Este mundo tecnológico y con armas de aniquilación total, cada día se parece más al célebre hombre-hurvo “Hump- ty-Dumpty” de Lewis Carroll en “Alicia a través del espejo”. ¿Qué es lo que sabemos de este simpático personaje? Que un día se cayó de la orilla de una mesa y se estrelló en el piso, “y ni todos los caballos ni todos los hombres del rey pudieron armarlo otra vez”.
Así de precaria es la situación mundial, armada como está por diferentes razas, religiones, tradiciones y sistemas de gobierno. Mientras tanto, acá en Washington está un paranoico empeñado en romper el frágil cascarón de esta estructura por el puro temor de que el otro lo rompa primero. La posibilidad existe, desde luego, pero ese “otro” tendría que ser un suicida si cree que puede atacar al gigante todopoderoso sin que él y toda su raza desaparezcan de la faz de la tierra en menos de 24 horas.
Esta urgencia de agresión unilateral de parte del Presidente George Bush II entraña otro peligro incidental: que algún mínimo país de la misma persuasión del enemigo deje caer una bomba en territorio americano, así sea Hawai o Alaska, y logre desatar el pleito a muerte entre los dos pesos completos.
Lo cierto es que hay motivos históricos por los cuales esta actitud retadora no le queda a Bush. Primero debería demandar a su padre por traición a la patria debido a su monumental ingenuidad. Teniendo ganada la Guerra del Golfo en 1991, no selló su triunfo con la toma de Bagdad y la eliminación de su líder. ¿Qué estaría pensando? La explicación que en su momento se dio es el equivalente de que más vale malo por conocido que peor por conocer. La falacia psicológica es de primer año y consistió en pensar que el derrotado, el que “perdió cara” ante el resto del Islam, se quedaría con la ofensa sin buscar la revancha. La destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York por terroristas musulmanes no le bastó a Saddam para limpiar la afrenta de su derrota en 1991. Tal actitud es, sin duda, de carácter medieval, como lo son la mayoría de los impulsos y las pasiones bélico-religiosas.
Y por su parte Bush, cuyos niveles intelectuales no le alcanzan, está hundiéndose en una actitud igualmente fanática al pretender aniquilar al enemigo sólo porque éste ya tiene armas de destrucción masiva, iniciando a la vez la guerra unilateralmente a pesar de la desaprobación de sus aliados tradicionales en Europa (salvo Inglaterra) y en el resto del mundo. Bush así representa un retroceso al mundo de las Cruzadas y los infieles, en el cual ambos lados pretenden estar peleando y matando en nombre de Dios cuando sus motivos reales sean groseramente materialistas.
Ahora es el momento en que la ONU debe mostrar su vigencia, si acaso la tiene, y, al mismo tiempo, su derecho de seguir existiendo. Si demuestra no poder influir en el comportamiento de sus asociados, deberá pasar a la historia de los fracasos internacionalizantes para acurrucarse ahí junto a la Liga de las Naciones. Sin tener nosotros - México y los mexicanos - vela en este entierro, por nuestra vecindad inmediata con los Estados Unidos, nos veremos involucrados, a querer o no, en una nueva Guerra Fría, ésta mucho más personal que nacional, puesto que más se debe a la ojeriza entre Bush II y Saddam, que entre Iraq y EU, una enemistad generada por el inútil afán de Bush de reivindicar la nefasta decisión de su padre en 1991.
Lo malo es que, después de tantos retos y vituperios, ambos presidentes, Bush y Saddam, se encuentran acorralados por su amor propio. Ahora es cuando la ONU, apoyándose en los países de Europa Occidental, debe interponerse entre los dos valentones cuyo conflicto representa una amenaza inmediata para la paz mundial.
Posdata:
¿Y qué decir de Fox conjugando el verbo “negociar”, comenzando por “yo negocío”? Así, con el acento en la í. Sigue en pie la pregunta: ¿No tendrá VFQ consejeros que conozcan nuestro idioma? Porque pa’ vergüenzas no ganamos.