Esta mañana el Terry amaneció muy triste.
Conozco las tristezas de mi perro, aunque no con la misma claridad con que él advierte las que tengo yo. Mi perro, cuando triste, no va a nuestro jardín, ni busca los recortes de sol bajo la enredadera, ni tiende la pata -vacilante ya- para apresar en el suelo la sombra de una mariposa. Cuando está triste el Terry se queda junto al sillón, frente a la chimenea sin fuego. Mira en ella, supongo, aquella antigua llama cuyo calor gozó una vez.
Quédate aquí por hoy, amigo Terry. Guarda el recuerdo de la llama que alguna vez te iluminó. Al llegar el invierno -ya cercano- esa recordación será tu compañera. Pero luego será otra vez mañana, y entonces habrá para ti un nuevo jardín con nuevas mariposas cuya sombra podrás apresar para llenar tu vida con su luz.
¡Hasta mañana!...