L U N E S
Debe haber sido tremendo el día que apareció el primer pobre. Porque, al principio todo mundo tuvo que ser igual. De todos era la tierra que pisaban, el aire que respiraban, el fruto de los árboles, el agua del arroyo y del río. Entonces sería que alguno, uno que era más fuerte que los demás, descubrió, que era capaz de someter a otro, y aunque en los árboles sobrara qué comer, a él lo que le gustaba era, precisamente, lo que aquel más débil había arrancado del mismo árbol. Después no sólo le quitaría los frutos más grandes; le quitaría el árbol mismo, prohibiéndole comer sus frutos. De esta manera, o de otra parecida, los más fuertes fueron aprovechándose de los más débiles y haciéndoles aceptar que nada tenían; que eran pobres, y que no les quedaba otra que conformarse con serlo. Cuando apareció la guerra los mandaron por delante, para que las ganaran para ellos o murieran en la demanda. Por pobres no quedaba. Siempre ha habido suficientes, de uno y de otro bando. No obstante, los pobres proliferaban, ¿cómo, si no, los chinos hubieran podido iniciar y concluir su famosa muralla? Siglos después, ¿de qué llenó Colón sus carabelas sino de pobrería?
Ahora 21 países dan por terminada una reunión en la República Dominicana y entre otros han suscrito un acuerdo contra la pobreza. ¡Ilusos!
¿Qué harían los ricos, los hombres fuertes, los grandes gobernantes, los países del primer mundo, sin los pobres?
M A R T E S
¡Ya apareció el peine en el asunto de los ambulantes! Por años las autoridades fueron incapaces de decir la verdad sobre ello, igual que no la dicen de tantas otras cosas: ciertos asesinatos, por ejemplo, que no es que no los hayan aclarado, pues malos investigadores no son, pero, se lo callan, ellas sabrán por qué. Miguel Luna, dirigente de los ambulantes, que no ambulan, ha sido el que ha puesto todo en claro de una vez por todas: No los quitan, porque pagan por estar donde están y guardan sus recibos, papelitos hablan.
Luna ha revelado que los ambulantes de la ciudad son como siete mil, y cada uno de ellos contribuye con un promedio de cuatro mil pesos anuales al gasto del municipio, cuyo total no es baba de perico, pues se trata de 28 millones de pesos, si es que todo llega a las arcas municipales. Y, así, claro, ya es otra cosa. Yo no soy partidario de que estén todo el año donde están. Así lo señalé desde los años setenta en que comenzaron a aumentar los pocos que estaban autorizados; pero, ante lo dicho por Luna, si la autoridad no tiene nada que aclarar al respecto, no hay mucho que agregar, salvo que si aman a su ciudad traten de mejorar la apariencia de sus tendidos poco a poco, hasta hacerlos aceptables. Todo es posible, si no lo fuera, si no hicieran no solamente negocio sino buen negocio, no lucharan tanto para seguir allí, ni pagaran lo que dicen pagar.
M I É R C O L E S
Los del pasaje urbano son otros por el estilo. Estos han ido, por años, de aumento en aumento, sin aumentar, por su parte, las comodidades que no exigen, es cierto, sus pasajeros, si las hubieran exigido ya las hubieran logrado; pero, una de las maneras de ser del mexicano es no meterse en problemas si puede evitarlo, aunque esto vaya en detrimento de sus propios derechos.
Como el prometer no empobrece, los de los camiones de pasajeros una y otra vez que han pedido aumento y logran que se los autoricen, se olvidan de cumplir y sus unidades, salvo unas pocas, siguen como siempre, si acaso con una mano de pintura para que se vea que algo hicieron, pase el tiempo y todo mundo se olvide de su burla.
Pero, con el otoño llegan también los días fríos, en los que al subir en camiones sin vidrios en sus ventanas se corre el peligro de contraer enfermedades respiratorias, particularmente de parte de los niños, y de ello sólo se puede dar cuenta el usuario al estar ya dentro de ellos.
Pero, tampoco es cuestión de checarlos antes de subir, pues el conductor no esperaría al meticuloso que tal hiciera, ni el mismo usuario pudiera estar esperando hasta que pasara uno que viniera totalmente como se comprometieron a estar para conseguir el aumento.
La autorización, pues, no debe basarse en promesas sino en hechos, camión que compruebe estar en condiciones de ofrecer un buen servicio y las comodidades que merece su usuario, camión autorizado, uno por uno.
J U E V E S
Se cuenta de Guillermo II, último emperador de Alemania, que muriera en 1941, que no parecía, en la juventud, muy dotado para el gobierno de un país. Su propio padre, el emperador Federico, cuando el príncipe fue declarado oficialmente mayor de edad, dijo que, la verdad, a él este hijo suyo le parecía que jamás sería mayor de edad.
Fue, según dicen quienes le conocieron, muy superficial en todo, aunque siempre presumió de entenderlo todo muy bien. Y se las daba de muy entendido en arte y ciencia de la guerra, aunque, según sus generales, la verdad era todo lo contrario.
Quiso una vez dirigir, personalmente, unas maniobras militares. Hacia el final detuvo su caballo ante el de uno de sus generales, a quien le dijo que le entregara un comunicado. Asombrado el general, le contestó que no traía ninguno. Guillermo II se alteró diciéndole que, cómo que no, que su obligación como general era darle uno. El general le dijo que si se lo exigía se lo daría, y que sería éste: que toda esa maniobra ha sido de principio a fin un incalificable disparate.
El general, en castigo de haber dicho la verdad, fue retirado del servicio activo.
Recuerdo lo anterior por el empeño del señor Bush de hacer todo lo posible por hacer realidad su guerra contra Iraq. Y ojalá uno de sus generales no pague los platos rotos.
V I E R N E S
Y a propósito de batallas, se dice que Maquiavelo escribió un tratado sobre la manera de ordenar y dirigir un ejército. Un capitán paisano suyo, quiso ver cómo se las arreglaba para mandar un ejército, no sobre el papel sino de verdad. Puso a su disposición tres mil soldados, y le rogó que los ordenara. Maquiavelo lucho una hora con los soldados y no consiguió que le obedecieran, puesto que no llegaba a hacerse oír de todos a la vez. Y entonces el capitán tomó su puesto, llamó a un corneta de órdenes y a toques de corneta en pocos minutos dejó en orden a los tres mil soldados.
Y una vez ordenado, le dijo a Maquiavelo: - Con lo cual queda demostrado que vale más la práctica que la gramática.
Frase que en algunos sitios de Italia se sigue usando como proverbio.
Había entonces en Italia como las ha habido siempre en todas partes, algunas de esas gentes que critican todo lo del país y sólo alaban lo extranjero. Y uno de ellos parece ser que le dijo a Maquiavelo que no comprendía cómo, con su claridad de visión continuaba en su país; que en la corte de Francia, ya le habrían encumbrado a un puesto principal.
Maquiavelo, buen patriota, le contesto que prefería morir de una puñalada en Florencia que de una indigestión en Francia.
S Á B A D O
Grigorii Aleksandrovich Potemkin fue, durante muchos años, el favorito de la soberana de Rusia Catalina II. La emperatriz tuvo relaciones amorosas con muchos hombres y Potemkin fue uno de los últimos. . . oficialmente, puesto que durante su privanza la emperatriz continuó entreteniendo su nunca apagado deseo con otros. Y según se dice se los proporcionaba el mismo Potemkin. Son famosas, como anécdota histórica, las “aldeas de Potemkin”. El favorito había arrancado Crimea del poder de los turcos y organizó un viaje de la emperatriz a Crimea, para que se convenciera de lo feliz que era el pueblo ruso bajo su dominio. Se hizo el viaje y en todas partes la emperatriz encontró aldeas prósperas y gente feliz, que la recibía con música y bailes. Y no se dio cuenta que toda la gente era siempre la misma, que iban de un sitio a otro, con todo el montaje de alegría y prosperidad, y así Potemkin presentaba a la emperatriz el espectáculo de un pueblo ruso feliz, lo que era completamente falso.
Esas “aldeas Potemkin”, como expresión de una visión engañosa de la realidad, muchas veces ofrecida a los soberanos, no deja de repetirse en los tiempos actuales. Hemos leído que los viajes de la reina Isabel de Inglaterra salen caros al país, precisamente por el montaje de engaños parecidos. Y si la reina se detiene, al paso, en algún lugar poco importante, ve allí hermosos jardines públicos y todo muy limpio y en el mejor estado, aunque todo es improvisado, construido y arreglado rápidamente a última hora; hasta el punto de que se ha dado el casi de que algunos municipios han rogado a la “organización de los viajes reales” que la reina no pasara, pues dado que el municipio tenía que pagar el embellecimiento y presentación, le salía demasiado caro.
Y D O M I N G O
Morir a tiempo es lo más difícil de la vida. JESÚS SILVA HERZOG.