Llega el viajero a Segovia, donde el aire es hidalgo y la luz es gran señora. Por las altas agujas de la Catedral pasa el hilo del sol. En él hacen sus equilibrios las cigüeñas, cruces en vuelo donde termina el rosario de la tarde.
Al pie la fuente canta una canción antigua, clara como Teresa, honda como Juan de la Cruz. El acueducto escribe su eterna plana de arcos. A lo lejos el alcázar recita una lección de historia...
Este viajero siente nostalgias de Segovia. Ahí tiene el recuerdo de una estrella. ¿Regresará el viajero a sus recuerdos? ¿Volverá a Segovia alguna vez? Dios lo sabe. Pasan los días y los hombres pasan. Pero queda por siempre la cariciosa memoria de una tarde donde al caer el sol, junto a la fuente, posó el amor su vuelo en el vértice del corazón.
¡Hasta mañana!...