El rey Cleto hizo llamar a sus ministros y les manifestó su real deseo: quería que el mundo fuera cuadrado.
Mucho preocupó a los ministros la demanda del Rey. Ellos sabían bien que el mundo era redondo. Así, redondo, había sido siempre. ¿Cómo, entonces, hacerlo cuadrado de la noche a la mañana? Pero un deseo del Rey era una orden. De inmediato los ministros se aplicaron a la tarea de hacer que el mundo se ajustara a los deseos del monarca.
Para conseguirlo redactaron un decreto por el cual se le ordenaba al mundo que cambiara de forma. En todas partes fijaron los ministros copias del decreto, a fin de estar seguros de que el mundo los leería. Luego se fueron tranquilos a sus casas. Cuando al día siguiente los llamó el rey Cleto para preguntarles si su orden se había cumplido, ellos le comunicaron que a partir de la fecha el mundo era cuadrado. El Rey, muy satisfecho, confirmó una vez más que sus decretos eran obedecidos siempre.
¡Hasta mañana!...