Es una muerte terrible. La sangre se engruesa hasta que ya no puede sostener a los órganos humanos. Se forman manchas rojas sobre la piel que luego se vuelven esponjosas y se desgarran. La sangre surge por todos los orificios del cuerpo. La lengua se pela, y el músculo del corazón se vuelve blando. El hígado se hincha y luego se disuelve. Incluso, por los ojos empieza a salir sangre. Sobrevienen las convulsiones y luego los calambres que finalmente acaban con el organismo. Después de la muerte, el cuerpo se descompone en unas cuantas horas. El doctor Jurgen Knobloch, de la Universidad de Tubingen en Alemania, dice que es el cuadro clínico más terrible que se pueda presenciar. Nadie sabe cuánta gente ha muerto en la selva a causa del virus del Ébola, pero se podrían contar en las decenas de miles. El hecho es que no hay estadísticas confiables que provengan de los países africanos. El germen del Ébola es el más agresivo de todos los virus conocidos. No hay curación contra este virus. Todo lo que se puede hacer es aislar a los pacientes y preparar materiales protectivos como mascarillas protectivas y guantes para el personal médico. Pero hay un problema: en esas naciones tan pobres, estos materiales, que pueden parecer muy baratos, son un verdadero artículo de lujo, nada accesible para las masas.
