En las últimas dos semanas la situación en el conflicto del Golfo Pérsico ha dado un giro, que si bien no podemos aún considerar de 180 grados, si abre la posibilidad de evitar el ataque de los Estados Unidos hacia el gobierno y pueblo de Iraq.
La embestida emprendida por el gobierno norteamericano en el seno de las Naciones Unidas para justificar el ataque, se vio impelida por las iniciativas de Francia y Rusia principalmente, y en menor grado de China, de apelar a los inspectores de la ONU para el desarme iraquí antes de autorizar cualquier uso de la fuerza. No se trata aquí de contestar a la interrogante de si existe el derecho moral de obligar a una nación a desarmarse cuando se financia y promueve el armamentismo de otras, ni siquiera trataremos de contestar ?de hecho es obvia la respuesta- el por qué las naciones que más gastan en armamentos son las que exigen que otra se desarme en nombre de la paz mundial. Las cuestiones que pretendemos abordar son, en primer lugar, la doble cara con la que Estados Unidos en particular y los estados imperialistas en general, tratan la cuestión; por otro, cómo la política exterior rusa en particular, trata de sentar las bases para recuperar parte de su influencia en la zona, al tiempo que otras naciones, como Francia y China, buscan impedir que se fortalezca aún más el predominio norteamericano en dicha región del planeta.
El pasado 11 de noviembre comenzó en Ginebra, Suiza, la reunión de los países miembros de la Convención Sobre Armas Biológicas. Esta agrupación, formada por 146 países, trata de prohibir la fabricación y uso de las armas biológicas, pero ha fracasado continuamente por las coacciones y boicots norteamericanos, que han impedido durante los últimos siete años, que la Convención pueda establecer sistemas de verificación obligatoria para todos los países miembros. Pues bien, en la intervención norteamericana, el representante de los Estados Unidos acusó, una vez más, a seis de los países firmantes: Corea del Norte, Iraq, Irán, Libia, Sudán y Siria, de estar fabricando y estar dispuestas a utilizar este tipo de armas; les reprochó que siendo países firmantes de la Convención no respeten sus obligaciones. Sin embargo, y sin empacho alguno, se opuso firmemente a toda inspección obligatoria e independiente de los laboratorios de biotecnología de su país. Estados Unidos, como es obvio suponer, un miembro más de la Convención y sin embargo, parece que no hay nadie que les reproche a ellos que no cumplan con esa obligación.
La inauguración de esta reunión no pudo presentarse en momento más oportuno para darnos cuenta de la doble cara con la que los Estados Unidos manejan su política exterior en todos los foros internacionales.
Por otra parte, tenemos lo establecido por la propia Carta de las Naciones Unidas. Los países firmantes de la misma, todos, se comprometen a la solución pacífica de los conflictos y sí, se reserva el uso de la fuerza para cuando algunos de sus miembros sea atacado por otro. Este fue el caso de la invasión de Iraq a Kuwait en 1990, que justificó la intervención de los Estados Unidos con el aval del Consejo de Seguridad, se trataba, en efecto, de un país que agredía a otro país, miembro de la ONU. La pregunta aquí, es la siguiente: si los Estados Unidos atacan a Iraq sin la autorización de las Naciones Unidas, ¿no estaríamos frente a la agresión de un país a otro país, miembro de las Naciones Unidas como lo es Iraq?, ¿no deberían entonces, las propias Naciones Unidas autorizar el uso de la fuerza en contra de Estados Unidos, no debería ordenar de inmediato un bloqueo económico contra ellos hasta hacerles recapacitar?, ¿No deberían todas las demás naciones, en cumplimiento a lo establecido en la Carta de las Naciones Unidas, obligar al país agresor a desarmarse por haber roto las reglas del juego internacional representado por esta organización?.
Sin embargo, nadie parece pensar siquiera en ello. Por eso, si los Estados Unidos atacan unilateralmente a Iraq, se habrá perdido toda credibilidad en las Naciones Unidas, su Carta habrá quedado pisoteada y será una instancia más de poder con la que se pretenda engañar al mundo entero.
En lo que se refiere a la política exterior rusa, ellos han logrado, conjuntamente con Francia, que los Estados Unidos se vean forzados a aprobar una resolución pacífica para el desarme iraquí. A pesar del rechazo ?simulado creemos- del Parlamento en Iraq, a la resolución de las Naciones Unidas, han logrado que el Presidente Hussein acepte dicha resolución. Esto ha sido interpretado como un intento por ?ganar tiempo? del líder de aquella nación árabe, pero casi nadie ha hecho referencia a la segunda parte de la propuesta rusa que consiste en el levantamiento de las sanciones impuestas contra Iraq.
Esta lucha por levantar el embargo económico contra la nación árabe será mucho más difícil y los Estados Unidos harán todo lo que esté a su alcance para que la labor de los inspectores fracase. Es más, estamos convencidos que harán todo lo posible por prefabricar situaciones que les den una excusa para un ataque unilateral; preparan ya el camino, al indicar que si no se permite el libre acceso a no se cuantas instalaciones, incluso personales del presidente y su gabinete, no necesitarán pedir permiso a nadie para iniciar, de inmediato, un ataque y la ocupación del territorio iraquí. ?Una palabra dicha a tiempo, puede detener un batallón de acorazados?, decía José Martí, esperemos que la labor diplomática de Rusia, que ve en el levantamiento de las sanciones económicas la oportunidad de oro para normalizar y acrecentar sus relaciones con Iraq, tenga éxito. ¿Aceptarán por las buenas el gobierno y la oligarquía norteamericanas que el negocio del alza en los precios del petróleo y el control de las principales fuentes de dicha materia prima, se les venga abajo? Lo sabremos en las próximas semanas.
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