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No blasfemarás

Adela Celorio

Debe haber algo que podamos hacer los capitalinos para romper el círculo vicioso de la mala vida en que estamos inmersos y generar un círculo virtuoso que nos acerque poco a poco a la vida buena que todos merecemos.

Ahí se los dejo para que lo piensen, a mí por lo pronto lo primero que se me ocurre es no seguir lastrando esta ciudad con tantas malas vibras y con tanta maldición. ¡Carajo no hay que maldecir! es más saludable aceptar con serenidad lo que no podemos cambiar y ya que ni la Virgencita de Guadalupe pudo salvarnos de la decisión de nuestro Jefe de Gobierno de construir los segundos pisos del periférico, dejemos que las consecuencias recaigan sobre él y su ascendencia hasta la tercera y cuarta generación; mientras tanto, dispongámonos a cooperar con la paciencia y la prudencia que exigirá de nosotros la dura prueba a la que nos someterá el monumental caos que dicha obra va a provocar.

De momento contamos con la debacle que ocasionan los trabajos del surtidor vial de San Antonio para ir haciendo condición mientras llega el momento de la conflagración total que ocasionará la obra maestra de López Obrador. Ahora sólo nos queda rezar para que el beneficio justifique el alto costo y la irritación de la ciudadanía.

Y decidida como estoy a no maldecir, me limitaré a comentar con toda prudencia que el señalamiento de Presidenfox a propósito de que los damnificados allá en el sureste, sin techo, sin alimento y con el agua pestilente a las rodillas, están nomás paradotes esperando que el Gobierno les resuelva el problemón, además de ser políticamente incorrecto, me pareció por lo menos una monumental ordinariez. Todos sabemos que es mucho mejor ser rico y sano que pobre y damnificado ¡pero caray! ¿pues no que tanta preocupación por los pobres? Mucha cumbre de primeras damas, mucho Vamos México, para salir con esto, ahora que nuestros hermanos necesitan no sólo toda la ayuda que el Gobierno está obligado a prestarles, sino también el apoyo moral y la compasión de su Presidente.

Otro comentario desafortunado que me da la oportunidad de reprimir las maldiciones que se atropellan en mi garganta es el de Marcelo Ebrard: “No podemos con el secuestro, tomen sus precauciones” ¿Cómo #/&% que no pueden? Sería bueno que nos dijera qué otra cosa podemos hacer además de encerrarnos tras rejas, cadenas, chapas de triple seguridad y costosos sistemas de alarmas. Los ciudadanos que invertimos una grandísima parte del presupuesto -que haría tanta falta para educación por ejemplo- en una policía cada vez más numerosa y onerosa y además nos vemos obligados a pagar un impuesto perverso a policías privados, vigilantes, cuidadores y toda la mafia que ha crecido a la sombra de la delincuencia desaforada que nos agobia, tenemos derecho a exigir que por lo menos los encargados de la inexistente seguridad; no se declaren impotentes.

Con todo respeto me permito recordarle al señor Ebrard que si de plano él no puede, se busque un trabajo más facilito y deje el puesto a alguien que sí pueda. No, si no digo que no hay mucho por qué maldecir, lo que digo es que si las mentadas ayudaran, esta capital marcharía como un reloj suizo. Pero no hay que desesperar, después de todo ¿no vivimos acaso en la ciudad de la esperanza?

ace@mx.inter.net

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