Torreón Acoso escolar Torreón Agua Saludable Sistema Vial Abastos-Independencia Virgen de Guadalupe

MIRAJES

POR EMILIO HERRERA

L U N E S

En comparación con los que ama, que son muy pocos, los prójimos, a quienes el hombre ni siquiera odia sino que le son indiferentes, lo que es peor, la diferencia es enorme.

Si por mera curiosidad se intenta una lista de las personas que amamos, aun cuando en ella se incluyera a la nana que nos crió y al mismísimo señor Fox que nos gobierna, se vería que la lista difícilmente progresa, penosamente suma, y en todos los casos quedará muy abajo de lo que creímos iba a sumar cuando empezamos esa relación.

Por supuesto, quedaría prohibido poner aquello de amar a todo mundo, por la sencilla razón de que no se puede amar, aunque sí odiar, o sentir indiferencia, como de hecho la sentimos, por quienes no conocemos.

Todos esos criminales que este año llenaron páginas de periódicos de todos lados, matando en Norteamérica, en plena calle y desde lejos, con rifles de alto poder, mujeres y hombres, y en México entrando a los hogares de las víctimas, dispuestos a matar familias completas, niños incluidos llegado el caso, que llegó, pues iban armados, no es que sean incapaces de amar, son capaces, pero su grupo de seres amados es muy breve, y el resto le son indiferentes. Indiferencia que crece cuando, por una vez que se escucha el “amad a tu prójimo como a ti mismo” se ven en el cine y la tele actos de violencia en el que los prójimos mueren por cientos, y en las noticias la realidad de que los crímenes no se castigan.

M A R T E S

Parte de las dificultades que el gobierno federal ha tenido para realizarse exitosamente durante los dos años que lleva ejerciendo, ha sido la ignorancia práctica de las maneras como debían lograr que las cosas que ordenaban se cumplieran. De ello, seguramente hoy saben más que cuando protestaron su secretaría, y una de las cosas que saben es que todavía les faltan cosas que aprender.

Y es que mandar en una empresa particular no es, y nunca será lo mismo que mandar en una oficina de gobierno, donde, por lo regular, la gente que está allí se ha ido acostumbrando, con el transcurso del tiempo a hacer el menor trabajo posible. Todos recordamos haber oído, alguna vez, de algunos gerentes, directores de empresa y aun de gobernadores o presidentes: que “mandan más que un rey”, y no se trataba, precisamente, de mandar diversas cosas a diferentes grupos de gente, sino la misma al mismo grupo para conseguir que se hiciera. Y esto comenzó cuando hubo uno, el primero, que en lugar de castigar la desobediencia comenzó a ser tolerante con ella, acaso porque con esa consideración esperaban, en reciprocidad, otra de su empleados para él, y no para el negocio o para el gobierno. Así, por ejemplo, en México se ha llegado hasta donde se ha llegado, aunque parezca que no puede ser así, cuando vemos el servilismo que mantiene listos a todos los que rodean a nuestros gobernantes, atentos a su menor gesto, que cumplirán con gusto siempre y cuando no sea la orden de ponerse a trabajar en algo productivo.

M I É R C O L E S

Si los señores regidores, los de aquí, los de allá y los de acullá, recordaran lo que alguna vez les enseñaron en cualquiera de las escuelas a las que asistieron, o en todas ellas, no andarían como andan en estos días, peleándose por una propina y un bono de marcha que de acuerdo con los representantes de nuestros empresarios no se merecen.

Toda esta gente cuando en tiempo de elecciones el candidato en turno les llevó a su lista de regidores coreaban los compromisos de su jefe, repitiendo por todos lados que trabajarían para los pobres y que se sacrificarían por el pueblo para hacer una patria grande. De todo esto acaso lo único que cumplieron fue lo primero, es decir, trabajar para los pobres, teniendo en cuenta que en aquel entonces ellos tenían menos que lo que ahora tienen, sin incluir lo que pelean y que seguramente obtengan.

Alguna vez se dijo aquí que no estaría mal que, así como los alcaldes informan una vez al año sobre lo que hicieron, en diferentes fechas hicieran lo mismo los regidores, todo comprobado, pues ya se sabe que papelitos hablan. Esto sería bueno, como información al público acerca de cómo llevan su concejalía cada uno en su departamento, y cómo ha contribuido cada quien al buen gobierno de nuestra ciudad. Porque, la verdad es que de ellos no se sabe mucho. Se supone que muchos sencillamente cumplen, aunque algunos se pasen días sin ir a sus despachos, y otros, los menos, y menos mal, apenas si intervienen sacando a sus amigos de la cárcel o alivianando sus multas.

J U E V E S

JACINTO BENAVENTE fue Premio Nóbel en 1922, sin que eso le haya quitado ser protagonista de mil y una anécdota, cuya gracia está en decir una palabra ocurrente en el preciso momento.

Se cuenta que un su amigo tenía un hijo que había escrito una comedia. Con el interés que se comprenderá el padre del incipiente escritor, le llevó aquel trabajo a Benavente para que lo leyera y le dijera si su hijo podía llegar a ser algo. Benavente lo leyó por encima, allí mismo, lo que basta para descubrir si algo tiene o no calidad, y le dijo al padre, que aquello no estaba mal, que lo que faltaba era que el muchacho tuviera verdadera vocación, añadiendo luego, que además la tuviera despierta, porque una vocación dormida no sirve para maldita la cosa.

El padre del muchacho, interesado en el asunto, le preguntó a Benavente, cómo podría despertarse una vocación dormida, y el autor de La Malquerida, le dijo entonces que la fórmula más segura para que una vocación se despierte es llamarla a grito pelado.

Entre sus contertulios había un poeta vanidoso, por el que Benavente no sentía precisamente afecto. Un día el poeta llegó con la mejilla hinchada a la mesa de café, diciendo que él creía que los dolores de muelas sólo los padecían los imbéciles.

Benavente no desaprovechó la ocasión, diciendo: ¿Y qué razones tiene para pensar lo contrario?

V I E R N E S

Y a propósito de novatos, Andrea Verochio abrió los brazos para recibir a su amigo Pïero, reprochándole que no se hubiera dejado ver en Florencia durante tanto tiempo, aclarando que entendía que viviendo solitario en su pequeña Vinci, le daría pereza venir a la gran ciudad, preguntándole luego por cómo iba su notaría. Y fijándose en el muchacho que acompañaba a su amigo exclamó: “¡Pero, si éste es Leonardo! ¡Mire, mire, cómo ha crecido! Ya nos van alcanzando estos mocosos, ¿no es verdad, mecer Piero?” Ahora se acordaba que hacía tiempo su amigo le contaba maravillas de su hijo: que cantaba, tocaba, calculaba y pintaba . . .

¿Y que más hace, mecer Piero?

Su amigo Piero, le rogó que no se riera del asunto, que su hijo era demasiado bueno, y que por eso lo había llevado. Que en nada se parecía a él, su padre; que era demasiado aplicado; que todo lo quería saber, y que se ponía a hacerlo todo, y que él creía que era tiempo de que se pusiera a aprender algo en serio, que por eso había llevado algunos de sus dibujos, para que los viera y le dijera si tenían algún valor. Sí valía la pena que allí se quedara, o si podía llevárselo a sus negocios para hacer de él un buen notario.

El maestro Verochio tomó el manojo de dibujos que Piero da Vinci había llevado, los desenrolló y se puso a examinarlos. El rostro de Andrea empezó a iluminarse , levantó la vista de los papeles, buscó al muchacho . . .

“Mecer Piero da Vinci, dijo: Usted sabe que yo soy un joyero y pintor y escultor y músico y ebanista y geómetra; sé lo que es la materia y lo que de ella puede hacerse. He trabajado con el oro y las maderas finas y el mármol, pero tengo la impresión de que un material como el que usted me ha traído, jamás lo he tenido, ni yo ni nadie, desde que existe el mundo. Déjeme a su Leonardo, déjeme crear mi obra maestra.”

Y el joven Leonardo, hijo del notario Piero da Vinci, aldea del valle del Arno, se hizo “discípulo” del maestro florentino Andrea Verochio.

El Verochio había recibido el encargo de pintar para el monasterio de Valombrosa un cuadro de Juan Bautista, de Jesús rodeado de ángeles. Una gran parte de esa obra la encargó a sus discípulos. Al pequeño Leonardo le tocó hacer un ángel. Pintó una figura de ángel como no se había visto hasta entonces otra igual en la pintura italiana. En el instante en que vio el ángel de Leonardo, el Verochio decidió abandonar la pintura, no tocar jamás ni el pincel ni los colores.

Leonardo no quería ser grande, pero lo era, y como consecuencia estuvo solo, desde entonces hasta el día de su muerte, el 2 de Mayo de 1549.

S Á B A D O

Henri Bergson el filósofo autor de “La risa”, un libro que ha dado la vuelta al mundo, en sus últimos tiempos llevó una vida muy retirada y sólo trataba a los otros hombres si podía ayudarles en algo. Al parecer, una vez justificó su conducta diciendo que “después de pasar muchos años en busca de la verdad, llegamos a la conclusión de que mejor habríamos hecho en ejercer la bondad”.

Y D O M I N G O

El gobernante honrado debe aspirar a ser enterrado por suscripción pública y a que sobre su lápida se ponga sólo este epitafio: Cumplió con su deber. SALVADOR ALVARADO.

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 12407

elsiglo.mx