Capítulo Interestatal Coahuila-Durango de la Asociación Psiquiátrica Mexicana
(Décima sexta parte)
Etiquetas: La sal y pimienta de la vida
Los apodos pueden aparecer ocasionalmente y sólo bajo ciertas circunstancias, para luego desaparecer; pero también se pueden prolongar a lo largo de la vida, incluso hasta la etapa adulta, en tal forma regular y frecuente, que llegan a formar parte de la imagen y personalidad del sujeto. Es así como esa regularidad presencia continua de las etiquetas, se va convirtiendo lo desee o no el individuo, en un factor importante que irá moldeando su personalidad, otorgándole ciertos rasgos específicos y característicos que le sientan como parte de sus conductas, actitudes y movimiento dentro de su mundo, así como en el estilo con que tiende a relacionarse con los demás.
Aunque generalmente estamos preparados y educados para pensar y preocuparnos más por las secuelas físicas y médicas que pueden permanecer en estos niños durante la infancia o la adolescencia, también es importante y necesario que aprendamos a prevenir y preocuparnos por las secuencias de tipo psicológico o psiquiátrico que llegan a darse a largo plazo en tantísimos de estos casos. Los apodos y las etiquetas precisamente, nos ayudan a entender y detectar ese tipo de secuelas. Es obvio que muchos de estos bebés lo primero que necesitarán y en ocasiones será casi de urgencia, la cirugía correctora y tratamientos médicos muy directos e inmediatos que llevan el objetivo básico de la supervivencia al salvarles la vida. Bajo estas circunstancias, no es necesariamente el psiquiatra infantil, el que debe acompañar, orientar o apoyar a estos padres con su bebé, además de que ni siquiera tenemos en todo México el número suficiente de tales especialistas. Son los neonatólogos, los pediatras y otros especialistas capacitados, quienes van a detectar dichos defectos, para valorarlos y darles el manejo adecuado, para informar asimismo y orientar a los padres y a los familiares. Sin embargo, me parece que en todas las instituciones tanto públicas como privadas, debería existir un cuerpo de psicólogos o psicólogas entrenados médicamente y al respecto, para acompañar al obstetra, al pediatra o al neonatólogo a recibir estos pequeños, especialmente cuando se trata de bebés como los que nos estamos refiriendo.
El o la psicóloga jugarían un importante papel en equipo con los otros especialistas médicos para informar, orientar y dar apoyo a los padres en esos difíciles momentos de crisis, así como para seguirlos y acompañarlos a lo largo de ese proceso de duelo al que me he referido antes. Sería precisamente en esos momentos, el punto preciso para iniciar un proceso de apoyo psicológico, que vendría a ahorrar muchos descalabros y secuelas posteriores tanto para esa pareja de padres, como para el bebé al crecer y al resto de la familia. Es una lástima que todavía en los hospitales, no se le dé al psicólogo o a la psicóloga la importancia que tiene su trabajo en áreas más específicas de la medicina institucional, como sería en el caso de estos recién nacidos con los problemas mencionados, que son tan diversos y visibles desde el inicio de la vida extrauterina. Seguramente con el tiempo y la experiencia, conforme el campo médico se abra más hacia los horizontes psicológicos, en que los sienta menos mágicos, esotéricos, misteriosos y desconocidos, con bases más serias y científicas, les podrá otorgar un mejor lugar a estos profesionistas, que realmente son tan necesarios desde el primer momento, para casos como éstos, en que tendrían además funciones muy benéficas.
Posiblemente sucede como ha ido ocurriendo paulatinamente en las escuelas y colegios, que finalmente han ido aceptando e integrando en sus equipos e instituciones a los psicólogos, en la organización de servicios especiales de detección, educación y orientación que se puede dar a niños y adolescentes, así como a los padres, maestros y personal de tales instituciones. Hace todavía no muchos años, existía una resistencia importante a dejarlos entrar y funcionar dentro del sistema escolar. Su sólo nombre y su presencia eran percibidos como amenazantes, negativos e innecesarios, bajo el todavía primitivo concepto mágico, que escondía esa desinformación sobre lo que representa la salud mental, y las funciones y ventajas que estos servicios tienen para todo el personal. En poco más de 25 años de trabajo en La Laguna, he visto con gran entusiasmo la proliferación de equipos de trabajo de psicólogos y la formación de Departamentos de Psicología dentro de muchísimas instituciones académicas.
Los requisitos no se han llenado del todo y aunque parezca increíble, las instituciones de educación superior pública y privada todavía no cuentan del todo con los servicios de salud mental necesarios para sus estudiantes y su personal. Existen aún muchas instituciones de educación primaria y media que se siguen resistiendo a efectuarlo, en las que el fantasma conceptual de que los psicólogos sólo sirven para tratar niños, adolescentes o adultos “locos”, sigue flotando sobre nuestras cabezas, sin que haya podido haber sido desterrado del todo. (Continuará).