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NUESTRA SALUD MENTAL / Etiquetas: La sal y pimienta de la vida

Dr. Victor Albores García

(Novena Parte)

El embarazo y nacimiento del bebé, forman parte de una de las crisis emocionales muy importantes del proceso normal del desarrollo, dentro de la vida familiar. A pesar de que se usa el término crisis, es una de esas crisis que precisamente podemos considerar como naturales y parte de ese proceso de la vida. Sin embargo, a pesar de que el bebé se está formando como un nuevo ser dentro del vientre materno y es la madre la portadora de una serie de cambios hormonales, fisiológicos, biológicos, psicológicos y sociales a raíz del embarazo, el padre también en un estilo diferente la acompaña en el proceso. Él también experimenta una serie de cambios psicológicos y sociales, que le permiten complementarse e integrarse con su pareja, en lo que se convierte un proceso común y una crisis que ambos experimentan como propia. Se trata de una crisis más que enfrentarán como tantas otras que vendrán posteriormente a lo largo de su vida matrimonial. Una crisis en la que se obtendrá una nueva perspectiva y experiencia para ellos en su vida como pareja, en un momento en que alguien más estará entrando a modificar esa relación y a ocupar un lugar en el hogar.

Se trata de una crisis predecible y hasta cierto punto planeada, cuando la pareja así lo ha decidido, aunque como vemos todos los días, tales crisis pueden llegar más bien súbitamente, como “accidentes” no planeados, no esperados y definitivamente no deseados. Las crisis en la vida nos ponen a prueba a los seres humanos, y no hay nadie que pueda estar exento de presentar tales crisis, porque entonces simplemente dejaría de ser humano. Precisamente, la vida con esa circunstancia de incertidumbre e impredecibilidad, se convierte en una aventura todos los días, en la que podemos tener el derecho de planear y programar nuestras agendas, pero en realidad nunca podemos saber con seguridad lo que ocurrirá después de que nos levantemos por la mañana y salgamos a enfrentar la rutina cotidiana de nuestras vidas.

Las crisis ponen a prueba nuestras capacidad, habilidades y virtudes, nuestra fuerza física, espiritual, moral y emocional, nuestros recursos, nuestro temperamento, el tipo de personalidad que hemos desarrollado y construido psicológicamente, modelada por el ambiente y las múltiples experiencias a las que hemos sido expuestos desde el nacimiento hasta el momento actual, influida además por la programación genética que cada uno llevamos dentro. Precisamente dentro de estas experiencias, se contarían las crisis que hemos enfrentado, el estilo con que lo hemos hecho, la intensidad de sus consecuencias, los recursos que utilizamos para enfrentarlas y superarlas si es que lo logramos; las repercusiones que dejaron en nosotros y dentro de ello, el aprendizaje que conseguimos, sí fuimos capaces de extraer conocimientos nuevos y aprovecharlos al máximo. Una crisis puede servir para reforzar nuestras habilidades y recursos, o inclusive para descubrir otros nuevos rescatados de sitios escondidos.

Si normalmente el nacimiento de un bebé sano y reluciente que llena las expectativas y fantasías idealizadas de una pareja, forma parte de una crisis en el proceso de crecimiento humano, el nacimiento de un bebé con defectos importantes o enfermedades graves, se convertirá en una crisis todavía más intensa para la pareja que lo esperaba. Como se ha mencionado anteriormente, hay dos polos de parejas extremos, cuyas experiencias de encuentro y relación con su bebé serán muy diferentes, según se trate de cada pareja.

Individualmente contará naturalmente el tipo de hombre o de mujer de que se trate, sus respectivos temperamentos y personalidades, el tipo de familias de donde provengan y las experiencias que hayan vivido en sus hogares respectivamente; las experiencias favorables y traumáticas que hayan enfrentado, la educación recibida y las características del ambiente sociocultural en el que han vivido. Cada uno cuenta como ya se dijo, con rasgos específicos individualmente que determinarán el manejo de una crisis.

Pero además de tales rasgos individuales, se tiene que tomar en cuenta las características de ambos como pareja, dependiendo de la etapa en que se encuentren precisamente en ese proceso de integración como pareja. Tales características tienen que ver con su edad, la historia de su relación desde que se conocieron, tanto a través del noviazgo, como del tiempo en que han estado casados; los roles y funciones que juega cada uno dentro del matrimonio según lo hayan establecido; el tipo de vínculo que han ido formando tanto a nivel consciente como inconsciente, en el que naturalmente serán importantes el amor, la confianza mutua, la seguridad, la constancia, el apoyo, la ayuda, la capacidad de escucharse, comprenderse y complementarse uno al otro, así como el cariño y la fuerza que se derive de la relación. Esas características individuales y de pareja, les permitirán precisamente enfrentar exitosamente una crisis semejante, o sumergirse en ella sin posibilidades de salir o resolverla satisfactoriamente. (Continuará).

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