La envidia es una adoración de los hombres por las sombras, del mérito por la mediocridad. Es el rubor de la mejilla sonoramente abofeteada por la gloria ajena. Es el grillete que arrastran los fracasados. El que envidia, se rebaja sin saberlo. Se confiesa subalterno. Entre las malas pasiones, ninguna aventaja a la envidia. Hay vicios infames pero ninguno como la envidia. Reconocer la propia envidia es declararse inferior al envidiado. La envidia es pasión traidora y propia de las hipocresías. Es el odio como la ganzúa a la espada. La emplean los que no pueden competir con los envidiados. El odio que injuria y ofende es temible: la envidia que calla y conspira es repugnante.