(Séptima parte)
Etiquetas: La sal y pimienta de la vida
Desde pequeños entonces, el niño o la niña que poseen rasgos, actitudes o características diferentes, que los hacen resaltar de entre un grupo de pares, aprenden ellos mismos a saberse y sentirse diferentes. La curiosidad, las miradas, la observación y el acecho de los demás, en ocasiones acompañados de risas, bromas o burlas hasta llegar finalmente al etiquetamiento con motes o apodos variados, los marca y los convierte en un foco especial de atención, no siempre cómoda o positiva. Los rasgos físicos pronunciados o exagerados, así como los defectos físicos congénitos, o aquéllos que han sido producto de enfermedades o accidentes se convierten en primera instancia, en las diferencias más notorias y visibles para las miradas de los otros y su curiosidad exploradora.
La mayoría de niños o niñas con rasgos o defectos semejantes, aprenden desde muy pequeños a encubrirlos o camuflagearlos, con esa tendencia a tratar de pasar desapercibidos o invisibles, de las miradas, las preguntas, los comentarios o las burlas de los demás. Desde temprano se hacen conscientes de sus rasgos y de las reacciones de los otros hacia ellos, de manera que también desde entonces aprenden a buscar mecanismos de defensa físicos o psicológicos para esconderse y protegerse, como una reacción natural y normal de supervivencia en ese ambiente. Ellos tienen que luchar con sus sentimientos de vergüenza, tristeza, desilusión, desesperanza, coraje, etc. y enfrentarlos consigo mismos. Igualmente deben manejarlos con sus padres, a quienes pueden culpar de sus defectos, mediante reacciones de enojo, rebeldía, culpa o impotencia. Tales sentimientos y otros más permanecerán a lo largo de su vida dentro de ellos, por lo que deberán aprender a conectarse con su interior, para encontrar la mejor forma de manejarlos y canalizarlos a través de diversos mecanismos.
La presencia, reconocimiento, comprensión, apoyo y ayuda afectiva de los padres y de la familia en que hayan nacido, jugarán un papel importante en la canalización y manejo de dichos sentimientos. Al niño o la niña que se sientan respaldados y queridos por sus padres, hermanos y familiares, les será más fácil enfrentar y manejar dichas experiencias en forma positiva y con secuelas menos hirientes y dolorosas. La visión que se tenga en el hogar, como parte de la educación familiar definitivamente repercutirán en la visión y la comprensión que cualquiera de estos niños o niñas tendrán en relación a sí mismos, a su autoimagen y a su autoestima.
Cuando los insultos, las burlas y los apoyos peyorativos se inician dentro de la familia misma, sea de parte de los padres o de los hermanos y demás familiares, la herida tendrá raíces mucho más tempranas y profundas. Ello repercutirá en mayor proporción en la autoimagen y la autoestima de quienes las presentan, y obviamente repercutirá asimismo en su desarrollo psicológico. Es así como muchos de estos niños o niñas pueden presentar desde los primeros años de vida, síntomas de ansiedad o reacciones depresivas al contacto con los demás, al sentirse objeto de burla y de curiosidad, a la vez que son señalados, rechazados o marginados de los grupos. La seguridad y confianza en ellos mismos no se alcanza a desarrollar plenamente, de modo que pueden convertirse en chicos o chicas defensivos, aislados socialmente, introvertidos, callados e inclusive bloqueados emocionalmente para el juego y las actividades propias de su edad con los demás niños o niñas, y también en su funcionamiento académico. En tantas ocasiones, dicho bloqueo emocional tampoco les permite desarrollar por completo el potencial intelectual que poseen.
Por otro lado, dependiendo del manejo, comprensión, educación y apoyo que exista en el hogar, de la sensibilidad de los padres y el afecto que les brinden a estos chicos, ellos podrán sentirse menos temerosos o amenazados por tales rasgos o defectos físicos, con mayor seguridad y confianza en sí mismos. Esa actitud de tolerancia, apertura, comprensión y aceptación en la familia, les permitirá mostrarse más abiertamente ante los demás, con menor necesidad de esconderse y con una mayor capacidad para defenderse y enfrentar los ataques y las burlas de sus compañeros. Idealmente eso deberá suceder desde temprano en el hogar, lo que ayudará a fortalecerlos y formarlos como individuos más desenvueltos, dinámicos, expresivos, extrovertidos y con mayor capacidad para defenderse, lo que a su vez traerá mayor seguridad y confianza en sí mismos. Su potencial de desarrollo emocional, social y académico se verá menos comprometido y amenazado, que el de los niños mencionados anteriormente, por lo que los niños que reciben esa tolerancia, apoyo y aceptación con afecto en sus hogares desde temprano, tendrán un mejor pronóstico para su desarrollo. (Continuará).