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MIRAJES

Por Emilio Herrera

L U N E S

Aquí estamos, este lunes, celebrando, una vez más, el 16 de septiembre, día en cuya madrugada realmente Miguel Hidalgo llamara al pueblo de Dolores haciendo tocar la campana de su iglesia para comunicarle el inicio de la lucha de independencia.-

Decía Julián Marías que él comparaba a los españoles con los melocotones (los duraznos nuestros), “que se corrompen fácilmente, pero que tienen un duro hueso central a prueba de todo, inquebrantable e incorruptible”. Y a veces pido que, al final, ojalá algo por el estilo resguarde nuestro sentido de nacionalidad que, a veces parece tan frágil, y que se nota, particularmente, en el cada vez más abundante uso de palabras en inglés, como si nuestro idioma no tuviera substitutas tanto o más expresivas que a las que se recurre. Un ejemplo de esto ocurrió precisamente el propio día 15 en un programa televisivo de la capital cargado de vivas a México, en el cual el conductor para terminar usó la palabra “Stop” en lugar de la de “Alto” o cualquiera otra de las que para el caso tenemos.

En estos días patrios recordemos (al menos en ellos, quienes lo olvidan) que nuestra lengua es la bandera que todos llevamos por todos lados a donde vamos, que ella es “la sangre de nuestro espíritu”, y que no preferirla a cualquiera otra para lo diario” es como traicionarnos a nosotros mismos.

M A R T E S

Yo no sé si ustedes se habrán dado cuenta, pero, para mí, como que el tiempo dura menos de septiembre en adelante, a partir de nuestros gritos del 15. Es como si a los segunderos de todos los relojes les diera, de pronto, no sólo por imitar a Ana Gabriela sino ganarle y seguir corriendo sin parar hasta el último de diciembre cuando, por fin, quedan exhaustos y vuelven a su normalidad.

A veces pienso que eso, a lo mejor (o a lo peor) sucede porque a partir de este mes, en lugar de manejar, como en los meses anteriores, el tiempo día por día, lo usamos, a zancadas, por fechas y, del l5 nos vamos al 12, del mes siguiente, que hasta hace poco era Día de la Raza, y ahora es el del Encuentro; luego nos vamos hasta el 20 de Noviembre que cada vez es menos revolucionario, después al 24 de Diciembre que casi juntamos con el día último, haciendo una sola fiesta de todo ello, y así en un momento acabamos con lo que nos queda del año. Es decir, que, como buenos mexicanos, nos manejamos por fiestas, y no por días laborables, como todo mundo.

El gran problema lo vamos a tener cuando abandonemos todo esto que, como se ve, no está tan mal como a veces decimos, y lleguemos a donde vayamos a estar para los restos, llámese eternidad o lo que sea.

Como hasta ahora, para facilitarnos la cosas, nos han servido el tiempo por raciones anuales, así nos manejábamos; pero, en la eternidad, que nos la van a servir de un tirón . . . vaya usted a saber. ¡Líbrenos Dios!

M I É R C O L E S

Y a propósito de carreras, para carreras las que ahora traen todos los aspirantes que en las últimas semanas han recorrido todos los ejidos que han podido buscando quedarse con los pocos o muchos votos que en ellos pasan hambres, y a los que ellos les prometen hartazgos; tocado todas las puertas que les parecieron propicias para solicitarles reunieran a sus vecinos para que les recibieran y les dieran la oportunidad de oírles decir lo que piensan poder hacer en beneficio de Torreón, con su ayuda, claro está, si a la hora de votar cruzan la boleta con los colores del o de la que habla.

Torreón, la verdad, nunca ha sido muy votador que digamos, pero, será por el agobiante verano que ha pasado y que hoy termina, será porque a las campañas no se le echaron los centavos que antes, la cuestión es que los sufragistas andan medio confundidos, pues nunca antes habían tenido tantos candidatos por quien votar, y hoy los tienen para todos los gustos, mujeres y hombres. Y claro, no es lo mismo elegir entre éste y el otro, o entre mi compadre y mi amigo que tener que entrar a un tin, marín de do pingüé que salve a nuestra conciencia del equívoco, porque en estas cosas casi siempre acaba por equivocarse el votante, según se ve ahora lo de aquel dos de julio.

Lo que nuestra ciudad necesita es a alguien capaz de hacer en ella diariamente cosas que le devuelvan su prestigio de Ciudad de los Grandes Esfuerzos, y ello, a pesar de nuestros desaciertos o equivocaciones anteriores, sólo se puede conseguir volviendo a votar.

Así que hoy, no hay de otra. Camina hacia tu casilla, que así, al menos, tendrás derecho a quejarte si el que salga no te cumple.

J U E V E S

Una ciudad como la nuestra no puede estar libre de problemas como homicidios, asaltos, robos y una larga lista de etcéteras. Es parte del precio del desarrollo; sin embargo, lo que en el caso particular nuestro desilusiona es que muchos de esos delitos son cometidos por delincuentes que, estando presos, son liberados antes de tiempo.

De lo anterior algunas veces se quejan algunos policías cuando se les reprocha su ineficacia para aprehender a estos atracadores y delincuentes que abundan en nuestra ciudad, argumentando que, de apresarlos, los apresan a diario, pero que al entregarlos donde corresponde, más tardan en eso que los reos en salir libres.

Y eso es lo inexplicable. Algo anda mal en Dinamarca para que huela y no a rosas. Es decir, como en todo grupo, es seguro que hay policías que son culpables de todo lo malo que en el cuerpo de policía pase, como habrá jueces que son los culpables de que los ladrones y asaltantes salgan fácilmente de la cárcel; pero, no puede ser ni el ciento por ciento de los policías, ni el ciento por ciento de los jueces. ¿Por qué, entonces, los que están libres de toda culpa aceptan convivir con aquéllos y ser incluidos cuando se les señala como venales? ¿Por qué no son los primeros en señalar lo que, seguramente, sucede a diario a su alrededor? Es posible que los policías no lo hagan por no perder su trabajo en un una época en que tan difícil es conseguir un empleo, pero, los jueces... los jueces honestos, ¿por qué no señalan a quienes los desprestigian?

V I E R N E S

Dicen que las leyes de California permiten, o permitían hace 75 años que el condenado a muerte designase con toda libertad hasta a cinco personas para que éstas fueran admitidas a presenciar su ejecución.

Un tal Goodwin, hombre de treinta años, que había sido soldado, actor y que al fin buscó refugio en el seno de la iglesia, asesinó a un íntimo amigo suyo, para robarle; el crimen fue horrible, con todos los agravantes y más, y condenaron a su autor a la última pena, naturalmente.

Enterado del derecho que le asistía, hizo imprimir cinco tarjetones blancos con orla de luto, donde, en caracteres góticos se leía: “El reverendo Philip A. Goodwin tiene el honor de invitarle a su ejecución por las autoridades del Estado de California, en la prisión de San Quintín el 14 de enero de 1927.

Las originales invitaciones fueron dirigidas a tres estrellas de cine, un guardián de la cárcel, con quien el condenado había simpatizado particularmente, y un periodista cuyos trabajos gustaron siempre mucho al asesino.

Y como una cosa lleva a otra, esto me hace recordar al licenciado aquél que, hace unas décadas vivió poco entre nosotros, porque en ese poco se echó tantas deudas (fueron los años del dónde firmo), que sus acreedores no le dejaban disfrutar de lo adquirido a costillas de ellos, de tal manera que tuvo que huir de Torreón, pero no sin antes publicar en este diario su propia esquela de muerte. Alguien lo vio meses después, vivito y coleando en la capital.

S Á B A D O

Cuentan que dos cardenales cuando vieron terminado el cuadro de Rafael “La Transfiguración”, criticaron algunas cosas. A Rafael no le gustaba que los poco entendidos le criticaran su pintura. Dijo uno de los cardenales que los rostros de San Pedro y algunos otros eran demasiado rojos. Disgustado Rafael le dijo que así eran. Incrédulo el cardenal le preguntó que dónde, a lo que el pintor le contestó malhumorado: ¡En el cielo! Rojos de vergüenza de que la Iglesia tenga cardenales tan poco inteligentes en pintura.

Conocidos son los amores de Rafael con la Fornarina, una mujer hija de un panadero (de ahí lo de fornarina), que fue durante años modelo y amante del pintor. Un autor, un tal Henry de Koch, acusó a la Fornarina de haber sido la causa de la muerte prematura del pintor, no por asesinato, sino por exceso de amor.

Ya muerto Rafael, las tropas españolas y alemanas saquearon Roma y estropearon algunas de las pinturas del Vaticano. Después el Papa encargó a Sebastián del Piombo que las recompusiera hasta dejarlas como antes. Y entonces visitó el Vaticano por primera vez el Ticiano. Vio a un hombre que pintaba algo sobre una pintura de Rafael y empezó a gritar: ¡No! ¡No! ¡Jamás! ¡Nunca mientras viva consentiré que un imbécil estropee con sus pinceles las obras maestras de Rafael!

Y D O M I N G O

Donde mejor está un ex presidente es en el olvido. NIKITO NIPONGO.

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