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MIRAJES

Por Emilio Herrera

L U N E S

L E N T A M U E R T E

A la memoria de ALBERTO MAYA, que falleció el último viernes, 23 de Agosto en la Ciudad de México.

¡A cuántos que quise he sobrevivido!

ya casi ni lo sé; pero, yo he muerto,

¡eso sí que lo sé!, porque es muy cierto

que algo de mí se ha ido

con cada amigo desaparecido.

Me voy quedando solo, esto lo advierto:

tan solo como en el panteón el yerto

amigo tan querido.

La muerte no sucede como vemos;

morimos poco a poco:

con cada amigo que se va nos vamos,

y en fila me coloco.

Cultivar amistad cuesta una vida.

Si se recobra allá, ¡qué bienvenida!

M A R T E S

A mí lo que me ha asustado siempre de nuestros presidentes es esa propensión al uso de la palabra todo. El presidente Fox no podía fallar. En Querétaro acaba de comprometerse a que la alimentación de todas y todos los mexicanos será una prioridad de su gobierno, particularmente de las familias más pobres.

No creo, por otra parte, que haya mala fe en la promesa. Sencillamente se olvidan los presidentes de aquel viejo consejo que advierte: “Lo que no hagas por tu mano, ni tu hermano.” Y no teniendo el don de la ubicuidad, la promesa es excesiva.

Además, volvemos a lo mismo: todo cuesta, y cada día más, ¿de dónde piensa nuestro señor presidente sacar lo necesario para cumplir cada promesa que hace?

Se dice que “el que hace lo que puede no está obligado a hacer más”. Bueno, pues, eso: hágase lo que se pueda, pero, hágase, y no se prometan cosas que de tan imposibles, ni siquiera se comienzan, porque eso de acabar con el hambre de los pobres es una cantinela que venimos oyendo desde el principio (como se la hemos escuchado a muchos otros antes) sin que ésta se haya reducido. Al contrario, ha ido en aumento.

Lo único que puede disminuir, no resolver totalmente, el problema de una mejor alimentación, es crear para ellos los trabajos elementales, únicos que la mayoría, por su falta de preparación, pueden desarrollar.

Con lo que trabajando ganen, ellos comerán mejor que ahora lo hacen, y sus hijos también. Crear trabajos para sus padres es ganar la batalla.

M I É R C O L E S

A cada cosa le llegan sus quince minutos de popularidad, y negocio para su dueño, dicen. Y allí está, ahora, el turno del machete.

Ahora se fue hasta la frontera, por el lado de Matamoros, Tamaulipas, y apareció en manos de los campesinos.

Sus fabricantes que los habían venido vendiendo a los habitantes de las selvas o a los cortadores de caña, de pronto se han encontrado con una demanda que no esperaban. Pero, ¿a quién le dan pan que llore? Ya están viendo la manera de satisfacer las solicitudes de este gran cuchillo o especie de sable, que se está volviendo un símbolo de la lucha contra las injusticias sociales o morosidad del gobierno.

Algo de cuya importancia no han querido darse cuenta los gobiernos, federal, estatales o municipales, es de lo que encocora al pueblo que lo hagan esperar por algo que, él, por más vueltas que le da, no se explica: que pase el tiempo, años a veces, sin que le decidan un sí o un no, que es todo lo que necesita. Y que, a veces, le devuelvan meses después algún escrito que pudieron haberle rechazado, por mal escrito, el mismo día que se lo recibieran. Tonterías como éstas son las que van haciendo rebozar el vaso que ya, de por sí, está lleno con los grandes problemas de la falta de dinero para emprender obras necesarias y hasta urgentes, tanto en la ciudad como en el campo, y que ayudarían a dar de comer al hambriento. Como quiera que sea, hay que darse cuenta de que los machetes no son un juguete, y un día, sin darse cuenta y sin querer, van a usarse como lo que son.

J U E V E S

En la hoy inundada Dresde, Schopenhauer comía todos los días en un mismo mesón. Y en la mesa inmediata comían cuatro oficiales del ejército en continua y alborotada charla. El filósofo todos los días, al sentarse a la mesa, sacaba del bolsillo una moneda de oro y la dejaba allí encima. Y, después de comer, la volvía a guardar. El dueño del establecimiento se dio cuenta de aquello y le preguntó por qué lo hacía.

Es para los pobres – le dijo el filósofo-.

Pero, no les dáis nada.

Todavía no; les daré este dinero el día que mis cuatro vecinos de mesa hablen de otra cosa que no sea de caballos, de perros y de mujeres.

Este mismo filósofo alemán, Arturo Schopenhauer, que era hijo de un banquero, estuvo de profesor en la Universidad de Berlín, y una vez, al comenzar el curso, preguntó a sus alumnos si alguno de ellos había leído su ensayo sobre la influencia de la mentira en las relaciones humanas, advirtiéndoles que aunque no lo recordaran bien, si alguno lo había leído que levantara la mano.

Muchas manos se levantaron y Schopenhauer concluyó: Ahora ya se que de esta influencia voy a poder hablar con conocimiento de causa, pues la única verdad es que yo nunca he escrito tal ensayo.

V I E R N E S

Cuentan que cerca de la casa donde vivía Verdi en Milán, un pobre pedía limosna dándole como sabía a un viejo piano con ruedas.

Verdi oía todos los días aquella musiquilla. Un día bajó a la calle a rogar al ambulante que se fuese a tocar a otro sitio. Le dio lástima cuando lo vio de cerca, le pidió que le dejara tocar a él, y a pesar del mal estado del piano, consiguió que se reuniera gente a escucharlo. Después el mismo Verdi pasó el sombrero y recogió bastante dinero que entregó al músico ambulante.

Éste siguió tocando en el mismo sitio. Desde entonces siempre que algún inoportuno iba a pedirle a Verdi un autógrafo para un álbum, petición que se repetía con frecuencia, Verdi le enseñaba al músico ambulante a través de la ventana y le decía que se lo daría siempre y cuando él le diera cien libras al pobre músico. Si no, no.

Todos daban el dinero. Y contaba Verdi que un día el músico le propuso, que le ayudara todos los días a pasar el plato y así él tendría tiempo de tocar sin cesar, y así ganarían mucho dinero.

Verdi trató de convencerlo de que él ganaba más dinero con otro modo de hacer núsica. Pero no lo consiguió. Y así fue como el pobre músico, ofendido por la negativa, desapareció de allí.

S Á B A D O

En materia de corrupción, comparado a los otros países del mundo, andamos como en todo, en el lugar 57, es decir, ni somos buenos, buenos, ni nos atrevemos a ser malos del todo, que es lo peor que se puede ser.

Como todas las cosas, para combatir a la corrupción, además de agallas se necesita dinero, para comprar el armamento necesario, y no pienso que sea mejor que el que los corruptos poseen, pero sí que sea cuando menos igual al que ellos usan, pues sólo con el valor necesario para presentar el pecho, no se puede llegar a ninguna parte.

Y para combatir a los “peces gordos”, como desde el principio anunció el jefe de nuestro gobierno, volvemos a lo mismo, se necesita tener el mismo dinero que ellos tienen, y no lo podemos tener porque fueron ellos, precisamente, quienes nos lo quitaron en su oportunidad.

Ahora, o comenzamos a caminar hacia atrás en la química y comenzamos a buscar la piedra filosofal que nos permita fabricar oro de cualquier metal, o dejamos por la paz o nos olvidamos de los corruptos. Peor es hacer el ridículo.

Y D O M I N G O

Los priístas se equivocaron de publicista. ¡Para darse cuenta no hay más que leer el lema que están usando! ¡VAMOS POR MÁS!, que después de leer hace exclamar a muchos: “¡OIGA USTED, SON INSACIABLES!”, o “A ÉSTOS NO LOS LLENA NADIE”, “APENAS EN CAMINO Y YA PIENSAN EN HACER LUMBRE”, “MIENTRAS PUEDAN, ¿QUIÉN DIJO MIEDO”, y otras cosas por el estilo. ¡Pobre de Laurita, con tal publicidad!

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