños en la chimenea y cantan una de las canciones más antiguas de la Tierra: la del fuego.
He tomado una pequeña vara encendida para prender con ella la vieja lámpara de petróleo, y he dejado después aquella vara sobre el piso. Cuando la vuelvo a ver está apagada. Y es que la separé de la demás leña que ardía, y así su fuego se extinguió.
Igual sucede, pienso, con nosotros. El fuego que cada uno lleva en sí sólo da su calor y su luz si se une al fuego de otros. Juntos ardemos. Solos nos apagamos.
¡Hasta mañana!...