SUN-AEE
México.- No tengo la menor idea de cuánto ha conseguido recaudar la Secretaría de Hacienda en estos últimos meses y semanas. Lo que sé de cierto, por experiencia propia es que para los contadores y los contribuyentes que este mes intentaron pagar sus impuestos por medio de la red computacional y los sistemas electrónicos de los bancos, ha sido una de las peores temporaditas de muchos años. Una auténtica pesadilla, mucho más engorrosa y hasta angustiosa que los trámites tradicionales con papeles y sellos.
Cuento aquí mi pequeña historia. Quizá sirva para algo; no lo sé, pero al menos ilustrará la mala suerte (si es que se trata de mala suerte) que agobia a quienes queremos estar al corriente de nuestras obligaciones fiscales.
Hice oportunamente todos los arreglos necesarios para que en mi banco pudiese yo disponer de los fondos necesarios para pagar los impuestos. Obtuve mis claves y acopié los recursos indispensables; consulté con mi contadora, quien con toda paciencia me explicó lo que había que hacer. Ambos trabajamos conjuntamente, coordinados y puntuales.
Entramos en el ciberespacio, mi contadora y yo, y nos dispusimos a hacer la operación. Eso nos llevó horas; varias horas: tres o cuatro.
Esas tres o cuatro horas se duplicaron (seis, casi ocho horas) cuando hubo que llamar a las oficinas del banco electrónico para que nos ayudaran a resolver dudas y problemas (sobre todo el que explicaré en el siguiente párrafo): nunca, de veras, nunca pudimos hablar con nadie. Yo me aprendí de memoria el mensaje grabado, después de escucharlo (no exagero) unas 70 u 80 veces: ?Gracias por llamar a Bancanet. Su llamada es muy importante para nosotros. No cuelgue, por favor. En breve, uno de nuestros ejecutivos atenderá su llamada?. Esa locución adverbial, ?en breve?, sonaba a burla después de 40, 50 minutos, una hora y cuarto de esperar.
El problema que teníamos -un problema grave, como se verá- es que no recibimos nunca el comprobante fiscal donde consta oficialmente que uno ha pagado sus impuestos. Antes, Hacienda ponía un sello de tinta en la copia de la declaración; ahora, el equivalente de ese sello, es algo que se llama ?cadena digital?.
Por fin, se nos informó que a principios de septiembre podríamos contar con el documento en el que aparece la ahora ya muy famosa ?cadena digital?.
En caso de no obtener ese documento -confiamos mi contadora y yo en que será posible conseguirlo-, ignoro en qué situación me veré: ¿eso querrá decir que no he pagado mis impuestos, pues no tengo manera de comprobarlo oficialmente, y entonces me veré obligado a pagar de nuevo, pero ahora con recargos por un rezago del que, francamente, no soy en absoluto culpable?
La vida se detuvo. No exagero. Había que pagar los impuestos. Pero una vez pagados con esta gran modernidad, no hay manera de demostrar, con esa ?cadena digital? que aún no tengo en mis manos, que fueron pagados, puntualmente, hasta el último centavo.
Los riesgos
El pago electrónico de impuestos podría causar un descenso en la captación tributaria debido a las fallas en la planeación y aplicación de este nuevo sistema.
El nuevo método de pago no toma en cuenta las diferencias entre las empresas que tienen tecnología moderna y aquéllas que aún utilizan métodos tradicionales. Asimismo, el nuevo sistema, además de ser más complejo, agrega obstáculos para pagar impuestos: el tiempo que toma tramitar la tarjeta tributaria y aprender a utilizarla, actualización del sistema de cómputo, fallas del proveedor de Internet, saturación de los deficientes sistemas informáticos de los bancos e insuficiente capacidad del sitio del Sistema de Administración Tributaria (SAT).
México es uno de los pocos países donde el pago de impuestos implica un costo adicional de dos mil a tres mil pesos en comisiones para los bancos.
Si cada contribuyente dedica una hora a pagar sus impuestos y cada hora tuviera un costo de 5.26 pesos (con base en el salario mínimo general de la zona A), resulta que esta pérdida de tiempo le costará poco más de 442.5 millones de pesos a la economía mexicana cada mes.