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MIRAJES

POR EMILIO HERRERA

L U N E S

Extraño destino el de algunos seres de ser para no ser. Ahí tenemos entre esos muchos, el caso de la que se decía Anastasia, y que otros afirman que sólo era la hija de unos campesinos polacos. Esta mujer parece que nació exclusivamente, sin ningún otro objeto que justifique su existencia, para pasarse la vida peleando por ser reconocida como la que decía ser: Gran Duquesa, hija del Zar Nicolás II de Rusia.

Y como ni ella convenció a todos ni sus opositores logran confundirla, esta mujer dejó este mundo legándole un misterio más.

Otros han sido, por ejemplo, aquél del hombre de la máscara de hierro, que Dumas aprovechó tan bien y gracias al cual Douglas Fairbanks, padre, pudo hacer, en su tiempo, una de las más espectaculares películas de capa y espada. Por cierto que el historiador Funck-Brentano afirma que no hubo tal hierro en la máscara, que era de terciopelo.

¿Fue un hijo de Ana de Austria y de Mazarino? ¿Fue del italiano intrigante Mattioli? ¿Fue de otro de los arios que se han citado como posibles? Quién sabe.

Entre nosotros más de una mujer se vistió de hombre, la más famosa, la conocida bajo el nombre de China Hilaria. Ahora que ella, en cuanto venía al caso, y el caso venía siempre que podía humillar a algún hombre, se daba prisa en descubrir su verdadera personalidad de tal manera que no quedara duda sobre su identidad.

M A R T E S

Queramos o no queramos, dependemos del petróleo. Siendo así nuestra situación, lo que asusta, ahora más que nunca, es su sindicato, que, igual que el del magisterio y el de los electricistas han llegado a ser unos monstruos capaces de poner en jaque mate al país que enfrenta dos corrupciones, la de los dirigentes de la empresa y la de los dirigentes de los trabajadores.

Sindicatos de esa naturaleza son como la espada de Damocles, colgando de un hilo que, a su capricho, en un momento dado pueden hacer que caigan sobre todos los mexicanos los líderes o los dirigentes corruptos.

De alguna manera, yo no sé cuál, habrá de disminuir esa fuerza para que, sin perjuicio de los trabajadores deje de ser el peligro que se vio que podía ser para la nación. Dividirla por especialidades, ve tú a saberlo, pero algo por el estilo debe buscarse y hacerse para que tanto poder no esté en manos de un sólo hombre (porque cuáles bases ni que nada) que, como en este caso, ha sido manifiestamente perverso.

Que haya sindicatos tan fuertes que sean capaces de dejarnos sin energía, sin escuelas, en un país que tanto depende de la educación, por mala que sea la que se imparte, comparándola con la del pasado, y con la de otros países, y sin fuerza eléctrica, es totalmente absurdo. Sin atentar contra la justicia de los trabajadores alguna solución se debe buscar a estos problemas.

M I É R C O L E S

Casos como el de esos once ilegales que murieron asfixiados en un carro de tren herméticamente cerrado, deben conmover a nuestro gobierno.

Son compatriotas que escapan con la esperanza de encontrar fuera de su país lo que en él no encuen-tran: trabajo.

El principal problema de México es, precisamente, la falta de fuentes de trabajo. No sólo para los hombres de la tercera edad, a lo que tanta publicidad se le ha dado en los últimos días, sino para todos los que carecen de empleo.

Todos esos viajes que nuestro señor presidente hizo en su primer año y los siguientes primeros meses del segundo, se supone que los hizo con esa intención: la de promover interés entre los inversionistas europeos y orientales para que colocaran aquí su dinero en una u otra forma que abriera oportunidades de trabajo a los desempleados de nuestro país. No supo crear el interés necesario, o los problemas sociales que en los últimos meses ha vivido nuestro país acabaron por desanimar a los interesados, la cuestión es que no solamente no ha disminuido el número de desempleados sino, que ha aumentado.

Éste, pues, sigue siendo, como al principio, el principal problema a resolver. Mientras no lo resuelva seguirá aumentando la delincuencia que nadie detiene una vez que comienza, que una vez que principia sigue creciendo.

J U E V E S

Se dice, mi estimado don Enrique, en relación con la famosa Gioconda, que es el retrato de una tal Mona Lisa que, en ocasión de una restauración o limpieza, estuvo descolgado durante unos días; y, en vez del cuadro, pusieron un aviso en el que se explicaba el motivo de no estar el cuadro allí. Entonces se observó que, si bien antes casi todo el mundo se detenía ante el cuadro, ante el aviso se detenía todo el mundo sin excepción.

Estaba escrito en letra pequeña y todos los visitantes se acercaban a leer el texto. O sea, que interesaba más la anécdota posible del cuadro, que el cuadro mismo.

En otra ocasión, en 1969, la Gioconda fue cambiada de sitio. Se instaló en una sala más reducida y, en el lugar donde había estado tanto tiempo, se puso una pintura francesa , el “Gilles”, de Watteau. Y si se hizo el cambio en honor a la pintura francesa, no se consiguió gran cosa, pues todo el mundo continuó deteniéndose frente a la Gioconda en su nuevo emplazamiento y casi nadie frente al cuadro de Watteau, que por otra parte, es muy bueno.

Giraudoux dice que cuadros como la Gioconda sirven, entre otras cosas, para observar las diferencias entre hombres y mujeres; los hombres admiran su calidad y comentan la técnica del pintor, y las mujeres, si son dos o tres, una de ellas dice: ¡Ah! Pues tiene un gran parecido con Fulanita, o sea, alguna de sus amigas comunes. (Esto, no olvidarlo, ocurría hace treinta o cuarenta años. De entonces a acá la mujer ha cambiado).

V I E R N E S

Como ustedes quieran, al mundo lo hizo Dios o se hizo solo, luego, en ese mundo los hombres hicieron a los pobres. A esto no hay que darle muchas vueltas, porque aquel tipo de hombres no han cesado de hacerlos, los siguen haciendo. Siempre los han hecho siendo adultos. Y ya pobres, a sus hijos no les queda otra que nacer pobres.

En la Cumbre Mundial de Alimentación han llegado a saber que actualmente en este mundo hay 840 millones de desnutridos de todas las edades, y que, de alguna manera, los que hacen sus tres comidas diarias tendrían que aumentar en 24 mil millones de dólares su ayuda anual para corregir esta situación en un cincuenta por ciento en los años próximos.

Actualmente seis millones de niños mueren de hambre, acaso porque los que no la enfrentan no saben lo que ésta es. Así como muchos se imponen dietas sencillamente para adelgazar, para rebajar algunos kilos y mantenerse en forma, el hombre debiera vivir a pan y agua una semana al año, para conocer de cerca el hambre, y saber de qué se trata cuando se habla de los pobres, pobres. Disminuiría la mortandad entre ellos.

Ama a tu prójimo como a ti mismo, se nos dejó dicho. Pero, no hay peor sordo que el que no quiere oír. La madre de un escritor chino que fue muy leído a mediados del siglo pasado ¿Ling Yu Tang? decía: “Dad arroz a

los que tienen hambre, y a los que sufren, corazón”. Poca cosa, que si sucediera a diario, a nadie haría más pobre y a muchos enriquecería espiritualmente.

S Á B A D O

Cuando hayan pasado dos mil quinientos años a partir de éste en que vivimos, seguramente contarán de nosotros algo parecido a lo que hoy se cuenta de los que vivieron esa cantidad de años antes de nosotros. Por ejemplo: Cuentan que los padres de Platón llevaron a éste, recién nacido, al Monte Imeto y allí ofrecieron un sacrificio a los dioses. Dejaron al niño sobre la hierba, en un prado. Y, al volver a recogerlo, lo encontraron rodeado de abejas que iban dejándole miel en los labios. Fue aquello el presagio de una gran elocuencia.

Sería eso o no sería, lo que sí es que de entonces a ahora las abejas han cambiado mucho, han aprendido a picar si te mueves, por ejemplo.

Y a propósito de Platón, don Enrique, cuentan que en una ocasión invitó a comer a un ciudadano ateniense llamado Timoteo. Y le sirvió una comida frugal. Al día siguiente Timoteo le visitó, para darle las gracias por aquella comida. Platón le recordó que ya se las había dado el día anterior, al final de la comida. Y Timoteo le dijo que no del todo, pues hasta hoy, ese día, no había sabido que su comida había hecho que se encontrara bien al día siguiente.

Lo que le digo, porque a lo mejor estamos en deuda con nuestro amigo “El mártir del dominó”

Y D O M I N G O

La única rosa sin espinas es la amistad. MADELEINE DE SCUDERY.

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