He caminado por la vereda que lleva a lo alto de El Diamante. Así se llama un monte cercano a mi ciudad. Yo tengo ahí una cabaña que hice en los tiempos de la juventud. Tiene una chimenea esa cabaña, y tiene también una ventana por donde se mira toda la tierra y todo el cielo que los ojos humanos pueden ver.
Ha llovido estos días, interminablemente. En cada aguja de cada pino hay una gota de agua. Mañana, con cielo claro, el bosque será un jardín de vidrio hecho por Seide, Tiffany o Lalique.
Es tarde ya. La chimenea es coreografía de fuego. No hay otra luz que la que dan las llamas. En la pared las sombras forman un cambiante cortejo de figuras. Son una imagen de la vida, que hoy es y al rato ya no es. Pero aquí estoy, en mi cabaña. Contra las sombras tengo luz, y tibieza contra el helor de afuera. Estoy en paz conmigo y con el mundo. Cuando aparezca el sol daré las gracias por el día, igual que ahora doy las gracias por el don misterioso de la noche.
¡Hasta mañana!...