Aunque la potencia sexual pueda permanecer por toda la vida del hombre, el sexo cambia a medida que envejece. La mayoría ya no siente la urgencia de los años adolescentes y eso representa una ventaja. Las erecciones son menos frecuentes y quizás para producirse necesita el hombre un estímulo directo. Atrás se queda el tiempo de las erecciones instantáneas, producidas hasta por la mera fantasía. Los orgasmos también pueden ser diferentes. Los espasmos de las eyaculaciones tendrán menos fuerza y serán menos numerosos. Y casi sin excepción, todos los hombres tendrán en la edad madura más dificultades para lograr otra erección luego de un orgasmo. Pero “cambio” no quiere decir “pérdida”. El sexo de hecho puede ser mejor ahora. Por un lado, dura más. Sin la urgencia abrumadora de los años jóvenes, se puede poner más atención a la compañía. El sexo, que por lo general controla a los hombres jóvenes es en la edad mediana algo que se puede controlar y saborear. Ya no hay aquella obsesión. Ya no espera el hombre una calificación por sus proezas sexuales. Al llegar a la edad madura, si sabe aceptar su edad, el hombre también madura sexualmente y en sus relaciones. Puede ver más el sexo como una fuente de acercamiento espiritual y no como un torneo olímpico genital. Eso, por supuesto, si sabe madurar. Porque hay incontables hombres que simplemente no aceptan el paso del tiempo, el cambio.
