Todo indica que en los próximos días habrá de conjurarse el peligro de una huelga en Pemex y con ello el país podrá respirar aliviado, al menos hasta la siguiente crisis política. Súbitamente los vientos comenzaron a soplar a favor de Vicente Fox luego de una larga y calamitosa temporada de contratiempos.
Han sido tan pocas las tácticas políticas exitosas del Presidente que valdría la pena revisar en detalle qué fue lo que hizo bien esta vez, con el ánimo de que mejoren sus estrategias en las muchas batallas que habrá de librar en el futuro.
El ingrediente principal es que, a diferencia de otros conflictos en el pasado, Fox hizo su tarea en esta ocasión. No se atrincheró como en otros proyectos en el principio pasivo y autocomplaciente de “tener la razón”. En el caso del aeropuerto, por ejemplo, el círculo íntimo del Presidente simplemente atribuyó a los agitadores externos la efervescencia de los habitantes de Atenco; Fox quedó convencido de que la negativa de los ejidatarios para recibir con brazos abiertos un aeropuerto en sus parcelas obedecía a la ignorancia, el capricho y la manipulación. Al final canceló el proyecto con la cómoda actitud de quien se da la media vuelta y sentencia el capítulo con una frase: “peor para ellos”. Si Fox hubiese actuado con la aplicación que se le vio en la crisis de Pemex, hoy las excavadoras estarían aplanando las futuras pistas de aterrizaje.
Los aciertos de los últimos días han sido varios. Primero, que el gobierno no cedió al chantaje que significaba parar las investigaciones de corrupción en las relaciones entre Pemex, sindicato y PRI a cambio del conjuro de la huelga. En la práctica eso es lo que buscaban las marchas organizadas por los líderes: amedrentar al país con la posible parálisis de Pemex y, por ende, de la economía nacional. Al rechazar estas amenazas (y continuar con la investigación y con los trámites de desafuero de los líderes) la autoridad establece un principio ético y de legalidad fundamental para comenzar a dar legitimidad a las instituciones de la República. Pero esta vez la Presidencia hizo algo más que atrincherarse en la torre de marfil que representa hacer moralmente “lo correcto”. Esta vez Fox hizo algo que no había hecho anteriormente: maniobrar con habilidad para sacar adelante sus posiciones.
No está claro si el despliegue de actividades de la última semana respondió a una estrategia perfectamente calculada. Pero los resultados lo sugieren. El equipo de Los Pinos atacó simultáneamente varios frentes indicando a los actores involucrados que estaba dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias, pero al mismo tiempo haciendo ver a los demás que el gobierno no sería el más perjudicado. Ha sido una jugada de póquer en la que el PRI y el sindicato hicieron una apuesta arriesgada y el gobierno respondió doblando la cantidad a límites insoportables. Fox y Creel han gastado muchas horas con la cúpula priísta hasta convencerles de un dato terrible: si el país queda paralizado por una huelga de Pemex la opinión pública pasará la factura no al gobierno sino al sindicato y al PRI. Eso podría ser el fin del sindicalismo y prácticamente el tiro de gracia al tricolor. Roberto Madrazo, líder del partido, se ha convencido de esta tesis y retirado el apoyo a la cúpula sindical.
Para asegurarse de que las huestes del PRI no le den la espalda a Madrazo en esta resolución, los hombres de Fox han cabildeado intensamente a gobernadores priístas (sobretodo a los de origen gremialista como Juan Millán, de Sinaloa), a legisladores y a líderes de otros sindicatos. No se convenció a todos, pero casi. Romero Deschamps, cabeza de los trabajadores petroleros, sabe que en el asunto de la huelga se ha quedado solo.
El cabildeo no se limitó exclusivamente a ablandar directamente al enemigo. También se “sensibilizó” el entorno. Fue importantísimo que Andrés Manuel López Obrador, la figura más visible del PRD, repudiara la huelga y apoyara la continuación de las investigaciones de corrupción en el sindicato. Igualmente importante fue arrancar un espaldarazo de George W. Bush en ambos sentidos, lo cual terminó por convencer al sector privado de alinearse con el Presidente (no es que estuvieran a favor del sindicato, pero algunos círculos empresariales consideraban que no valía la pena arriesgar la estabilidad del país en aras de una investigación de corrupción mal conducida).
La estrategia cerró con un broche de oro: atacar directamente a las filas de los trabajadores petroleros. Por un lado, se dio voz en los medios de comunicación a liderazgos rivales dentro del sindicato (desde “La Quina” y sus seguidores, hasta líderes disidentes), para mostrar el divisionismo interno. Por otro, se ha instrumentado una hábil campaña para debilitar la imagen del sindicato en la opinión pública. En los últimos días ha proliferado la información sobre las canonjías caprichosas de que gozan los trabajadores petroleros y sus bajos rendimientos en su desempeño.
Finalmente Fox hizo lo que sabe hacer mejor: se convirtió en candidato y se metió a hacer campaña directamente y sin aviso previo a las instalaciones petroleras. Fue también una apuesta arriesgada, pero el cálculo resultó correcto. El cálido y espontáneo recibimiento prácticamente sentencia el peligro de huelga.
Una y otra vez en este espacio he criticado los desaciertos políticos del equipo gobernante. Fue una torpeza hacer coincidir la investigación por cargos de corrupción política con la negociación del contrato colectivo. El gobierno parecía condenado, una vez más, a quedar atrapado en los laberintos paralizantes que suele crearse por su inexperiencia política. Pero esta vez parece estar saliendo de su propia trampa de manera brillante y espectacular. Ojalá esto sea el principio de una nueva y creciente habilidad para conducir el cambio en el país. Una habilidad que creímos que nunca habría de aparecer. Enhorabuena.
(jzepeda52@aol.com)