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NUESTRA SALUD MENTAL / Capítulo Interestatal Coahuila–Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana

Victor Albores García

(Décima tercera parte)

Etiquetas: La sal y pimienta de la vida

La dificultad para aceptar estos niños no ideales o considerados defectuosos, incompletos, enfermos o no viables de algún modo, se puede canalizar entonces no sólo a través de una variedad de sentimientos como se ha mencionado, tales como decepción, tristeza, enojo, vergüenza, culpa, desesperanza, etc., como parte de un proceso de duelo que se logra enfrentar y superar, o que por el contrario nunca se alcanza. Sin embargo, tales sentimientos cuando no son enfrentados, expresados y asimilados, se pueden convertir en una serie de manifestaciones que ponen a riesgo al bebé, al ser amenazantes y destructivas, en forma de descuido físico y psicológico, de abandono, rechazo o inclusive abiertamente en diferentes tipos de maltrato y abuso físico o sexual. La prensa y los noticieros en sus notas rojas tan socorridas, están llenos en el presente de reportajes increíbles e impactantes sobre casos de abuso físico o sexual de niños o de niñas, que abarca toda clase de aberraciones inimaginables, que van desde los golpes con objetos variados, las quemaduras, las heridas con diversos instrumentos, las fracturas o los castigos todavía de corte medieval, que aún en nuestros días siguen vigentes en ciertos hogares o inclusive instituciones, así como muchas otras formas de abuso y agresividad hacia los niños.

En diversos estudios realizados en otros países, se ha encontrado que son los niños que padecen defectos congénitos, cierto tipo de trastornos físicos o emocionales o enfermedades serias desde el nacimiento, como son los que se han mencionado en esta columna, quienes se encuentran a mayor riesgo de ser víctimas de tales experiencias de abuso, descuido, abandono sea físico o emocional, debido precisamente a tales características. Ellas unidas a la dinámica que se desarrolla con sus padres y familia, cuando no ha sido posible trabajar psicológicamente ese proceso de duelo mencionado también anteriormente, determinan que sucedan estas experiencias.

Las consecuencias en ocasiones pueden llegar a extremos bastante graves y fatales, al grado de que en ciertos casos se llega a dar el infanticidio. A pesar de que no es esto lo común en nuestra época, en la que presumimos de conductas y formas de pensar más lógicas, racionales y civilizadas, el infanticidio y la agresividad dirigida a ellos, no han sido desterrados del todo, y se presentan una y otra vez, con mayor o menor frecuencia, dependiendo de las circunstancias, las sociedades y el ambiente en que se vive. Es así, como al recorrer la historia de la humanidad, los reportes de este tipo de fenómenos abundan en diversos períodos históricos y en culturas. El episodio bíblico de Herodes y la masacre de los recién nacidos en Israel como símbolo de tales experiencias. El sacrificio de los hijos legítimos o ilegítimos en la antigüedad, lo que disminuyó para los primeros a partir de la Edad Media, pero siguió vigente para los segundos todavía hasta el siglo XIX. El bebé que no era perfecto en tamaño y forma, el que lloraba mucho o muy poco, o aquél que se salía de las normas marcadas en un tratado ginecológico de la época denominado: “Cómo reconocer al recién nacido que vale la pena criar”, generalmente era sacrificado. Por supuesto, los primogénitos tenían esa ventaja para sobrevivir, especialmente por encima de las niñas, que en un alto porcentaje eran devaluadas y desechadas.

El sacrificio infantil funcionó como una costumbre muy en boga en culturas como los cartagineses, los celtas irlandeses, los galos, los escandinavos, los fenicios y otros grupos de la antigüedad. Entre los espartanos era común arrojar a los desfiladeros aquellas criaturas que nacían defectuosas, igual que sucedía entre los chinos o los japoneses. Encerrar a los niños vivos en paredes, cimientos de puentes o edificios llegó a ser también bastante frecuente, bajo la terrible creencia de que en esa forma se reforzaba la estructura de la construcción. Una costumbre que ocurrió desde la construcción del muro de Jericó hasta la Alemania de 1843. Entre los romanos, también se sacrificaron a los niños, aún si fuera en forma más velada. Hubo una época en que el Senado decretó que no debería criarse ningún varón nacido en ese año. Los hijos de los enemigos capturados eran fácilmente asesinados, de modo que sobre los infantes de la nobleza se cernía con frecuencia tal amenaza. El asesinato de los niños se efectuaba en forma cruel y bárbara, fuera con las propias manos al asfixiarlo en el momento de nacer, hundiéndolo en un río o en el mar atado a algún objeto pesado, o dejándolo abandonado a su suerte en el desierto o en cierto paraje lejano en el que fuera presa de los animales.

En nuestro territorio, entre los mexicas, en la fiesta del quinto mes toxcatl dedicado al dios Tezcatlipoca, los muchachos y niños pequeños eran acuchillados con una navaja de piedra en el pecho y en el abdomen, en los brazos y las muñecas, como parte de ritos religiosos. (Continuará).

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