Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
(Décima cuarta parte)
Etiquetas: La sal y pimienta de la vida
Podemos percatarnos entonces, que a través de la historia los niños con este tipo de trastornos y defectos o enfermedades, no sólo llegaron a ser marcados, señalados y rechazados por sus padres, sino por toda una sociedad o grupo étnico, como se mencionó en los ejemplos anteriores. En nuestra época desgraciadamente, el infanticidio no ha sido erradicado del todo, ni tampoco el descuido o el abuso físico, psicológico o sexual; los medios de comunicación se encargan frecuentemente de recordarnos su vigencia, a través de diversos tipos y estilos de prácticas. En algunas ocasiones se trata de experiencias más salvajes y primitivas, pero en otras más refinadas y hasta fríamente planeadas. En todos esos casos surge naturalmente una serie de cuestionamientos sobre cuáles son las circunstancias y las motivaciones que llevan a los progenitores a tales extremos, o inclusive a una sociedad entera a comportarse de modo semejante. Seguramente que existirán muchas razones conscientes e inconscientes al respecto, y que múltiples factores estarán en juego en tales experiencias. Desgraciadamente, cualesquiera que sean las razones, tenemos que insistir que un alto porcentaje de estos niños o niñas con defectos, trastornos físicos o emocionales semejantes o simplemente todos aquéllos que no llenan los rasgos o requisitos de ese perfil idealizado y específico dentro de los cánones de la imaginación de sus padres, serán individuos a riesgo para ese tipo de manifestaciones de descuido, rechazo o agresividad.
No cabe duda que en la mayoría de sociedades occidentales del presente, hay una preocupación importante y constante por la atención, el cuidado, la protección, la rehabilitación y el tratamiento médico y psicológico de criaturas con tales problemas. A través de programas gubernamentales o independientes e instituciones públicas o privadas, se trata de llenar esas necesidades y prestar los servicios adecuados, con los mejores recursos, instrumentos y personal capacitado con que se cuente, sin importar el grupo social al que pertenezcan esos niños o niñas y las familias de donde provengan.
En nuestro país, lo podemos constatar con cierto tipo de instituciones especializadas públicas o privadas, organizadas las últimas por patronatos de padres o profesionistas interesados, que se dedican a prestar tales servicios, sea a lo largo del país como asociaciones benéficas, o por razones geográficas y comunidades específicas, como sucede aquí mismo en nuestra región. Se trata de un excelente esfuerzo y de un gran intento por detectar y seleccionar a estos niños y niñas, por diagnosticar los defectos, trastornos, enfermedades y problemas que presenten, por comprender sus limitaciones, su sufrimiento, dolor y reacciones psicológicas que presenten no sólo ellos, sino también sus familiares, especialmente sus padres, quienes pueden encontrarse aún en ese complejo pasaje de un duelo no completado. Es asimismo una enorme lucha por proporcionarles el tratamiento necesario y los métodos de rehabilitación apropiados para manejar las secuelas y las consecuencias que puedan presentar a largo plazo, puesto que en muchos de estos casos se trata de condiciones que se prolongan a través de los años o para toda la vida.
Es realmente admirable y digno de alabanza, cuando la unión y complementariedad de una pareja de padres, con el amor que se tienen y el que logran rescatar para su bebé, les da las fuerzas suficientes para superar ese proceso de duelo, vencer a los sentimientos de impotencia, enojo, tristeza, decepción, culpa y vergüenza, para poder traspasar las barreras de los prejuicios propios y ajenos que se extienden en el ambiente que les rodea, de modo que pueden buscar para su hijo o hija la ayuda que necesita. Una ayuda especializada requerida sea médica, psicológica, psiquiátrica o de diferentes índoles, que le permita superar tales limitaciones para enfrentar un futuro de mayor seguridad, luminosidad y beneficios. El poder llevar a cabo tales tareas, representa en este tipo de padres más responsables, valerosos y amorosos, el extremo opuesto a ese otro polo humano más primitivo de descuido, rechazo y agresividad hacia el bebé, que puede llegar hasta el infanticidio.
La lucha de estos padres no es exclusivamente una lucha interna dentro de cada uno de ellos, o entre ellos mismos como pareja; la lucha se prolonga hacia afuera igualmente, hacia el ambiente social en el que habitan, sea con sus familiares, sus vecinos, sus amistades y la comunidad misma en la que residen. Las distorsiones, el pensamiento mágico-religioso-primitivo, la ignorancia, la falta de comprensión y compasión, las creencias folclóricas y la educación deficiente y pobre tanto en los aspectos médicos como en los psicológicos de una población todavía cargada de tabúes y prejuicios, forman también una barrera de realidades sólidas, contra las cuales deben luchar los padres en ese proceso de sacar adelante a su criatura. (Continuará).