Los poetas en general son pesimistas y dados a la melancolía. Aunque lo nieguen, en cada uno de ellos -aun en los actuales- hay un romántico escondido. Haga usted la prueba y pídale a un poeta que le diga si el micrófono está funcionando. Se pondrá frente a él y dirá: "Malo... Malo... No...", en vez de decir: "Bueno... Bueno... Sí...".
Los poetas han visto en la caída de las hojas un signo de la muerte. Y sin embargo es el anuncio cierto de la vida. Las hojas que caen hacen lugar a las que vienen; se convierten en suelo donde habrán de nacer los nuevos árboles, y en ellos serán hojas otra vez. (Quizá sucede igual con ese árbol pensante que es el hombre).
En la naturaleza no hay sitio para el pesimismo. Todo en ella es vida. La muerte se queda para la literatura.
¡Hasta mañana!...