Los políticos del viejo cuño, a los que peyorativamente nombran dinosaurios, andan en estos días, “que no los calienta ni el sol.” Extrañamente hablan consigo mismos musitando palabras que no acaban por conformar una frase completa, lo que hace incomprensible la idea que pretenden construir para quienes los escuchan. Se les nota amuinados, con los ojos inyectados, el pelo enmarañado, consumiéndolos la impaciencia, algo que se nota en el caminar apresurado sin ir a lado alguno, agitando los brazos. Discuten a la menor provocación, alzando la voz. El nudo de la corbata les cuelga displicente en el desabrochado cuello de la camisa. Si antes se veían acicalados hoy han perdido parte de su glamour luciendo una barba de varios días.
Todo lo anterior derivado del empuje que demostró el mandatario federal para destruir la amenaza de un emplazamiento a huelga que se cernía sobre su gobierno y el temor que produce que al llegarse a un acuerdo laboral entre empresa y trabajadores se hayan quedado sin cartuchos para negociar el asunto penal en que se ventila una desviación de fondos. En uno de estos días el gobierno acaba de asegurar que no se puede comparar el caso de Amigos de Fox con el de Pemexgate. No es lo mismo el abuso que significa el desvío de dineros, pertenecientes a las arcas públicas, que la infracción a una ley que impide a los partidos políticos disponer en sus campañas de recursos provenientes del exterior del país. ¿La paja en el ojo ajeno?
En el caso de los “Amigos de Fox” tenemos que un candidato, usó en provecho de sus gastos de campaña para alcanzar el puesto público más alto al que puede aspirar un mexicano, aportaciones económicas que sabía que no debía utilizar y tan sabía, de ser cierto lo que se dice hasta ahora, que trató de disfrazarlas a través de distintas empresas fantasmas surtiéndose de fondos que, lo menos que se puede decir, tendrían un origen obscuro. Lo que cualquiera se pregunta ¿es lo mismo que unos cuantos pillos tomen un dinero que nos les pertenece para usarlo en una campaña política, a que un presidente de la República se le llegase a demostrar que las finanzas de la campaña que lo llevó al puesto caen dentro de la sospecha de que fueron ilegales? o, lo que es más penoso, ¿que un acto ilegal se esconda aprovechando un resquicio jurídico?
Que uno o dos líderes de trabajadores hayan pecado no causa sorpresa pues se dirá, como el alacrán de la fábula, está en su naturaleza. Puede que haya en México millones de transgresores de la ley. Lo que no se espera es que a ellos se sume el propio Presidente, al que la ley autoriza a llevar en su pecho la banda tricolor. Vicente Fox se ha quedado engarrotado en lugar de sugerir a sus Amigos que aporten a las autoridades, voluntariamente y sin reticencias, todo documento bancario necesario que ayude a encontrar la verdad. Es de suyo delicado que se diga que hubo operaciones nebulosas en el flujo de dinero a su campaña, pero es sumamente peor cuando un Presidente, que juró con el brazo levantado, al tomar posesión de su cargo, que guardaría la Constitución, toma una actitud parecida al ocultamiento de pruebas.